Por; Jesús Hoyos Hernández//Nacional//Análisis//Política//Opinión//
Manuel
Acuña Narro, poeta y dramaturgo coahuilense. Forma parte del movimiento
romántico en México y es fundador de la Sociedad Literaria
Nezahualcóyotl. Entre sus textos más conocidos se encuentra el poema
“Nocturno”, dedicado a Rosario de la Peña. Estudió en el Colegio de San Ildefonso y
cursó la carrera de medicina en la Escuela Nacional de Medicina. Manuel Acuña Narro,
poeta cuya sensibilidad y profundidad literaria marcaron una etapa
imprescindible del romanticismo mexicano. Su obra, cargada de emoción y
reflexión, continúa inspirando a quienes encuentran en la palabra escrita un
camino para comprender el alma humana. Poeta del amor imposible y la despedida
eterna. A sus 24 años un 6 de diciembre de 1873, el autor del mejor poema del
siglo XIX se quitaba la vida en la Escuela Nacional de Medicina.
Su producción literaria fue breve como su vida. El poeta de un amor no correspondido.
Manuel Acuña nació el 25 de agosto en Saltillo Coahuila, Manuel Acuña Narro, quien llegaría ser destacado periodista, estudiante de medicina y poeta. Nació en el año de 1849 y se suicidó en la ciudad de México en 1873 a sus 24 años de edad. Estudio en el Colegio Josefino de su ciudad natal. A los 16 años por decisión de su padre, se traslada a la capital e ingresó al Colegio de San Ildefonso, hizo cursos de latín, matemáticas, francés y filosofía. Al terminar se dedicó a leer y hacer vida social, para 1868, ingresó a la escuela de medicina. Ese mismo año publicó su primera composición poética, desde entonces participó en casi todas las actividades culturales de la ciudad. Acudió a muchas veladas literarias, fue en una de ellas en casa de Juan de la Peña, donde conoció a su hija, Rosario de quien se enamoró perdidamente. Acuña fundó la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl, donde seguía ideales nacionalistas de Ignacio Manuel Altamirano. Colaboro en varios periódicos como, El Renacimiento, El Federalista, parecía que la fama lo favorecía. Sin embargo, acuña, que entonces tenía 24 años, se quitó la vida. Fue en su cuarto, en el segundo patio de la escuela de medicina, era el 6 de diciembre de 1873, se dice que el suicidio se debió a que Rosario no le correspondía su amor. Esta versión de los hechos se volvió muy famosa. Pero en realidad nadie sabe con certeza los motivos que tuvo el joven poeta. Desde 1917, sus restos descansan en su ciudad natal. Acuña se ha convertido a lo largo de los años, en el mito ejemplar del romanticismo trágico. Justo Sierra, expresaría su visión al leer en los funerales de Manuel, su epitafio: Palmas, triunfos, laureles, dulce aurora de un porvenir feliz, todo en una hora de soledad y hastió, cambiaste por el triste derecho de morir, hermano mío…Acuña ingirió, cianuro de potasio para cortar su existencia. Aquí unos de sus poemas: Comprendo que tus besos jamás han de ser míos, comprendo que en tus ojos no me he de ver jamás, y te amo y en mis locos y ardientes desvaríos bendigo tus desdenes, adoro tus desvíos, en vez de amarte menos te quiero mucho más… Otro más: El amor es un sentimiento sin significado, se da sin pensar, se toma con agradecimiento, pero se pierde de igual manera, sin pensar…. Ciudad Acuña en Coahuila tiene su historia los primeros colonos que avistaron la región llegaron en diciembre de 1850. En junio de 1860 a petición de los pobladores el Gobierno Federal y Estatal envió a un grupo de 60 soldados para formar la colonia militar Manuel Leal y el 27 de diciembre de 1877 mediante el decreto 305 se les concede derechos de tierra y agua. En 1890, obtuvo la categoría de villa bajo el nombre de Garza Galán y cuatro años más tarde vuelve a su antiguo nombre Congregación Las Vacas. Hasta 1912 se le dio el nombre de Villa de Acuña en honor al poeta coahuilense Manuel Acuña Narro.
