Por; Jesús Hoyos Hernández//Nacional//Crónicas//Revolución mexicana//Historia de México//
Ignacio de la Torre y Mier; vergüenza de Porfirio Díaz
El
1° de abril de 1918 murió Ignacio de la Torre y Mier en Nueva York. Se casó con Amada
Díaz, hija del dictador Porfirio Díaz. Cuentan que fue el 42 del Baile de los
41 maricones. Emiliano Zapata lo liberó de su prisión en el Palacio Negro de
Lecumberri. La posible relación homosexual entre Emiliano Zapata e Ignacio de la Torre: Las suposiciones
surgen del libro de Ricardo Orozco “El álbum de Amada Díaz”, una especie de
recopilación de diarios escritos por la hija de Porfirio Díaz donde se narran
distintos encuentros que su esposo Ignacio de la Torre y Emiliano Zapata
tuvieron mientras el primero trabajaba de caballerizo mayor en la casona del
matrimonio. En el libro de Orozco, varias anotaciones apuntan a que Ignacio de la Torre formaba parte de
relaciones homosexuales, las cuales su esposa describía como “vicios” y
“sodomía”. Estas suposiciones alcanzan su punto máximo cuando, el 17 de
noviembre de 1901, se detuvo a Ignacio de la Torre en el llamado "Baile de los 41",
un suceso histórico de México durante el porfiriato donde una redada ilegal de
policías arrestó a 42 hombres que asistieron a una fiesta gay, la mitad de
ellos vestidos como mujeres.
Se
le conoce como el Baile de los 41 porque aparentemente un hombre logró escapar
de la policía: Ignacio de la
Torre. Debido a la cercanía con el presidente, Porfirio Díaz
se encargó de encubrir la presencia de su yerno en el baile. Sin embargo, narra
Amada Díaz que su asistencia se hizo del conocimiento público al final. El
triángulo amoroso Emiliano Zapata, Amada Díaz Quiñones, Ignacio de la Torre. Otros
habitantes célebres de la colonia Tabacalera fueron ni más ni menos que el
matrimonio conformado por la hija consentida de Porfirio Díaz Amada Díaz e
Ignacio de la Torre
y por supuesto el señor Emiliano Zapata también vivió aquí en la Tabacalera. Ya les
comente del famoso baile de los 41 en dónde el 42 era “el yerno de su suegro”
como les decían a Ignacio de la
Torre y a su suegro Porfirio Díaz, Ignacio de la Torre tenía su casa justo al
otro lado donde se llevó a cabo esta fiesta aquí en la Tabacalera, en la calle
de Paseo de la Reforma
número uno, la mansión que ocupaba lo que ahora es el edificio del MORO o mejor
conocido como de la lotería nacional, en aquella mansión vivió Ignacio de la Torre junto con su NO amada
esposa Amada Díaz y también con Emiliano Zapata antes de que éste se
convirtiera en héroe de la nación. En 1906, en el corral de la hacienda de San
Carlos Borromeo, Ignacio de la
Torre conoció a Emiliano Zapata, quien más adelante sería
revolucionario mexicano y héroe nacional. La personalidad de Emiliano, su
planta y su gentileza amén de ese enorme bigote que le hacía tan varonil,
cautivaron inmediatamente al terrateniente, quien no se separó de él en todo el
tiempo que estuvo en la hacienda. Zapata, nacido en Anenecuico, era un gran
conocedor del mundo del caballo, por lo que, con el pretexto de ponerle a
trabajar como caballerizo mayor o caballerango, se lo llevó a su mansión de la Plaza de la Reforma, en el centro de
la capital. En aquella mansión vivieron un romance de seis meses para después
Zapata regresar a su natal Anenecuilco, sus conocidos decían que había
regresado muy cambiado, más callado, resentido y se esforzaba por aparentar
mucha hombría en su aspecto físico, su obsesión por masculinizar su aspecto con
ese gran bigote que le hizo proverbial. Realidad o despecho, mito o
resentimiento, Amada Díaz la despechada esposa de Ignacio, anotó en su diario
que en una ocasión que vio cómo su esposo y Zapata se revolcaban en el establo.
