Biografía del El general Miguel Negrete abandono su partido conservador para defender a su patria en contra de la intervención francesa; con la siguiente frase -“Yo tengo patria antes que partido” Participó en la batalla del Cinco de Mayo de 1862
Jorge Negrete tuvo ilustres antepasados históricos y heroicos. Por la vía paterna, Miguel Negrete, participó en la batalla del Cinco de Mayo de 1862, contra la invasión francesa de México. Por la rama materna, descendía de los generales Pedro María Anaya, famoso por su frase "Si tuviéramos parque no estarían ustedes aquí" cuando defendía la plaza de Churubusco durante la invasión norteamericana de México en el siglo XIX y de Pedro Moreno célebre por su valiosa actuación en la Guerra de Independencia. Dos calles de México llevan sus nombres.
El general Miguel Negrete nació en Tepeaca, Puebla, el 8 de mayo de 1824, comenzó su vida militar como pequeño zapador al servicio de su padre pero no fue hasta 1843 que se enlistó en el ejército mexicano como soldado raso. Posterior a eso, tuvo una gran participación en la Guerra contra Estados Unidos y el Plan de Ayutla en Michoacán. Dejó a un lado su bando conservador y participó en la defensa de la nación en la intervención francesa uniéndose así al ejército liberal con su célebre frase “Yo tengo Patria antes que Partido”. Estuvo al mando de la Segunda División de Infantería teniendo una desataca participación en la Batalla de Puebla el 5 de mayo de 1862, llegando a ser considerado como el segundo héroe de dicha batalla. Uno de los generales mexicanos que destacaron en la batalla del 5 de mayo de 1862 en Puebla fue Miguel Negrete, un conservador que ante la intervención francesa se unió a sus antiguos enemigos para luchar por la libertad de México. Cuestionado por amigos y familiares sobre por qué se había sometido a Juárez, Negrete solía responder que él tenía patria más que partido, frase que hoy en día deberíamos tener muy en cuenta. En “Toda la noche ardió la tierra. Dignidad de las comunidades poblanas ante el invasor” (2011), Pedro Angel Palou Pérez escribió lo siguiente sobre Miguel Negrete:
«El día 4 de mayo de 1862, se ocupó con la tropa el General Negrete, en arreglar los fosos, trabajando sus soldados con las bayonetas, pues carecían de instrumentos de zapa. Para las doce del día estaban aún en tal mal estado éstos, que se podían subir por ellos a caballo; a la oración de la noche, baió a dar parte al General en Jefe y a recibir sus órdenes; éste le dijo que le confiaba la defensa de los cerros y que en caso de ser atacado lo reforzaría con otras Brigadas, que al avistarse el enemigo lo anunciara con un tiro de cañón, cuyo acto verificó Negrete personalmente a su tiempo. La primera providencia enérgica por demás que tomó, fue anunciar en la orden del día, que todo el que diera media vuelta en el combate, fuera muerto inmediatamente por el que lo advirtiera. Mandó llamar el biografiado al mayor General de Órdenes, e hizo la distribución de sus tropas y Jefes, nombrando al Gral. Arrutia, Jefe del Cerro de Guadalupe, el Gral. Rojo, que era su segundo en Jefe, Comandante de Loreto; reservándose un cuerpo formado de las Compañías de Tetela, Xochiapulco, Zacapoaxtla y Apulco, a las órdenes del Coronel D. Juan N. Méndez y dos batallones de corto número de la Brigada de Morelia, haciendo todos un total de mil quinientos hombres que fueron arengados por él. En una de estas arengas, les decía:
"Muchachos, nos vamos a batir con los que se dicen primeros soldados de mundo, pero ustedes deben demostrar que nosotros somos los primeros por el derecho que tenemos en nuestro suelo".
Batalla del 5 de Mayo
En octubre de 1861, Francia, Inglaterra y España suscribieron la Convención de Londres, en la cual se comprometieron a enviar contingentes militares a México ya que este tenía una gran deuda de 80 millones de pesos, aproximadamente eran 69 millones para los ingleses, 9 millones para los españoles y 2 millones para Francia. La alianza tripartita amenazó al presidente Benito Juárez con una invasión inminente si no se saldaba por completo las deudas que México tenía con los tres países europeos. Juarez responde con un exhorto para lograr un arreglo amistoso, y los invitó a conferenciar. Sin embargo, sabía que había una guerra inminente y trató de proteger la Ciudad de México traladando pertrechos y ordenó la fortificación de Puebla. Creo al Ejército de Oriente y el hombre que se designó en el mando fue el general Ignacio Zaragoza. En un principio la Alianza Tripartita aceptó el llamado al diálogo de Benito Juarez y sus representantes se reunieron con Manuel Doblado, ministro de Relaciones Exteriores del gobierno mexicano, quien consiguió que Juan Prim, representante español, y Lord John Russell por Inglaterra se retiraran. A este acuerdo se le conoce como los Tratados Preliminares de la Soledad. El 5 de marzo, cuando aún se realizaban las negociaciones de los Tratados de la Soledad, llegó a Veracruz un contingente militar francés bajo el mando de Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez. A finales de abril, Lorencez desconoció los Tratados de Soledad y se puso en marcha, junto con sus efectivos, hacia Puebla, con el fin último de conquistar la Ciudad de México. Antes del 5 de Mayo, el día 28 de abril de 1862 tuvo lugar un enfrentamiento conocido como la Batalla de las Cumbres entre el Ejército Expedicionario Francés y el Ejército Mexicano. En este conflicto hubieron cerca de 500 bajas francesas en contra de apenas 50 bajas mexicanas. Pese a esto, el Ejército Expedicionario francés consigue hacerse con el control del Paso de Acultzingo.