Manuel Acuña (1849-1873) poeta mexicano destacado del romanticismo. Nació en Coahuila y estudió en la Escuela de Jurisprudencia en Ciudad de México, pero se inclinó por la literatura. Su obra, influenciada por autores europeos como Víctor Hugo y Bécquer, se caracteriza por la emoción y la melancolía. Es conocido principalmente por su poema “Nocturno a Rosario”, una de las piezas más representativas del romanticismo mexicano. Acuña fue parte de círculos literarios y colaboró en revistas de la época. Su vida fue breve y estuvo marcada por dificultades personales y económicas. A los 24 años, el 6 de diciembre de 1873, murió trágicamente, dejando una carta suicida que alimentó la leyenda de su figura. A pesar de su corta vida, dejó un legado literario importante en México.
El suicidio de Manuel Acuña
El
6 de diciembre de 1873 en su habitación de la escuela de medicina fue
encontrado el cuerpo sin vida del poeta mexicano Manuel Acuña, todos sabían su
sufrimiento vivido, su pobreza y su desesperación a la vida y al amor, su único
testamento que dejó antes de ingerir el cianuro de potasio que termino con su
existencia fue un poema para su musa de inspiración, ese amor que lo había
desdeñado y jugado con su corazón, el canto final a su amada Rosario, mujer
hermosa y de fino trato pretendida por poetas y libertadores como José Martí y
Manuel María Flores, que a pesar de haber tenido el corazón de un gran poeta
nunca pudo doblegar hacia el sur corazón.Este es un homenaje al otro lado del
México antiguo, al México romántico y lleno de ilusiones. Sus restos
inicialmente fueron enterrados en el Cementerio de Campo Florido, en la capital
del país, y después sepultados en la
Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón Civil de Dolores
y allí permanecieron hasta 1917 cuando fueron trasladados a Saltillo y
depositados en la Rotonda
de los Coahuilenses Ilustres del Panteón de Santiago.
Nocturno
a Rosario
Pues
bien, yo necesito
decirte
que te adoro,
decirte
que te quiero
con
todo el corazón;
que
es mucho lo que sufro,
que
es mucho lo que lloro,
que
ya no puedo tanto,
y
al grito que te imploro
te
imploro y te hablo en nombre
de
mi última ilusión.
De
noche cuando pongo
mis
sienes en la almohada,
y
hacia otro mundo quiero
mi
espíritu volver,
camino
mucho, mucho
y
al fin de la jornada
las
formas de mi madre
se
pierden en la nada,
y
tú de nuevo vuelves
en
mi alma a aparecer.
Comprendo
que tus besos
jamás
han de ser míos;
comprendo
que en tus ojos
no
me he de ver jamás;
y
te amo, y en mis locos
y
ardientes desvaríos
bendigo
tus desdenes,
adoro
tus desvíos,
y
en vez de amarte menos
te
quiero mucho más.
A
veces pienso en darte
mi
eterna despedida,
borrarte
en mis recuerdos
y
huir de esta pasión;
mas
si es en vano todo
y
mi alma no te olvida,
¡qué
quieres tú que yo haga
pedazo
de mi vida;
qué
quieres tú que yo haga
con
este corazón!
Y luego
que ya estaba?
concluido
el santuario,
la
lámpara encendida
tu
velo en el altar,
el
sol de la mañana
detrás
del campanario,
chispeando
las antorchas,
humeando
el incensario,
y
abierta allá a lo lejos
la
puerta del hogar...
Yo
quiero que tú sepas
que
ya hace muchos días
estoy
enfermo y pálido
de
tanto no dormir;
que
ya se han muerto todas
las
esperanzas mías;
que
están mis noches negras,
tan
negras y sombrías
que
ya no sé ni dónde
se
alzaba el porvenir.
¡Que
hermoso hubiera sido
vivir
bajo aquel techo.
los
dos unidos siempre
y
amándonos los dos;
tú
siempre enamorada,
yo
siempre satisfecho,
los
dos, un alma sola,
los
dos, un solo pecho,
y
en medio de nosotros
mi
madre como un Díos!