Amada a pesar de estar enterada de los deslices sexuales de su esposo jamás lo
abandonó incluso cuando estuvo preso por órdenes de Venustiano Carranza, por
ser presunto cómplice en el asesinato de Francisco I. Madero y José María Pino
Suárez, ella lo visitaba en la cárcel. Cuando supo que Zapata iba a tomar la Ciudad de México se alegró
porque pensó que lo iba a liberar, pero no fue así. Emiliano lo tomó como su
prisionero personal y lo llevaba con él de pueblo en pueblo, de cárcel en
cárcel. La tropa del hombre de Anenecuilco y sus compañeros de prisión se
dieron cuenta de que De la Torre
era homosexual y abusaron de él de tal forma que le destrozaron la cavidad
anal. Sufrió violaciones múltiples. Tenía el esfínter totalmente desgarrado. Amada
no lo volvió a ver nunca y muere a la edad de 95 años. Ignacio de la Torre y Mier logró escapar y
con fuertes dolores llegó a un hospital y murió el 1 de abril de 1918 cuando le
realizaban en New York una cirugía de reconstrucción de esfínter.
Amada
Díaz fue la hija mayor de Porfirio Díaz. Su madre fue Rafaela Quiñones, una
mujer indígena de Huamuxtitlán. A los 21 años se casó con Ignacio de la Torre y Mier, quien más
tarde se vería involucrado en el famoso baile de los 41. Tras
el exilio de su padre y la muerte de su esposo, Amada cargó con las deudas de
su marido. El ejército carrancista le devolvió algunas propiedades, algunas de
las cuales fueron vendidas. (1)
Como logra escapar
¡Por
fin había llegado a Nueva York! El viaje había sido largo y penoso… muy penoso.
Cuando los carrancistas tomaron Cuautla, lo liberaron junto con otros presos.
De inmediato corrió a esconderse; el miedo a ser capturado de nuevo por los
zapatistas lo paralizaba. Por eso se disfrazó, como solía hacerlo en su
juventud cuando disfrutaba los bailes de máscaras. Aunque esta vez, el disfraz
no era por diversión, sino por necesidad: debía evitar ser reconocido. En su
huida por los pueblos, pidió ayuda a quien se cruzara en su camino. Incluso
mendigó para poder salir del país. Él, que había sido un señorito, dueño de una
inmensa fortuna. Cada vez que recordaba su magnífica Hacienda de Santiago
Tenextepango, allá en Morelos, se le llenaban los ojos de lágrimas. Lo había
perdido todo… aunque no del todo. Aún conservaba la fortuna de su esposa, Amada
Díaz. Hacía unos días, ella le había escrito desde México, avisándole que
abordaría un buque rumbo a Nueva York. Le contaba que una dolencia le impedía
caminar y que esperaba poder verlo pronto. Ignacio llegó al hospital en un
estado lamentable. Le costaba trabajo caminar y presentaba un grave daño
rectal. Los médicos decidieron operarlo de inmediato: era urgente intervenir
las venas del esfínter. Las enfermeras que lo atendían intuían que aquel
hombre, a pesar de la ropa andrajosa con la que llegó, había sido alguien
importante. Nunca imaginaron que su paciente era don Ignacio de la Torre y Mier, acaudalado
hacendado y yerno del poderoso Porfirio Díaz. Lo que tampoco sospechaban era
que había estado preso en México. Nachito —como lo llamaban sus amigos más
cercanos— nunca se apartó del mundo político. Tras el exilio de su suegro,
Ignacio se acercó a un grupo de diputados opositores a Madero. Financiaba los
diarios El Mañana y La Tribuna,
ambos abiertamente antimaderistas. Su participación en la conspiración que
culminó en la Decena
Trágica fue decisiva. Uno de sus empleados, Francisco Alanís,
rentó por órdenes suyas el vehículo en el que llevaron a Madero y a Pino Suárez
al matadero. El asesino, Francisco Cárdenas, había trabajado en la Hacienda San Nicolás
Peralta, propiedad de Ignacio.