Después de la Batalla de las Cumbres el conde de Lorencez conservaba su confianza y mandó a decir a Napoleon III que: “Somos tan superiores a los mexicanos en organización, disciplina, raza, moral y refinamiento de sensibilidades, que le ruego anunciarle a Su Majestad Imperial, Napoleón III, que a partir de este momento y al mando de nuestros 6,000 valientes soldados, ya soy dueño de México” El 2 de mayo parte el Ejército Expedicionario Francés desde San Agustín del Palmar en Veracruz con rumbo para cruzar la Sierra Madre Oriental y dirigirse hacia Puebla ya que era paso obligado para llegar a la capital del país. Otros generales mexicanos también participaron en la defensa de Puebla como es el caso de las tropas de Oaxaca dirigidas por Porfirio Díaz. El centro de la línea lo defendió Francisco Lamadrid con las tropas del Estado de México y San Luis Potosí. La izquierda se apoyó en el cerro de Acueyametepec ubicado en el norte de la ciudad y en cuya cumbre se ubicaban los Fuertes de Loreto y Guadalupe, con el general Miguel Negrete a la cabeza de la Segunda División de Infantería. El conde de Lorencez ordena una maniobra sorpresiva que divide a la columna francesa en dos y que da como resultado a 4,000 hombres marchando para atacar los Fuertes de Loreto y Guadalupe. Esta decisión pudo ser la causa de la derrota francesa ya que los mexicanos contaban con la ventaja en estas posiciones. El 6o. Batallón de la Guardia Nacional del Estado de Puebla, bajo el mando del entonces coronel Juan Nepomuceno Méndez, fue el primer cuerpo del Ejército de Oriente en hacer frente a los franceses, al ubicarse en la línea comprendida entre los fuertes, y rechazar su ataque. Varios embates franceses fueron repelidos por la resistencia del Ejército Mexicano como es el caso de los zuavos, el regimiento de élite de la infantería francesa, quienes iniciaron un sigiloso ascenso hacia el Fuerte de Guadalupe pero fueron recibidos con bayonetas y obligados a retroceder. El coronel mexicano José Rojo avisó a Antonio Álvarez que era tiempo de que la caballería mexicana entrara en acción para alcanzar una victoria completa. Ordenó a los Carabineros de Pachuca cargar sobre los restos de la columna, disparando sus carabinas y lanzando mandobles de sable sobre los franceses, siendo totalmente rechazados. A las dos y media de la tarde, cuando los mexicanos empezaban a vislumbrar la victoria, Lorencez se dispuso a lanzar el último asalto, dirigiendo a los Cazadores de Vincennes y el Regimiento de Zuavos hacia Guadalupe. Zaragoza dispuso que el Batallón Reforma de San Luis Potosí saliera en auxilio de los fuertes. Luego de ser repelidos por última vez, las fuerzas del Ejército Expedicionario Francés comenzaron a huir completamente dispersados. Se replegaron a la hacienda Los Álamos, para finalmente retirarse hacia Amozoc. En Palacio Nacional en la Ciudad de México se sabía poco acerca del conflicto más allá del telegrama recibido a las 12:30 en el que Zaragoza avisaba que el intercambio de fuego había iniciado. A raíz de la incertidumbre el gobierno había hecho salir precipitadamente al general Florencio Antillón al mando de los Batallones de Guanajuato, quedando como guardianes de la capital sólo 2,000 hombres del Regimiento de Coraceros Capitalinos A las 4:15 de la tarde finalmente se recibió un nuevo telegrama: … Sobre el campo a las dos y media.— Dos horas y media nos hemos batido. El enemigo ha arrojado multitud de granadas.— Sus columnas sobre el cerro de Loreto y Guadalupe han sido rechazadas y seguramente atacó con cuatro mil hombres. Todo su impulso fue sobre el cerro.— En este momento se retiran las columnas y nuestras fuerzas avanzan sobre ellas. Comienza un fuerte aguacero.— I. Zaragoza Finalmente, a las 5:49 de la tarde, Zaragoza anuncia la victoria: Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria: el enemigo ha hecho esfuerzos supremos por apoderarse del Cerro de Guadalupe, que atacó por el oriente de izquierda y derecha durante tres horas: fue rechazado tres veces en completa dispersión y en estos momentos está formado en batalla, fuerte de más de 4,000 hombres, frente al cerro de Guadalupe, fuera de tiro. No lo bato, como desearía, porque el Gobierno sabe (que) no tengo para ello fuerza bastante. Calculo la pérdida del enemigo, que llegó hasta los fosos de Guadalupe en su ataque, en 600 o 700 entre muertos y heridos; 400 habremos tenido nosotros. Sírvase vd. dar cuenta de este parte al C. Presidente.— I. Zaragoza El general conservador Miguel Negrete, abandonó al partido conservador y se puso a disposición de Zaragoza con la siguiente frase: “Yo tengo patria antes que partido.”