¡Figúrate
qué hermosas
las
horas de la vida!
¡Qué
dulce y bello el viaje
por
una tierra así!
Y
yo soñaba en eso,
mi
santa prometida,
y
al delirar en eso
con
alma estremecida,
pensaba
yo en ser bueno
por
ti, no más por ti.
Bien
sabe Díos que ése era
mi
más hermoso sueño,
mi
afán y mi esperanza,
mi
dicha y mi placer;
¡bien
sabe Díos que en nada
cifraba
yo mi empeño,
sino
en amarte mucho
en
el hogar risueño
que
me envolvió en sus besos
cuando
me vio nacer!
Esa
era mi esperanza...
mas
ya que a sus fulgores
se
opone el hondo abismo
que
existe entre los dos,
¡adiós
por la última vez,
amor
de mis amores;
la
luz de mis tinieblas,
la
esencia de mis flores,
mi
mira de poeta,
mi
juventud, adiós!
Manuel
Acuña. (1849-1873)
Manuel
Acuña Narro, poeta y dramaturgo coahuilense. Forma parte del movimiento
romántico en México y es fundador de
Manuel Acuña nació el 25 de agosto en Saltillo Coahuila, Manuel Acuña Narro, quien llegaría ser destacado periodista, estudiante de medicina y poeta. Nació en el año de 1849 y se suicidó en la ciudad de México en 1873 a sus 24 años de edad. Estudio en el Colegio Josefino de su ciudad natal. A los 16 años por decisión de su padre, se traslada a la capital e ingresó al Colegio de San Ildefonso, hizo cursos de latín, matemáticas, francés y filosofía. Al terminar se dedicó a leer y hacer vida social, para 1868, ingresó a la escuela de medicina. Ese mismo año publicó su primera composición poética, desde entonces participó en casi todas las actividades culturales de la ciudad. Acudió a muchas veladas literarias, fue en una de ellas en casa de Juan de la Peña, donde conoció a su hija, Rosario de quien se enamoró perdidamente. Acuña fundó la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl, donde seguía ideales nacionalistas de Ignacio Manuel Altamirano. Colaboro en varios periódicos como, El Renacimiento, El Federalista, parecía que la fama lo favorecía. Sin embargo, acuña, que entonces tenía 24 años, se quitó la vida. Fue en su cuarto, en el segundo patio de la escuela de medicina, era el 6 de diciembre de 1873, se dice que el suicidio se debió a que Rosario no le correspondía su amor. Esta versión de los hechos se volvió muy famosa. Pero en realidad nadie sabe con certeza los motivos que tuvo el joven poeta. Desde 1917, sus restos descansan en su ciudad natal. Acuña se ha convertido a lo largo de los años, en el mito ejemplar del romanticismo trágico. Justo Sierra, expresaría su visión al leer en los funerales de Manuel, su epitafio: Palmas, triunfos, laureles, dulce aurora de un porvenir feliz, todo en una hora de soledad y hastió, cambiaste por el triste derecho de morir, hermano mío…Acuña ingirió, cianuro de potasio para cortar su existencia. Aquí unos de sus poemas: Comprendo que tus besos jamás han de ser míos, comprendo que en tus ojos no me he de ver jamás, y te amo y en mis locos y ardientes desvaríos bendigo tus desdenes, adoro tus desvíos, en vez de amarte menos te quiero mucho más… Otro más: El amor es un sentimiento sin significado, se da sin pensar, se toma con agradecimiento, pero se pierde de igual manera, sin pensar…. Ciudad Acuña en Coahuila tiene su historia los primeros colonos que avistaron la región llegaron en diciembre de 1850. En junio de 1860 a petición de los pobladores el Gobierno Federal y Estatal envió a un grupo de 60 soldados para formar la colonia militar Manuel Leal y el 27 de diciembre de 1877 mediante el decreto 305 se les concede derechos de tierra y agua. En 1890, obtuvo la categoría de villa bajo el nombre de Garza Galán y cuatro años más tarde vuelve a su antiguo nombre Congregación Las Vacas. Hasta 1912 se le dio el nombre de Villa de Acuña en honor al poeta coahuilense Manuel Acuña Narro.
