Por; Jesús Hoyos Hernández// Herencia cultural//Prehispánica//Proyectando a México//
Hasta apenas algunos años posteriores era común escuchar, partera, comadrona, madrina, guardiana, curandera, madrona, matrona, yerbera, abuela, en algunos casos hasta bruja. Las parteras en México tienen un lugar en la historia en la medicina tradicional. Hasta mediados de 1970 finales de los 80´s del siglo pasado, el 90% de los mexicanos nacidos, eran asistidos, por una partera, más en las comunidades, de todo México, la mayoría carente de servicios básicos, carentes hasta de electricidad mucho menos de hospitales, acondicionados donde existieran alumbramientos. En esas condiciones las mujeres daban a luz, en su casa siempre asistidas por una comadrona, quienes con recetas a base de hierbas ungüentos, entre otros desde el embarazo siempre asistían en todo momento a las mujeres embarazadas ó próximas a dar a luz a un nuevo ser. En muchas ocasiones, en chozas muy humildes y en muy precarias condiciones con pobreza extrema, estas mujeres nunca se negaban y ponían todo su empeño, en salvar a la criatura como a la madre cuando el parto era difícil. Eran mujeres con un amplio conocimiento y sabiduría nada mas una partera se calcula que tuvo la pericia de asistir por lo menos entre cien a 500 nacimientos en toda su vida, lo peor de todo ó para fortuna de algunos de nosotros que estas grandes mujeres muchas veces no cobraban por sus servicios, algunos les pagaban con cuartillos de fríjol ó de maíz, o lo que quisieran darles, más cuando la precariedad era evidente para muchos mexicanos que tuvimos la dicha ó la desgracia de nacer en un petate como cama y en suelo. Las parteras de los pueblos originarios han acompañado la vida desde tiempos ancestrales, transmitiendo saberes que van más allá de la atención al parto: cuidan la salud materna, sostienen los lazos comunitarios y preservan conocimientos tradicionales sobre el cuerpo y la naturaleza.
Las parteras en el antiguo México prehispánico
En las culturas mesoamericanas la labor de las parteras eran vistas como un ejercicio sagrado, como una labor comunitaria, la labor de las parteras prehispánicas era de respeto y sabiduría. Una labor divina eran las sacerdotisas de la fertilidad. El oficio de las parteras formó parte la cosmovisión de la civilización prehispánica, por tanto, su función cobró también una dimensión ritual y social. En ningún caso el nacimiento de un individuo era visto como un asunto aislado, por el contrario, era un acontecimiento que involucraba a toda la comunidad. De acuerdo a Fray Bernardino de Sahagún, las parteras eran personajes respetables que estaban evocadas a la adoración Chicomecóatl, diosa de la fertilidad humana y agrícola. El origen de la matronería es tan antiguo como la humanidad. No obstante, las distintas culturas han conservado una serie de conocimientos tradicionales vinculados al embarazo. Este es el caso de México, país en el que las parteras tienen una relación estrecha con el mundo indígena. El proceso de embarazo estaba indiferenciado del acto creativo de la madre tierra. Por lo tanto, los paralelismo entre la vida vegetal y el embarazo eran comunes. Los hijos eran vistos como plantas que se desgarraron de sus madres para florecer sobre el mundo.
Según las fuentes, al saberse embarazadas, las mujeres hacían saber la noticia primeramente a sus padres, quienes organizaban una comida para hacerlo saber a la comunidad. En ese momento las parteras tenían una primera participación como consejeras espirituales y médicos.
La vida y la muerte
Para nuestras culturas prehispánicas la vida y la muerte tenia estrecha relación la vida y la muerte en la cosmovisión prehispánica era un mismo camino, la mujer que podía dar vida era tratada como una guerrera, se enfrentaba a una terrible lucha. Cuando el momento del parto llegaba, la madre se transformaba en una guerrera, ya que se consideraba que libraba una lucha entre la vida y la muerte. El momento del parto era llamado «la hora de la muerte», donde se pensaba que la madre renacía del lugar de los muertos. El vientre de la madre era visto como la transformación de la putrefacción en vida, del mismo modo que lo hacía la diosa Tlazotéotl, quien devoraba la inmundicia para luego parir nuevos seres traídos del Mictlán.
El uso del temazcal ó temascal
El uso de temazcal ó temascal para uso terapéutico para el alumbramiento ó para los nacimientos, durante y después fue primordial, en algunos casos el lugar de alumbramiento era en el temazcal, las parteras medicaban a las madres con distintas hierbas para acelerar el proceso de nacimiento. Para los nahuas, las mujeres que daban a luz y los niños recién nacidos eran como los vegetales que nacían y permanecían en estado vegetal tiernos y crudos, pero con el uso del temazcal iban tomando su color natural es decir madurando. La asistencia al temazcal también tenía el significado un ritual divino de acceder a las entrañas mismas de la Madre Tierra. «Es una cueva, una barranca, lo que hay en nosotras (ca oztotl ca te/xxitl in totech ca)», eran palabras comunes que las mujeres utilizaban para emparentar el vientre femenino con la tierra.
Las parteras mexicanas en la actualidad
Por el año 2012 las parteras mexicanas lograron ser reconocidas como parte de la medicina tradicional de México, ya que en muchas partes de la república, todavía es una actividad altruista de conocimiento cultural de la medicina tradicional que se resiste a morir, a pesar que ahora el 90% de los nacimientos se realiza en hospitales y a pesar de toda su labor y lucha, esta actividad y las mujeres parteras han permanecido y son objeto de discriminación y rechazo por algunos sectores de la sociedad. Principal mente por el sector salud y la medicina oficial que muchas veces no acepta los preceptos y procedimientos de la medicina tradicional. Su labor es esencial, pero muchas veces no es reconocida ni integrada en los sistemas de salud. Ante la necesidad de fortalecer el vínculo entre las parteras y el sector salud, desde un enfoque intercultural que respete sus saberes y garantice a las mujeres una atención digna y segura.
Por nuestra parte un reconocimiento a las parteras de los pueblos originarios que sin ustedes nosotros no estaríamos aquí.
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