La tropa estaba bien dispuesta y entusiasmada, contestaba con ardor ¡Viva México! La acción estaba por darse, la suerte resolvería. Veamos cómo narró esta formidable batalla del 5 de Mayo de 1862, en distintos periódicos, el biografiado: Al amanecer del día 5 de Mayo, en lo que primeramente me ocupé fue en revisar mi posición y contar mis fuerzas, que quedaban en el centro de las dos posiciones de Guadalupe y Loreto, y vi que eran 800 hombres formando dos pequeños batallones de Morelia y el batallón de Zacapoaxtla. En el cerro de Guadalupe tres pequeños Batallones: dos de Morelia y el segundo batallón de Puebla, formado en su mayor parte de los trabajadores del campo que habíamos tomado de leva en el camino. Total, quinientos y tantos hombres; y en el cerro de Loreto, el sexto batallón de línea, que no llegaba a 200 hombres, con lo cual se completaban escasamente, y por junto, 1,500 hombres. A las siete de la mañana, se presentó el enemigo en la hacienda del Álamo, que dista tres millas de la capital de Puebla. Allí hizo alto poco menos de una hora, emprendiendo en seguida su marcha sobre la plaza. Venían tres columnas paralelas de infantería, trayendo su reserva, en el centro, a otro regimiento con un escuadrón a la derecha y otro a la izquierda de la reserva, y a la cabeza de esta reserva el General en Jefe con su Estado Mayor, tras la columna de reserva, los carros y mulas de ambulancia. En este orden, se presentaron a la vista de la garita, y haciendo una marcha por el flanco derecho, vinieron a colocarse en el mismo orden al norte de los cerros de Loreto y Guadalupe. Antes de desprenderse las tres columnas sobre los cerros, de la que venían de la izquierda, formada por el Regimiento de Cazadores de Vincennes, se desprendieron dos compañías de vanguardia sobre el flanco izquierdo de nuestras fuerzas, que estaban en la garita, sirviéndoles a su vez de reserva una compañía del 99, cuyo cuerpo formaba la reserva total del eiército invasor. Estos hombres de Cazadores Vincennes se posesionaron de una zanja, en donde estuvieron todo el tiempo que duró el combate en los cerros. En el acto que vi desprenderse los tiradores del Regimiento de Zuavos que formaban el centro de la batalla, mandé desprender el Batallón de Zacapoaxtla en guerrillas de tiradores, con sus reservas, con orden a su coronel, el patriota D.Juan N. Méndez, para que me atraiera la columna enemiga al centro de los dos cerros, y que se viniera batiendo en retirada y haciendo fuego, hasta quedar formado a la izquierda de los batallones de Morelia. El enemigo traía a su derecha el primer Regimiento de Marina; en el centro de los zuavos con una gran línea de tiradores, y el resto de Cazadores del Regimiento de Vin-cennes a la izquierda. En este orden avanzaban dichas tres columnas, protegidas por el fuego de su artillería, que estaba ya muy activo a la sazón sobre la posición de Guadalupe. Este ataque dado por los invasores sobre nuestras posiciones, quedaba completamente oculto a la ciudad de Puebla; al Cuartel General y al resto de nuestras fuerzas. Mandé a mi ayudante que avisase al General en Jefe, que solamente dos compañías se habían desprendido sobre la garita, y que yo tenía encima todo el ataque de los invasores. Ya mis guerrillas de Zacapoaxtla, venían en retirada y se me presentaba su jefe, el Coronel don Juan N. Mendez, herido con un balazo en el hombro izquierdo. Mandé que se retirara para que lo curasen, ofreciéndole que en esos momentos lo iba yo a vengar. A la sazón se me presentó el Teniente Coronel don Agustín Lozano, anunciándome que de orden del General en Jefe ponía al General Berriozabal bajo mis órdenes. Como he dicho antes, se había mandado al General Berriozábal del Cuartel General para ponerse a mis órdenes su columna, la cual era compuesta del Fijo de Veracruz y dos batallones de Toluca, primero y tercero. Al presentárseme dicho señor Berriozábal, me manifestó que lo mandaban a mis órdenes, pero que yo ya sabía que no era soldado, a lo que yo le respondí que bien comprendía que yo sólo era el único responsable de esa posición, y le mandé formar sus tres cuerpos a la derecha de los dos batallones de Morelia y en batalla, pecho a tierra, encargando a dicho General que se ocultaran él y su Estado Mayor en donde no fueran vistos por el enemigo. Mandé en seguida a mis ayudantes para que dieran órdenes a todos los cuerpos que permanecieran pecho a tierra, comunicando al que se levantara ser castigado severamente por sus oficiales. Esta misma orden se había dado también a la tropa que estaba en los fuertes de manera que al replegarse el Batallón de Zacapoaxtla a la izquierda de la lira, echándose pecho a tierra, se quedó el enemigo sin encontrar a su vista fuerza a quien combatir. Como en la acción de las cumbres de Acultzingo vi el efecto que les hizo el ataque de sorpresa y emboscada, me propuse desde la víspera en la noche darles con toda la fuerza y desde los fuertes, un ataque igual. Así es que al llegar las columnas de Zuavos y de Marina con su gran línea de tiradores al frente no encontraron a más enemigo que a mí, montando en mi caballo. Comenzó en el acto toda su ala de tiradores a dispararme sus armas, matándome el caballo en los primeros tiros. Al caer el noble animal a mis pies, volví a montar en el acto en el caballo de mi criado, que se encontraba oculto, recibiendo en seguida otro tiro que se llevó la cabeza de la silla. Por un momento dejaron de tirarme, y el jefe que venía mandando las columnas de ataque del ejército invasor, mandó hacer un cambio de frente sobre su izquierda, para dirigir su asalto sobre el cerro de Guadalupe.
