Diego Fernández de Cevallos el político
corrupto del viejo régimen.
Diego
Fernández de Cevallos es uno de los personajes más representativos del poder
político y económico de las últimas décadas. Su perfil es el de un abogado
de grandes intereses, un panista de toda la vida, hábil orador y estratega.
Diego no solo fue protagonista de elecciones y negociaciones políticas, también
de escándalos y actos dignos de una telenovela. Fue candidato presidencial en
1994, en una elección marcada por el asesinato de Colosio y la guerra sucia. [2]Fue cuando se le empezó a conocer con el mote de “el jefe Diego”, pero en
realidad, más que por votos, su importancia para el panismo, fue su capacidad
de operar acuerdos con el PRI, con empresarios, y con cualquiera que sostuviera
el sistema. Terminó en tercer lugar, pero con mucho más poder que cualquier
político de la época.
Cevallos
tiene un despacho que más bien es una fábrica de privilegios, ha defendido a
empresas señaladas por evasión fiscal y negocios turbios, su nombre apareció
ligado al caso de Punta Diamante, en Acapulco, donde terminó beneficiado con
terrenos millonarios gracias a su influencia política. Jamás se esclareció cómo
adquirió propiedades con valor de cientos de millones. Eso sí, como abogado,
ganó todos los casos que importaban, aunque nunca estuviera del lado del
pueblo. En 2006, cuando le hicieron fraude a AMLO, se supo que Fernández de
Cevallos recomendó a sus aliados quemar las actas electorales para evitar que
se recontaran los votos. No fue metáfora, fue una estrategia.
Así
se defendía la “democracia” en esos días. Y mientras a López Obrador lo
intentaron desaforar en 2005 por abrir una calle para facilitar el acceso a un
hospital, al jefe Diego nunca lo tocó la justicia por construir una carretera
exclusiva en Arandas, Jalisco, solo para visitar a su novia. Usó recursos
públicos y sus influencias para levantar una vía rural que conectara su rancho
con la casa de su amante. Y cuando le preguntaron por eso, no mostró vergüenza
ni legalismos. Lo narró como si fuera una escena romántica, un acto de amor.
Aunque
era del PAN, nunca fue ajeno al PRI ni al PRIAN. [2] [3] Amigo de Salinas, de
empresarios, de ministros de la
Corte y de personajes que siempre están detrás del telón.
Diego fue clave para mantener al sistema funcionando con una máscara de
legalidad. En 2010 fue secuestrado misteriosamente en su rancho. Nadie lo vio.
Nadie investigó. Nadie explicó nada. Reapareció meses después, barbado, más
flaco, y con un silencio que sigue siendo sospechoso. Dicen que fue un
secuestro. Otros dicen que fue otra cosa. Pero nadie se atrevió a escarbar más.
Hoy, ya viejo, el jefe Diego sigue opinando como si tuviera autoridad moral.
Pero su trayectoria está lejos de ser ejemplo: representa una época donde el
poder se ejercía entre cenáculos, se repartía entre amigos y se justificaba con
discursos vacíos.
Romántico
cuando se trata de usar recursos públicos para enamorar jovencitas, Incendiario
cuando peligra el sistema que tanto privilegio le ha dado y silencioso cuando
hay que explicar de dónde viene tanto. Cevallos más que un político
rancio, es un símbolo de esa élite que se niega a morir.
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