//Por, Jesús Hoyos Hernández//Relatos//Leyendas//Estados//Puebla//
LA CHINA POBLANA
Historia o leyenda sobre la China Poblana, éstas son conocida por muchos, tanto en Puebla como en todo México, y con algunas variantes en su relato.
Sabemos que en los inicios del siglo XVIII llegó al puerto de Acapulco, en la Nao de Manila, una esclava oriental llamada Mirra, quién fue raptada por piratas portugueses y llevada a Cochin, en el sur de la India. En ese sitio, escapó de sus raptores y se refugió en una misión jesuítica y nuevamente fue raptada por piratas que la habían sacado de su casa natal, y en Manila la entregaron a quien luego la llevó a la Nueva España, pero habiendo desembarcado en el puerto de Acapulco, en lugar de entregarla al marqués de Gelves, el mercader la vendió como esclava al comerciante poblano Don Miguel de Sosa. Sus dueños poblanos adoptaron a Mirra como hija y la bautizaron en la iglesia del Santo Ángel de Analco, con el nombre de Catarina de San Juan, para educarla en el cristianismo. Más tarde la casarían con un esclavo de origen chino, Domingo Suárez, con el cual, sin embargo, no vivió, pues se rehusó a hacer vida marital.
La gente se preguntaba cómo había llegado a México aquella "China", como la llamaron de inmediato; pero pocos sabían su origen hindú, quién portaba una rara indumentaria, compuesta de una camisa con ricos bordados de seda, un zagalejo de brillantes colores, con lentejuelas, unas chancletas de seda y con largas trenzas.
Catarina de San Juan vestía con raros ropajes, que fue mezclando con las vestimentas de las indígenas, enamorándose del atavío de las indígenas poblanas, que lucían enredos confeccionados con dos telas de contrastados colores y materiales, a manera de faldas, y unos huipiles o camisas con el bisquémol bordado con gracia; evocando sus viejos trajes cortesanos. La princesa copió esos trajes indígenas y los transformó, quedando el traje de la China Poblana, como la llamaba la gente.
El atuendo tradicional de la china poblana estaba compuesto por una blusa blanca, con labores de deshilado y bordado de seda y chaquira con motivos geométricos y florales en colores vivos, la blusa es escotada y muestra una parte del cuello y de su pecho, una falda llamada castor, por el nombre de la tela con que era hecha.
El castor, o falda —llamada también zagalejo —, consta de dos secciones: la superior de unos 25 centímetros aproximadamente, de percal o de seda verde llamada corte; y la inferior, que es propiamente la falda, de color rojo vivo con dibujos negros, cubierta con lentejuela, y debe llegar hasta los tobillos.
Según algunas opiniones, el castor era empleado por las patronas de las casas ricas para la confección de las enaguas de sus criadas indígenas. El castor era trabajado con lentejuelas y camarones que formaban dibujos geométricos y florales. Unos porabajos blancos, con las puntas enchiladas, es decir, con el borde inferior orlado por un encaje de motivos zigzagueantes. Los porabajos de una china poblana asomaban bajo su castor. Una banda que servía para sujetar el castor y los porabajos a la cintura de la mujer que lo portaba. La banda podía estar trabajada con labores de bordado o no, o bien, ser tejida en técnica de brocado. Un rebozo, que podía ser de seda o de bolita, en el mayor de los casos. El rebozo de bolita, que era el más comúnmente empleado por las chinas, era tejido con hilos de color azul y blanco, y tuvo, como cuna el poblado otomí de Santa María del Río. Respecto al calzado, se dice que a pesar de sus carencias financieras, una china no dejaba de usar zapatos de raso bordados con hilos de seda. Agregan, además, que la china complementaba el atuendo con abalorios y joyas que adornaban sus orejas, el descubierto pecho, y las manos. El enredo confeccionado con dos piezas de tela de contrastados tonos, se convirtió en la falda europea, amplia y con los bajos en picos, bordada de lentejuelas y chaquira; el huipil indígena en la camisa española, bordada también, y la faja o chincuete en el rebozo suelto, sobre los hombros y los brazos.
Los colores verde, blanco y rojo fueron adoptados más tarde, de la Bandera Nacional, una vez que México alcanzó su independencia, en el siglo XIX.
Al morir don Miguel de Sosa murió, la joven fue recogida en un convento, donde se dice que comenzó a tener visiones de la Virgen María y el Niño Jesús. Catarina de San Juan murió el 5 de enero de 1688 a la edad de ochenta y dos años. En Puebla de los Ángeles se le rendía veneración como santa, hasta que en 1691 la Santa Inquisición debió prohibir las devociones populares.
En la actualidad, el Templo de la Compañía, en Puebla, es conocido como La Tumba de la China Poblana, puesto que en su sacristía reposan los restos mortales de Catarina de San Juan.
Más que oriental el traje de China Poblana es mestizo mexicano y habla claro de la fusión de las culturas indígena y española, que cuajaron en multitud de obras de gran belleza, como lo afirma María Elena Sodi Pallares.
Que interesante
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