Los tiradores zuavos, en el movimiento que iban haciendo iban indudablemente a dar sobre línea; pero aún no acababan de darme el costado las columnas, cuando descubriéndome la cabeza con la mano izquierda, y levantando mi derecha con la espada en la mano, grité: ¡En el nombre del gran poder de Dios, arriba soldados y fuego! Al levantarse, los soldados se encontraron con sus enemigos a treinta varas de distancia; éstos, sorprendidos con el fuego que recibían de frente y por los costados, huían desorganizados y arrastrándose por el suelo, siendo la desmoralización tan completa, que el primer Regimiento de Marina nos dejó más de mil setecientas mochilas tiradas; advirtiendo que en línea había por parte nuestra, la Brigada Berriozábal, compuesta de tres batallones; total, ochocientos y tantos hombres, y ochocientos en los tres cuerpos, los dos de Morelia y el de Zacapoaxtla; mil setecientos y tantos hombres en combate. El enemigo, mil y tantos zuavos y dos mil del primer Regimiento de Marina, total, tres mil y tantos hombres. A la primera rechazada, entusiasmada mi línea de batalla, me gritaba ¡a ellos, mi General! En el momento en que fueron alcanzados los zuavos, formaron grupos y círculos y se vinieron sobre nosotros. En esos momentos me hacía pedazos una bala mi espada; pero en el acto que volaba el puño de ella, se me presentó el Coronel don Feliciano Chavarría y me entregaba la suya, acción que le agradecí muchísimo porque comenzaba el combate a ponerse muy desfavorable para mis fuerzas, por la reclutada que cometí de permitir avanzar en desorden sobre el enemigo y no avanzar en batalla, como lo debía haber hecho. Al ver que comenzaba a tener muchas bajas, por la ventaja que tenían los enemigos sobre nosotros a la bayoneta, con la misma voz que mandé levantar y romper el fuego, volví a gritar la retirada, arrancando a mis soldados de la muerte segura. Volviendo a mi posición, hice formar en batalla, y aunque ésta se efectuó sin el orden de cuerpos, por estar confundidos unos con otros, sin embargo, quedó bien organizada, sin separarse un solo soldado de la línea. Al ser yo avisado de la aproximación de la columna, corrí para el fuerte de Guadalupe; pero antes de llegar a ese punto me encontré con un ayudante del General en Jefe que conducía el batallón de Reforma de San Luis, que mandaba el General Zaragoza, de auxilio; y poniéndome a la cabeza de dicho batallón, salí al costado izquierdo del fuerte, lugar donde llegué en momentos que atacaban el fortín que ve hacia el Norte y el Poniente, y a 15 varas de su costado mandé desplegar en batalla el Batallón de Reforma, mandando también en batalla, a retaguardia, la primera división y el paso veloz sobre la derecha, rompiendo un fuego graneado sobre el valiente primer Regimiento de Cazadores de Vincennes, poniéndole en completa dispersión. Los soldados que defendían esa cortina, eran los trabajadores del campo que habíamos tomado de leva en la retirada de Acultzingo. Estos peones, en medio del entusiasmo, tiraron las armas, y tomando piedras de unos montones que había allí, concluyeron con una granizada de piedras sobre los Cazadores de Vincennes.
Este hecho me lo hizo advertir el Coronel don Rafael Cravioto que se encontraba a mi lado; en esos momentos, los dispersos de la columna de Vincennes huyendo de nuestros fuegos, se desbordaron por el Oriente del cerro, y según lo que me contó un ayudante del General en Jefe, al verlos bajar tiró su cachucha por lo alto el General Zaragoza, gritando: ¡Hemos ganado! ;Este es el General Negrete! ¡Viva México! En esos momentos un ayudante mío le anunciaba al General en Jefe el parte del triunfo definitivo, sobre los cerros. Montando dicho General inmediatamente a caballo, subió con ellos; yo me encontraba frente a la línea con un anteojo observando la retirada del enemigo, que la hacía por la hacienda del Álamo, cuando fui avisado que el General en Jefe se acercaba. Salí a su encuentro, y le di un ligero parte de la acción, conduciéndolo al campo de batalla, y al observar a los muertos del ejército enemigo, abriéndome los brazos, me dijo: "General, esto es de gran importancia para nuestra patria; reciba usted mis felicitaciones y este abrazo", y al abrazarnos, montados sobre nuestros caballos, se nos rodaron a ambos las lágrimas de entusiasmo.
Después recorrimos todo el campo, y cuando llegamos al foso donde se había rechazado a los Cazadores de Vincennes, alli volvió a tener dicho Ceneral en jefe otro momento de entusiasmo. Entre los muertos había varios oficiales, distinguiéndose entre ellos un capitán, que murió casi sentado con el frente a la trinchera, lleno su pecho de condecoraciones; en ese lugar vimos que los invasores llegaban a la hacienda del Álamo, retirándose el General en Jefe para la ciudad. Los zuavos, que se creyeron triunfantes por un momento, avanzaban a paso de carga sobre nuestra retirada; pero al ser recibidos por un fuego nutrido de la batería, vinieron muchos a morir al pie de nuestros soldados. Ya en esta vez no quise mover mi línea sobre el resto que quedaba de los zuavos, y al cesar el fuego, mandé descansar armas. Mientras estos combates pasaban, los Cazadores de Vincennes avanzaban sobre el fuerte de Guadalupe. A esta columna de Cazadores le servía de guía un joven jalapeño que se llamaba Carlos Duffó; éste los conducía por las pedreras, haciéndoles desfilar y perdiendo muchas horas en su marcha, por cuya causa llegaron tarde al combate. Miguel Negrete».
Falleció el 5 de enero de 1897 en la Ciudad de México. Sus
restos fueron inhumados en la
Rotonda de las Personas Ilustres el 5 de mayo de 1948.
Fuente: Pedro Angel Palou Pérez, “Toda la noche ardió la tierra. Dignidad de las comunidades poblanas ante el invasor”, Puebla, Editorial Las Ánimas, 2011.