El suicidio de Manuel Acuña
El
6 de diciembre de 1873 en su habitación de la escuela de medicina fue
encontrado el cuerpo sin vida del poeta mexicano Manuel Acuña, todos sabían su
sufrimiento vivido, su pobreza y su desesperación a la vida y al amor, su único
testamento que dejó antes de ingerir el cianuro de potasio que termino con su
existencia fue un poema para su musa de inspiración, ese amor que lo había
desdeñado y jugado con su corazón, el canto final a su amada Rosario, mujer
hermosa y de fino trato pretendida por poetas y libertadores como José Martí y
Manuel María Flores, que a pesar de haber tenido el corazón de un gran poeta
nunca pudo doblegar hacia el sur corazón.Este es un homenaje al otro lado del
México antiguo, al México romántico y lleno de ilusiones. Sus restos
inicialmente fueron enterrados en el Cementerio de Campo Florido, en la capital
del país, y después sepultados en
Nocturno
a Rosario
Pues
bien, yo necesito
decirte
que te adoro,
decirte
que te quiero
con
todo el corazón;
que
es mucho lo que sufro,
que
es mucho lo que lloro,
que
ya no puedo tanto,
y
al grito que te imploro
te
imploro y te hablo en nombre
de
mi última ilusión.
De
noche cuando pongo
mis
sienes en la almohada,
y
hacia otro mundo quiero
mi
espíritu volver,
camino
mucho, mucho
y
al fin de la jornada
las
formas de mi madre
se
pierden en la nada,
y
tú de nuevo vuelves
en
mi alma a aparecer.
Comprendo
que tus besos
jamás
han de ser míos;
comprendo
que en tus ojos
no
me he de ver jamás;
y
te amo, y en mis locos
y
ardientes desvaríos
bendigo
tus desdenes,
adoro
tus desvíos,
y
en vez de amarte menos
te
quiero mucho más.
A
veces pienso en darte
mi
eterna despedida,
borrarte
en mis recuerdos
y
huir de esta pasión;
mas
si es en vano todo
y
mi alma no te olvida,
¡qué
quieres tú que yo haga
pedazo
de mi vida;
qué
quieres tú que yo haga
con
este corazón!
Y luego
que ya estaba?
concluido
el santuario,
la
lámpara encendida
tu
velo en el altar,
el
sol de la mañana
detrás
del campanario,
chispeando
las antorchas,
humeando
el incensario,
y
abierta allá a lo lejos
la
puerta del hogar...
Yo
quiero que tú sepas
que
ya hace muchos días
estoy
enfermo y pálido
de
tanto no dormir;
que
ya se han muerto todas
las
esperanzas mías;
que
están mis noches negras,
tan
negras y sombrías
que
ya no sé ni dónde
se
alzaba el porvenir.
¡Que
hermoso hubiera sido
vivir
bajo aquel techo.
los
dos unidos siempre
y
amándonos los dos;
tú
siempre enamorada,
yo
siempre satisfecho,
los
dos, un alma sola,
los
dos, un solo pecho,
y
en medio de nosotros
mi
madre como un Díos!
¡Figúrate
qué hermosas
las
horas de la vida!
¡Qué
dulce y bello el viaje
por
una tierra así!
Y
yo soñaba en eso,
mi
santa prometida,
y
al delirar en eso
con
alma estremecida,
pensaba
yo en ser bueno
por
ti, no más por ti.
Bien
sabe Díos que ése era
mi
más hermoso sueño,
mi
afán y mi esperanza,
mi
dicha y mi placer;
¡bien
sabe Díos que en nada
cifraba
yo mi empeño,
sino
en amarte mucho
en
el hogar risueño
que
me envolvió en sus besos
cuando
me vio nacer!
Esa
era mi esperanza...
mas
ya que a sus fulgores
se
opone el hondo abismo
que
existe entre los dos,
¡adiós
por la última vez,
amor
de mis amores;
la
luz de mis tinieblas,
la
esencia de mis flores,
mi
mira de poeta,
mi
juventud, adiós!
Manuel Acuña. (1849-1873)






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