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//Por; Jesús Hoyos Hernández//Nacional//Siglo XX//Resistencia//Movimientos sociales en México//Pots-Revolución//Guerra Sucia//Represión//Movimiento estudiantil//

El lento viraje de la historia
El presidente asumió la responsabilidad de las acciones gubernamentales en 1968. No hacía falta hacerlo, en un régimen de las características del que presidió. En cuanta oportunidad tuvo, expresó su orgullo por haber salvado al país de siniestros conspiradores internacionales y nacionales, ajenos a la historia y anhelos nacionales. A quien tuvo la posibilidad de culpar lo hizo su sucesor, pues tal poder tenía. No cambiaría el país en los dos años restantes de ese sexenio.
El secretario de Gobernación de Días Ordaz, Luis Echeverría, fue el siguiente presidente. Pronto tuvo la oportunidad de mostrar su vocación represiva. Aunque nadie esperaría que tolerara las guerrillas y la subversión que nacieron entonces, en gran parte nutridas por el "68" y la represión consecuente, su gobierno fue más notorio en el trabajo para remediar los conflictos que en su prevención. Se ampliaron, sin embargo, los espacios educativos superiores y se hizo una difusa "apertura democrática". Tan lamentable era la situación de la política nacional que el siguiente presidente se eligió sin ningún contrincante registrado. A partir de los 70’s tuvimos reformas políticas para incluir a partidos marginados, lento crecimiento de la oposición, que llega a tener triunfos que cuando eran importantes no se reconocían. Un candidato presidencial contrario al oficial fue despojado del triunfo, y el presidente usurpador se ve obligado a ofrecer un cambio democrático, lo cual cumple forzadamente y en lo mínimo posible. A tirones se le obliga a profundizar las reformas, llegan los primeros gobernadores de oposición, y aunque el siguiente candidato presidencial oficial gana con amplio margen y en forma más aceptable que los anteriores, llega de nuevo ofreciendo otra reforma electoral y política. A partir de ella empieza a ser frecuente el triunfo de partidos opositores. Nadie en México está satisfecho con el país como es ahora, pero es muy distinto al de 1968.
La noche del miércoles 2 de octubre de 1968 marcó un hito en la historia moderna de México. Fue cuando ocurrió la matanza de estudiantes y civiles, que se habían reunido en Tlatelolco, por parte de militares y policías que actuaron por órdenes de las más altas esferas del gobierno mexicano.
El 2 de octubre de 1968, miles de estudiantes se reunieron para realizar un mitin en la Plaza de las Tres Culturas, ubicada en la unidad habitacional de Tlatelolco. El objetivo de la reunión era dar a conocer un pliego petitorio de 6 puntos al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. A las 6:10 de la tarde, un helicóptero lanzó una bengala sobre la plaza. Entonces, comenzaron a surgir disparos desde lo alto de los edificios. Ante ello, los miembros del Ejército que resguardaban la concentración —una práctica usual en la época— optaron por repeler la agresión y dispararon contra la multitud. Los que dispararon fueron miembros del Batallón Olimpia, un grupo de agentes del gobierno federal. Tras la confusión inicial por los disparos, miembros de ese grupo paramilitar y del Ejército se coordinaron para detener ilegalmente a decenas de estudiantes.

Cuatro bengalas verdes.
Los soldados / cerraron las salidas.
Vestidos de civil, los integrantes / del Batallón Olimpia / –mano cubierta por un guante blanco– / iniciaron el fuego.
En todas direcciones / se abrió fuego a mansalva.
Se veían las rayas grises.
Como pinzas / se desplegaron los soldados. / Se inició el pánico.
La multitud corrió hacia las salidas / y encontró bayonetas. / En realidad no había salidas: / la plaza entera se volvió una trampa.
–¿Quién ordenó todo esto?
Los tanques arrojaron sus proyectiles. / Comenzó a arder el edificio Chihuahua.
Los cristales volaron hechos añicos. / De las ruinas saltaban piedras.
Los gritos, los aullidos, las plegarias / bajo el continuo estruendo de las armas.
–Quédate quieto, quédate quieto: / si nos movemos nos disparan.
–¿Por qué no me contestas? / ¿Estás muerto?
–Voy a morir, voy a morir. / Me duele. / Me está saliendo mucha sangre. / Aquél también se está desangrando.
–¿Quién, quién ordenó todo esto?
–Aquí, aquí Batallón Olimpia.
–Hay muchos muertos. / Hay muchos muertos.
–Asesinos, cobardes, asesinos.
–Son cuerpos, señor, son cuerpos.
Los iban amontonando bajo la lluvia. / Los muertos bocarriba junto a la iglesia. / Les dispararon por la espalda.
–Vi en la pared la sangre.
–Aquí, aquí Batallón Olimpia.
–¿Quién, quién ordenó todo esto?
–Nuestros hijos están arriba. / Nuestros hijos, queremos verlos.
En la escalera del edificio Chihuahua / sollozaban dos niños / junto al cadáver de su madre.
–Un daño irreparable e incalculable.
Una mancha de sangre en la pared, / una mancha de sangre escurría sangre.
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