Nació
el 29 de Septiembre de 1869 en Morelia, Michoacán y murió el 25 de Mayo de
1941. Era sobrino de don Sebastián y don Miguel Lerdo, quienes ocuparon altos
puestos políticos de México en el siglo XIX. Su padre, que era primo hermano de
ambos, y nativo de Veracruz, se trasladó a Morelia a mediados del siglo XIX, y
residió en Michoacán durante varios años. Ahí nació Miguel, en la calle de la Columba, que está junto al
templo que lleva el mismo nombre, en Morelia. Al poco tiempo falleció el padre
de Miguel, quien por lo tanto quedó huérfano de padre desde muy corta edad. Su
madre decidió que siguiera la carrera eclesiástica, por lo que lo inscribió en
el Seminario de Morelia y posteriormente en el Seminario Conciliar cuando se
trasladó a la ciudad de México. Desde joven militó en las fuerzas
liberales dentro de la corriente de los “puros”. a partir de 1848 publica en el
periódico El Monitor Republicano una serie de artículos en los que sostiene que
los norteamericanos vencieron porque en México no hay un nacionalismo
arraigado; Que la agricultura se halla en una gran crisis porque las
corporaciones eclesiásticas son las principales propietarias de la tierra y los
agricultores trabajaban para ellas; Que los productos elaborados son de pésima
calidad y por lo tanto el ingreso de impuestos es tan bajo que el gobierno se
halla en continua crisis; Y que existe una minoría privilegiada que impide el
progreso económico y por tanto político del país. En 1849 formó parte del
ayuntamiento de la ciudad de México. En 1850 publica el cuadro sinóptico de la República Mexicana
que es un resumen estadístico actualizado de la situación del país. Así como
sus apuntes históricos de la
Heroica ciudad de Veracruz. En 1852 es presidente del
ayuntamiento de la capital de la república y de la compañía lancasteriana. En
1853 forma parte de la comisión que llamó a Santa Anna del exilio. Fue oficial
mayor de fomento y encargado del despacho del 15 de agosto al 11 de diciembre
de 1855, desde donde emite decretos que benefician la industria, el transporte,
la agricultura, la minería, las vías de comunicación, la enseñanza y la
colonización. Crea un Colegio de Agricultura y sienta las bases para establecer
una escuela especial de comercio. Ministro de hacienda de Comonfort; Presenta la Ley de Desamortización de
Bienes de la Iglesia
y de Corporaciones, promulgada el 26 de junio de 1856, conocida como Ley Lerdo,
que pretende aprovechar las propiedades de las corporaciones eclesiásticas al
venderlas a sus arrendatarios por un precio calculado según la renta que
pagaba, con el reconocimiento de su valor a sus antiguos dueños y con el pago
de impuestos o alcabalas que entran directamente a las arcas del gobierno;
Según la Ley, los
bienes no arrendados se venderán en subasta pública y las corporaciones
religiosas no podrán adquirir bienes raíces, excepto los destinados al culto.
(Esta ley, al despojar a los pueblos indígenas de la seguridad en la tenencia
de su propiedad comunal y promover títulos individuales de la misma, abriría la
puerta al latifundismo porfiriano). Es simultáneamente ministro de Relaciones
Exteriores. En 1857 es electo diputado por el 3er. distrito para el congreso
constitucional, y más tarde presidente de la Suprema Corte de
Justicia. Varias juntas liberales lo apoyan como candidato presidencial contra
Comonfort, pero ante la presión de sus compañeros y amigos, Francisco Zarco e
Isidoro Olvera, decide renunciar. En diciembre de 1857 nuevamente forma parte
del gabinete constitucional de Comonfort. En 1858 al inicio de la Guerra de Reforma, se
refugia en la legación de Estados Unidos y cuando sale va a reunirse con Juárez
a Veracruz, quien lo designa ministro de Hacienda. en febrero de ese mismo año,
junto con Ocampo, sostiene varias entrevistas con Churchwell, agente especial
de Cass, ministro de Estado de Estados Unidos, con quien firma un protocolo en
el que se escuchan proposiciones sin rechazar ni conceder. En marzo de 1859 en
junta de gabinete, opina que se prescinda de la legalidad (Constitución de
1857) y se forme un triunvirato salvándose la Reforma. En abril
desconfía del triunfo de las fuerzas liberales e insiste en proponer cualquier
arreglo que diese por resultado la paz, pues ya cree imposible el triunfo del
Partido Constitucional; sus propuestas son rechazadas. En julio de 1859 va a
Washington y a Nueva York a conseguir un préstamo aprovechando el decreto de
confiscación de los bienes del clero; No lo logra y regresa a Veracruz. En
diciembre de 1860 Juárez rechaza también la propuesta de Lerdo de ir a México
para concertar arreglos de paz. Cuando el gobierno de Juárez propone la
suspensión de los pagos de la deuda externa, renuncia al Ministerio de
Hacienda, lo que no le es aceptado. Al triunfo de la República, vuelve como
Magistrado de la
Suprema Corte. En las elecciones presidenciales se presenta
como candidato junto con Juárez y González Ortega. Fallece en Tacubaya,
Distrito Federal, el 22 de marzo de 1861, contagiado de tifo a sus 49 años de
edad. A fines de enero de 1868, sus amigos suscitan desde el periódico "El
Heraldo", una polémica con Ocampo y lo presentan como promotor y casi
autor exclusivo de las Leyes de Reforma. Al ser mostradas sus disensiones, se debilita
el Gobierno de Juárez. La controversia tiene que suspenderse, pero sus
consecuencias son desfavorables para la causa liberal.
El
22 de marzo… En 1861, fallece, don Miguel; Nacido en Veracruz, el 6 de julio de
1812.
Por; Jesús Hoyos Hernández//Nacional//Análisis//Política//Opinión//
Independencia de México//
La Independencia de México.
La Independencia de México.
No
fue solo una guerra, sino una serie de eventos sociales, económicos y políticos
que transformaron a la
Nueva España en la nación que conocemos hoy.
El
Grito de Independencia marca el inicio de la lucha en la que participaron
diversas personas que defendieron los ideales de libertad y justicia, algunas
liderando el Ejército Insurgente y otras peleando codo a codo. La lucha por la
independencia tuvo su origen en la llamada “Conspiración de Querétaro” de 1810.