Cuando
Venustiano Carranza asumió el poder, ordenó su arresto por difamar al gobierno
maderista y apoyar al régimen ilegítimo de Victoriano Huerta. Lo enviaron
directamente a la prisión de Lecumberri. De ahí fue liberado, curiosamente, por
Emiliano Zapata. Ignacio creyó que al fin estaba a salvo. No fue así. Zapata lo
mantuvo prisionero y lo entregó a la tropa. Allí comenzó su calvario: fue
obligado a vestirse como soldadera, a preparar la comida para el regimiento...
y fue víctima de abusos sexuales por parte de algunos soldados. Humillado,
ultrajado y quebrado, solo pensaba en huir. Y lo logró. Escapó de sus captores
y cruzó la frontera hacia Estados Unidos. En su mente germinaba la esperanza de
comenzar una nueva vida, lejos de la guerra, del escarnio y del pasado. Cuando
Amada llegó al hospital de Nueva York, apenas pudo verlo unos minutos. Los
médicos lo ingresaron de urgencia al quirófano. No pudieron salvarlo. Ignacio
de la Torre y
Mier murió el 1 de abril de 1918,
a los 51 años de edad. Su esposa Amada tuvo que vender
todas sus propiedades para pagar las inmensas deudas que le heredó. La mansión
de La Torre y
Mier fue comprada por la institución del gobierno Lotería Nacional para la
asistencia pública construyendo en el lugar el Edificio El Moro. Emiliano
Zapata muere un 10 de abril asesinado en Chinameca.
Bibliografía:
Pedro
Ángel Palou, Zapata, México, Diana (Grupo Planeta), 2006.
Ricardo
Orozco, El álbum de Amada Díaz, México, Planeta, 2003.
Mílada
Bazant, “Crónica de un baile clandestino” en: Gonzalbo Aizpuru, Pilar y Mílada
Bazant (coordinadoras), Tradiciones y conflictos. Historias de la vida cotidiana
en México e Hispanoamérica, México, 2007, El Colegio de México y El Colegio
Mexiquense, págs. 319-347.
Ignacio de la Torre y Mier; vergüenza de Porfirio Díaz
El 1° de abril de 1918 murió Ignacio de la Torre y Mier en Nueva York. Se casó con Amada Díaz, hija del dictador Porfirio Díaz. Cuentan que fue el 42 del Baile de los 41 maricones. Emiliano Zapata lo liberó de su prisión en el Palacio Negro de Lecumberri. La posible relación homosexual entre Emiliano Zapata e Ignacio de la Torre: Las suposiciones surgen del libro de Ricardo Orozco “El álbum de Amada Díaz”, una especie de recopilación de diarios escritos por la hija de Porfirio Díaz donde se narran distintos encuentros que su esposo Ignacio de la Torre y Emiliano Zapata tuvieron mientras el primero trabajaba de caballerizo mayor en la casona del matrimonio. En el libro de Orozco, varias anotaciones apuntan a que Ignacio de la Torre formaba parte de relaciones homosexuales, las cuales su esposa describía como “vicios” y “sodomía”. Estas suposiciones alcanzan su punto máximo cuando, el 17 de noviembre de 1901, se detuvo a Ignacio de la Torre en el llamado "Baile de los 41", un suceso histórico de México durante el porfiriato donde una redada ilegal de policías arrestó a 42 hombres que asistieron a una fiesta gay, la mitad de ellos vestidos como mujeres.
