Por; Jesús Hoyos Hernández//Nacional//Análisis//Política//Escritos//
Relatos//
Tres días
de parto y el hijo no salía:
-Tá
trancado. El negrito tá trancado -dijo el hombre.
Él venía
de un rancho perdido en los campos.
Y el
médico fue.
Maletín
en mano, bajo el sol del mediodía, el médico anduvo hacia la lejanía, hacia la
soledad, donde todo parece cosa del jodido destino; y llegó y vió.
Después
se lo contó a Gloria Galván:
-La mujer
estaba en las últimas, pero todavía jadeaba y sudaba y tenía los ojos muy
abiertos. A mí me faltaba experiencia en cosas así. Yo temblaba, estaba sin un
criterio.
Y en eso, cuando corrí la cobija, vi un brazo chiquitito asomando entre las
piernas abiertas de la mujer.
El médico
se dio cuenta de que el hombre había estado tirando. El bracito estaba
despellejado y sin vida, un colgajo sucio de sangre seca, y el médico pensó: No
hay nada que hacer.
Y sin
embargo, quién sabe por qué, lo acarició. Rozó con el dedo índice aquella cosa
inerte y al llegar a la manito, súbitamente la manito se cerró y le apretó el
dedo con alma y vida.
Entonces
el médico pidió que le hirvieran agua y se arremangó la camisa.
«El parto
pag.172» en El libro de los abrazos. Eduardo Galeano

Tres días de parto y el hijo no salía:
-Tá trancado. El negrito tá trancado -dijo el hombre.
Él venía de un rancho perdido en los campos.
Y el médico fue.
Maletín en mano, bajo el sol del mediodía, el médico anduvo hacia la lejanía, hacia la soledad, donde todo parece cosa del jodido destino; y llegó y vió.
Después se lo contó a Gloria Galván:
-La mujer estaba en las últimas, pero todavía jadeaba y sudaba y tenía los ojos muy abiertos. A mí me faltaba experiencia en cosas así. Yo temblaba, estaba sin un
criterio. Y en eso, cuando corrí la cobija, vi un brazo chiquitito asomando entre las piernas abiertas de la mujer.
El médico se dio cuenta de que el hombre había estado tirando. El bracito estaba despellejado y sin vida, un colgajo sucio de sangre seca, y el médico pensó: No hay nada que hacer.
Y sin embargo, quién sabe por qué, lo acarició. Rozó con el dedo índice aquella cosa inerte y al llegar a la manito, súbitamente la manito se cerró y le apretó el dedo con alma y vida.
Entonces el médico pidió que le hirvieran agua y se arremangó la camisa.
«El parto pag.172» en El libro de los abrazos. Eduardo Galeano
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por sus comentarios