La conjura tenía su epicentro en dicha ciudad -donde estaban involucrados el
corregidor Miguel Domínguez, su esposa Josefa Ortiz y los hermanos Emeterio y
Epigmenio González- pero también había extendido sus redes hacia San Miguel el
Grande y el pueblo de Dolores. Los conspiradores eran encabezados por el
capitán del Regimiento Provincial de Dragones de la Reina, Ignacio Allende, y
tenían la intención de levantarse en armas contra el gobierno de los
peninsulares a finales de 1810, para establecer una junta de gobierno americana
similar a la que habían propuesto los criollos del Ayuntamiento de la ciudad de
México en 1808 al conocer la noticia de la prisión del rey de España. Sin
embargo, la conspiración de 1810 fue descubierta y el 14 de septiembre
empezaron las detenciones de los involucrados en Querétaro. Josefa Ortiz fue
encerrada por su esposo para evitar una acción impulsiva de su parte, sin
embargo, “la corregidora” logró comunicarse con el alcalde de la cárcel,
Ignacio Pérez, quien salió rumbo a San Miguel para avisar a Allende del
desmantelamiento del proyecto. Reunidos en Dolores, la madrugada del 16 de
septiembre, Allende y el párroco Miguel Hidalgo decidieron acelerar y cambiar
sus planes para convocar al pueblo a levantarse en armas contra el régimen
español.
La
independencia de México fue un movimiento armado que comenzó el 16 de
septiembre de 1810 y terminó el 27 de septiembre de 1821. Antes de la
independencia, el actual territorio de México era llamado Nueva España, y fue
una colonia española durante 300 años. Esta colonia floreció gracias al
desarrollo de la minería, sin embargo, a fines del siglo XVIII comenzaba a
entrar en crisis económica. Se trataba de una sociedad rígidamente dividida en
castas dependiendo de la “raza”: la raza se definía en grados, dependiendo de
la cantidad de ancestros europeos, y aquellos de raza europea “más pura”
obtenían mayor privilegio. En este contexto de descontento, se iniciaron
revueltas en todo el territorio que se sostuvieron a los largo de 11 años, de
forma cada vez más organizada, logrando su éxito con la entrada de los
insurgentes a la ciudad de México. El 27 de septiembre de 1821 culminó la Independencia de
México.
El Grito de Dolores
El
inicio de la lucha se dio la madrugada del 16 de septiembre de 1810, cuando el
cura Miguel Hidalgo y Costilla llamó a su pueblo a levantarse en armas contra
el gobierno virreinal. Este evento, conocido como el "Grito de
Dolores," se considera el inicio de la guerra de independencia. Hidalgo
lideró un ejército popular, compuesto en su mayoría por indígenas y campesinos,
que avanzó por el centro de México, pero su movimiento no tenía un plan militar
claro.
La etapa de
organización y resistencia
Tras
la captura y fusilamiento de Hidalgo en 1811, el liderazgo pasó a José María
Morelos y Pavón. Morelos dio una estructura militar y política al movimiento,
convocando al Congreso de Chilpancingo en 1813, donde se proclamó la primera
declaración de independencia y se redactaron los "Sentimientos de la Nación," un documento
que establecía la soberanía del pueblo y la abolición de la esclavitud. A pesar
de sus victorias, Morelos fue capturado y fusilado en 1815. Con
su muerte, el movimiento de independencia se debilitó y se fragmentó en
guerrillas y focos de resistencia aislados. Figuras como Vicente Guerrero
continuaron la lucha en el sur del país, manteniendo viva la llama de la
rebelión.
La consumación de la
independencia
La
independencia no se consumó por una victoria militar decisiva de los
insurgentes, sino por un cambio de alianzas. En 1821, el militar realista
Agustín de Iturbide se unió a Vicente Guerrero, su antiguo adversario. Juntos
firmaron el Plan de Iguala, que establecía la independencia de México bajo tres
garantías: religión (católica), independencia (bajo una monarquía
constitucional) y unión (entre americanos y europeos). Finalmente, el 27 de
septiembre de 1821, el Ejército Trigarante (formado por las tropas de Iturbide
y Guerrero) entró triunfalmente a la
Ciudad de México, marcando el fin de la guerra y la
consumación de la
Independencia de México.
Datos que no sabias
de la guerra de Independencia
La
historia básica es bien conocida. La guerra con la que México obtuvo su
independencia respecto del Imperio Español, comenzó el 16 de septiembre de 1810
y concluyó el 27 de septiembre de 1821. A grandes rasgos, los libros de texto de
educación básica enseñan que el sacerdoteMiguel Hidalgo y Costilla da el
llamado Grito de Dolores, y es 11 años después que el Ejército Trigarante,
encabezado por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, entra a la Ciudad de México. Pero,
¿qué pasó en este lapso?, ¿cuál es el detalle de estos acontecimientos
históricos y de su celebración? A continuación te ofrecemos 13 cosas que quizá
desconocías sobre el movimiento con el cual México consiguió ser una nación
independiente, incluido por qué se celebra esta efeméride cada 15 de
septiembre, y no el día 16, cuando realmente inició el movimiento armado.
1. ¿Celebrar el 15 o
el 16?
Tradicionalmente,
la celebración de esta fiesta patria empieza el 15 de septiembre, cuando
–alrededor de las 23:00 horas– el presidente de la República da el
Grito de Independencia desde Palacio Nacional y hace sonar la campana de
Dolores, la misma que sonó durante la arenga que pronunció el cura Hidalgo...
aunque esto ocurrió cerca de las dos de la madrugada del 16 de septiembre de
1810. Existe la creencia de que el inicio del festejo es obra de Porfirio Díaz,
quien habría movido el Grito a la noche del 15 para hacerlo coincidir
con su cumpleaños. La realidad es que desde la década de 1840, cuando el
general tenía apenas 10 años de edad, la fiesta cívica ya iniciaba el día 15
con una serenata, bandas de música, fuegos artificiales y fuego de salvas de
artillería.