Se le conoce como el Baile de los 41 porque aparentemente un hombre logró escapar de la policía: Ignacio de la Torre. Debido a la cercanía con el presidente, Porfirio Díaz se encargó de encubrir la presencia de su yerno en el baile. Sin embargo, narra Amada Díaz que su asistencia se hizo del conocimiento público al final. El triángulo amoroso Emiliano Zapata, Amada Díaz Quiñones, Ignacio de la Torre. Otros habitantes célebres de la colonia Tabacalera fueron ni más ni menos que el matrimonio conformado por la hija consentida de Porfirio Díaz Amada Díaz e Ignacio de la Torre y por supuesto el señor Emiliano Zapata también vivió aquí en la Tabacalera. Ya les comente del famoso baile de los 41 en dónde el 42 era “el yerno de su suegro” como les decían a Ignacio de la Torre y a su suegro Porfirio Díaz, Ignacio de la Torre tenía su casa justo al otro lado donde se llevó a cabo esta fiesta aquí en la Tabacalera, en la calle de Paseo de la Reforma número uno, la mansión que ocupaba lo que ahora es el edificio del MORO o mejor conocido como de la lotería nacional, en aquella mansión vivió Ignacio de la Torre junto con su NO amada esposa Amada Díaz y también con Emiliano Zapata antes de que éste se convirtiera en héroe de la nación. En 1906, en el corral de la hacienda de San Carlos Borromeo, Ignacio de la Torre conoció a Emiliano Zapata, quien más adelante sería revolucionario mexicano y héroe nacional. La personalidad de Emiliano, su planta y su gentileza amén de ese enorme bigote que le hacía tan varonil, cautivaron inmediatamente al terrateniente, quien no se separó de él en todo el tiempo que estuvo en la hacienda. Zapata, nacido en Anenecuico, era un gran conocedor del mundo del caballo, por lo que, con el pretexto de ponerle a trabajar como caballerizo mayor o caballerango, se lo llevó a su mansión de la Plaza de la Reforma, en el centro de la capital. En aquella mansión vivieron un romance de seis meses para después Zapata regresar a su natal Anenecuilco, sus conocidos decían que había regresado muy cambiado, más callado, resentido y se esforzaba por aparentar mucha hombría en su aspecto físico, su obsesión por masculinizar su aspecto con ese gran bigote que le hizo proverbial. Realidad o despecho, mito o resentimiento, Amada Díaz la despechada esposa de Ignacio, anotó en su diario que en una ocasión que vio cómo su esposo y Zapata se revolcaban en el establo. Amada a pesar de estar enterada de los deslices sexuales de su esposo jamás lo abandonó incluso cuando estuvo preso por órdenes de Venustiano Carranza, por ser presunto cómplice en el asesinato de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, ella lo visitaba en la cárcel. Cuando supo que Zapata iba a tomar la Ciudad de México se alegró porque pensó que lo iba a liberar, pero no fue así. Emiliano lo tomó como su prisionero personal y lo llevaba con él de pueblo en pueblo, de cárcel en cárcel. La tropa del hombre de Anenecuilco y sus compañeros de prisión se dieron cuenta de que De la Torre era homosexual y abusaron de él de tal forma que le destrozaron la cavidad anal. Sufrió violaciones múltiples. Tenía el esfínter totalmente desgarrado. Amada no lo volvió a ver nunca y muere a la edad de 95 años. Ignacio de la Torre y Mier logró escapar y con fuertes dolores llegó a un hospital y murió el 1 de abril de 1918 cuando le realizaban en New York una cirugía de reconstrucción de esfínter.