2. ¿Qué gritó Miguel
Hidalgo?
Los
testimonios coinciden en que el cura Hidalgo pronunció “vivas” a la Virgen de Guadalupe, a la
religión católica y al rey Fernando VII, así como algunos “muera” al “mal
gobierno”, durante el discurso con el cual arengó a la población a levantarse
en armas. No obstante, estos registros consignan varias versiones por lo que no
se cuenta con un “grito oficial”.
3 ... Pero no tocó
la campana de Dolores
El
personaje que tocó la campana de Dolores fue José Galván, el campanero de la
parroquia, y no Miguel Hidalgo, como algunos creen.
4. ¿Existió 'El
Pípila'?
Existen controversias en algunos autores algunos afirman que no
existen pruebas sobre la existencia de Juan José de los Reyes Martínez
Amaro, El Pípila, un trabajador de la mina de Mellado, Guanajuato, a quien
se atribuye haber ayudado a la toma de la Alhóndiga de Granaditas: protegido con una losa a
sus espaldas, prendió fuego a la puerta. La leyenda de El
Pípila “representa a esos hombres anónimos sacrificados en la Independencia”.
5. El día que
Hidalgo frenó la
Independencia
El
30 de octubre de 1810 los insurgentes derrotaron a las tropas realistas en la Batalla del Monte de las
Cruces –actualmente el Parque Nacional Insurgente, mejor conocido como La Marquesa. Esta
victoria le abrió el camino hacia la
Ciudad de México, poniendo al movimiento a un paso del
triunfo; sin embargo, en el último momento, Hidalgo se negó a entrar a la
capital, frenando lo que pudo significar el asalto definitivo y el fin de la
guerra de Independencia, “quizá por el número de bajas y deserciones, por
agotamiento y falta de armamento o por temor a la violencia y el saqueo”.
6. Allende vs
Hidalgo
A
la negativa tras la Batalla
del Monte de las Cruces siguió la total desavenencia entre Hidalgo e Ignacio
Allende que, sumada a diferencias previas, rayó en el odio. “Todas esas razones
llevaron a Allende a planear el envenenamiento de Hidalgo, y aunque repartió
tres dosis de veneno, nunca pudo llevar a cabo su plan porque Hidalgo estaba
bien protegido”.
7. Las últimas
palabras de Hidalgo
“No
me tengas lástima, sé que es mi último día, mi última comida y por eso tengo
que disfrutarla; mañana ya no estaré aquí; creo que eso es lo mejor, ya estoy
viejo y pronto mis achaques se van a comenzar a manifestar, prefiero morir así
que en una cama de hospital”, fueron algunas de las últimas palabras del cura
Hidalgo, expresadas el 29 de julio de 1811, horas antes de ser fusilado en
Chihuahua por el Ejército Realista, según un manuscrito citado por el Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH).
8. ¿Y Morelos?
"Señor
si he obrado bien, tú lo sabes y sin mal, me acojo a tu infinita misericordia”,
habría pronunciado Morelos –sacerdote, igual que Hidalgo– el 22 de diciembre de
1815, crucifijo en mano, antes de ser fusilado en Ecatepec, Estado de México,
luego de que fue capturado por tropas españolas, de acuerdo con el INAH.
9. Mueren los
héroes, nace la tradición
Dos
años después del inicio de la lucha de Independencia, el 16 de septiembre de
1812, el general Ignacio López Rayón, secretario del cura Hidalgo, celebró el
aniversario del Grito de Dolores en Huichapan, Hidalgo. En 1813, José
María Morelos y Pavón planteó en sus “Sentimientos de la Nación” –texto base de la Constitución de
1814–, solemnizar el día 16 de septiembre “como el día aniversario en que se
levantó la voz de la
Independencia"; el texto final declaró a la fecha “una
fiesta nacional”. Y fue el emperador Maximiliano I de México quien en 1864
utilizó por primera vez el discurso y las arengas para recordar el inicio del
movimiento patriótico, desde el pueblo de Dolores. Maximiliano de Habsburgo, viajó a Dolores Guanajuato para dar el grito en la Casa del Diezmo donde vivió Miguel Hidalgo? Esto sucedió el 15 de septiembre de 1864. El austriaco se esmeró en forjar una identidad histórica para su efímero imperio, al tiempo que trataba de legitimar su posición.
Porfirio Díaz trasladó la
celebración del Grito al Zócalo, con todo y la campana original de
Dolores que fue llevada a Palacio Nacional en 1896. Francisco I. Madero, el
primer presidente electo de la
Revolución, continuó con la celebración del 15 de septiembre.
10. “Fallas
técnicas” en el Centenario
Durante
el festejo del Centenario de la Independencia mexicana, opositores a Porfirio Díaz pusieron un trapo en el interior –el badajo– de la Campana de Dolores. Después
de haber gritado: “¡Viva la
Libertad! ¡Viva la Independencia! ¡Vivan los héroes de la Patria! ¡Viva la República! ¡Viva el
pueblo mexicano!”, el presidente Porfirio Díaz intentó hacer sonar la campana
pero ésta no produjo ningún sonido. El líder revolucionario Francisco I. Madero
atribuyó el sabotaje a los simpatizantes de su causa.
11. Los otros gritos
En
1968, el año del movimiento estudiantil reprimido por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, Heberto Castillo, líder de la izquierda, arengó a los jóvenes en
Ciudad Universitaria. Otro dirigente opositor de izquierda, Andrés Manuel López Obrador encabeza desde 2007 su propio grito de Independencia alternativo.
12. ¿Bicentenario de
la Independencia?