Amada Díaz fue la hija mayor de Porfirio Díaz. Su madre fue Rafaela Quiñones, una mujer indígena de Huamuxtitlán. A los 21 años se casó con Ignacio de la Torre y Mier, quien más tarde se vería involucrado en el famoso baile de los 41. Tras el exilio de su padre y la muerte de su esposo, Amada cargó con las deudas de su marido. El ejército carrancista le devolvió algunas propiedades, algunas de las cuales fueron vendidas. (1)
Como logra escapar
¡Por fin había llegado a Nueva York! El viaje había sido largo y penoso… muy penoso. Cuando los carrancistas tomaron Cuautla, lo liberaron junto con otros presos. De inmediato corrió a esconderse; el miedo a ser capturado de nuevo por los zapatistas lo paralizaba. Por eso se disfrazó, como solía hacerlo en su juventud cuando disfrutaba los bailes de máscaras. Aunque esta vez, el disfraz no era por diversión, sino por necesidad: debía evitar ser reconocido. En su huida por los pueblos, pidió ayuda a quien se cruzara en su camino. Incluso mendigó para poder salir del país. Él, que había sido un señorito, dueño de una inmensa fortuna. Cada vez que recordaba su magnífica Hacienda de Santiago Tenextepango, allá en Morelos, se le llenaban los ojos de lágrimas. Lo había perdido todo… aunque no del todo. Aún conservaba la fortuna de su esposa, Amada Díaz. Hacía unos días, ella le había escrito desde México, avisándole que abordaría un buque rumbo a Nueva York. Le contaba que una dolencia le impedía caminar y que esperaba poder verlo pronto. Ignacio llegó al hospital en un estado lamentable. Le costaba trabajo caminar y presentaba un grave daño rectal. Los médicos decidieron operarlo de inmediato: era urgente intervenir las venas del esfínter. Las enfermeras que lo atendían intuían que aquel hombre, a pesar de la ropa andrajosa con la que llegó, había sido alguien importante. Nunca imaginaron que su paciente era don Ignacio de la Torre y Mier, acaudalado hacendado y yerno del poderoso Porfirio Díaz. Lo que tampoco sospechaban era que había estado preso en México. Nachito —como lo llamaban sus amigos más cercanos— nunca se apartó del mundo político. Tras el exilio de su suegro, Ignacio se acercó a un grupo de diputados opositores a Madero. Financiaba los diarios El Mañana y La Tribuna, ambos abiertamente antimaderistas. Su participación en la conspiración que culminó en la Decena Trágica fue decisiva. Uno de sus empleados, Francisco Alanís, rentó por órdenes suyas el vehículo en el que llevaron a Madero y a Pino Suárez al matadero. El asesino, Francisco Cárdenas, había trabajado en la Hacienda San Nicolás Peralta, propiedad de Ignacio.
Cuando Venustiano Carranza asumió el poder, ordenó su arresto por difamar al gobierno maderista y apoyar al régimen ilegítimo de Victoriano Huerta. Lo enviaron directamente a la prisión de Lecumberri. De ahí fue liberado, curiosamente, por Emiliano Zapata. Ignacio creyó que al fin estaba a salvo. No fue así. Zapata lo mantuvo prisionero y lo entregó a la tropa. Allí comenzó su calvario: fue obligado a vestirse como soldadera, a preparar la comida para el regimiento... y fue víctima de abusos sexuales por parte de algunos soldados. Humillado, ultrajado y quebrado, solo pensaba en huir. Y lo logró. Escapó de sus captores y cruzó la frontera hacia Estados Unidos. En su mente germinaba la esperanza de comenzar una nueva vida, lejos de la guerra, del escarnio y del pasado. Cuando Amada llegó al hospital de Nueva York, apenas pudo verlo unos minutos. Los médicos lo ingresaron de urgencia al quirófano. No pudieron salvarlo. Ignacio de la Torre y Mier murió el 1 de abril de 1918, a los 51 años de edad. Su esposa Amada tuvo que vender todas sus propiedades para pagar las inmensas deudas que le heredó. La mansión de La Torre y Mier fue comprada por la institución del gobierno Lotería Nacional para la asistencia pública construyendo en el lugar el Edificio El Moro. Emiliano Zapata muere un 10 de abril asesinado en Chinameca.
Bibliografía:
Pedro
Ángel Palou, Zapata, México, Diana (Grupo Planeta), 2006.
Ricardo
Orozco, El álbum de Amada Díaz, México, Planeta, 2003.
Mílada
Bazant, “Crónica de un baile clandestino” en: Gonzalbo Aizpuru, Pilar y Mílada
Bazant (coordinadoras), Tradiciones y conflictos. Historias de la vida cotidiana
en México e Hispanoamérica, México, 2007, El Colegio de México y El Colegio
Mexiquense, págs. 319-347.
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