En
2010, se celebró el bicentenario del inicio del movimiento. El bicentenario de la Independencia, como
tal, podría celebrarse en 2021, pues en ese año se cumplirán 200 años de la
entrada del Ejército Trigarante a la
Ciudad de México y de la firma del Acta de Independencia. México
fue reconocido por España como nación independiente hasta 1836 mediante el
Tratado Santa María-Calatrava.
13. ¿Siervo, o
ciervo?
Junto
con los restos de Morelos, conocido como “Siervo de la Nación”, fueron exhibidos
los de otros héroes de la nación durante un desfile celebrado en 2010, año del
bicentenario del inicio de la gesta histórica, pero dos años después se
hicieron públicos estudios del INAH que indican que en la urna sacada de la Columna de la Independencia había
restos de niños, mujeres... y venados o ciervos.
El
28 de mayo de 1864 ancla en el puerto de Veracruz procedente de Trieste en el
mar Adriatico la
Fragata Novara que trae como tripulantes a los emperadores
Maximiliano y Carlota, su llegada será mal vista por el pueblo Jarocho y
celebrada por los pocos conservadores que se encontraban en la ciudad-puerto,
desembarcaron hasta el día 29 de mayo, según la leyenda que Fernándo del Paso
recoge en su libro Noticias del Imperio fueron recibidos por zopilotes
simbolizando el mal augurio de la pareja. El frío recibimiento molesto a la
emperatriz que se repuso del trago amargo hasta que se fueron adentrando en el
país, ya en ciudades como Orizaba y Puebla de Zaragoza el recibimiento fue apoteosico.
Cuando llegaron a la Ciudad
de México el palacio nacional les pareció un cuartel de tercera, saqueado por
la chusma, sin muebles para dormir, la pareja tuvo que pasar la noche
Maximiliano sobre una mesa de billar y Carlota en un sillón, sin poder
conciliar el sueño a causa de los cohetes con los que en la capital los
recibieron y atacados por las chinches y Garrapatas que había en la habitación
del palacio de gobier. En
1864, Maximiliano de Habsburgo fue proclamado emperador de México, pero su
reinado fue efímero y trágico, conocido como la Guerra de los Cien Días. Maximiliano
de Habsburgo, miembro de la familia real austriaca, fue invitado por
conservadores mexicanos y apoyado por el emperador francés Napoleón III para
establecer una monarquía en México. Llegó al país con su esposa, la emperatriz
Carlota, y asumió el trono en 1864. Sin embargo, su gobierno enfrentó una
fuerte resistencia de los republicanos liderados por Benito Juárez. A
medida que la guerra civil se intensificaba, Napoleón III retiró su apoyo
militar en 1866, dejando a Maximiliano en una posición vulnerable. A pesar de
los intentos de Carlota de obtener ayuda en Europa, Maximiliano decidió
quedarse y luchar. La situación empeoró en 1867, cuando las fuerzas
republicanas rodearon la ciudad de Querétaro, donde Maximiliano se había
refugiado con su ejército. El
sitio de Querétaro duró varias semanas y culminó con la captura de Maximiliano
el 15 de mayo de 1867. Fue juzgado y condenado a muerte por traición. A pesar
de los intentos diplomáticos de varias naciones europeas para salvarlo,
Maximiliano fue fusilado el 19 de junio de 1867 junto con dos de sus generales,
Miguel Miramón y Tomás Mejía. La Guerra de los Cien Días y la muerte de Maximiliano
marcaron el fin del Segundo Imperio Mexicano y consolidaron la República bajo el
liderazgo de Benito Juárez.
El
19 de junio de 1867, fue fusilado, Maximiliano de Habsburgo, Tomás Mejía, y
Miguel Miramón en el Cerro de las Campanas después de haber sido capturados por
la fuerzas republicanas. Pesó, en gran medida, contra el depuesto emperador la
ley draconiana que promulgó el 3 de octubre de 1865, titulada “Ley para
castigar bandas armadas y guerrilleros”, la cual rebajaba a los miembros de la
resistencia republicana a meros guerrilleros, cuatreros y saqueadores, ya que
en caso de ser capturados portando un arma, serían juzgados por una corte
marcial y pasados por las armas antes de 24 horas. También serían juzgados
quienes apoyaran, escondieran, les dieran avisos o recursos, a los miembros de
las fuerzas republicanas.
Detalle
de una obra de Víctor Cauduro.
El
fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo ocurrió el 19 de junio de 1867 en el
Cerro de las Campanas, en Querétaro. Fue ejecutado junto con los generales
conservadores Miguel Miramón y Tomás Mejía, tras ser capturados por las fuerzas
republicanas de Benito Juárez. Este evento marcó el fin del Segundo Imperio
Mexicano y el restablecimiento de la República.
El
fusilamiento fue resultado del juicio al que fue sometido Maximiliano, acusado
de usurpar el trono y de apoyar la intervención extranjera en México. A pesar
de los intentos de indulto, el gobierno de Juárez decidió ejecutar la
sentencia, justificándola como un acto de reafirmación de la soberanía nacional
y un mensaje a las potencias extranjeras.
La
ejecución de Maximiliano tuvo un gran impacto a nivel internacional y simbolizó
la victoria de la República
sobre el imperio y la intervención francesa. Su muerte también generó
controversia, con algunas voces criticando la dureza de la medida y otras
defendiendo la necesidad de dar un ejemplo.
Juárez
nombró un Tribunal Militar para juzgar a Maximiliano y a sus aliados. Fueron
juzgados en el Teatro de la Ciudad
de Querétaro. Tras un juicio sumarísimo y teniendo como abogado defensor a
Rafael Martínez de la Torre,
juzgado por un Coronel y seis Capitanes, sin derecho a apelaciones y con base
en un interrogatorio que en su mayor parte el Emperador se negó a contestar,
alegando que eran cuestiones meramente políticas, los liberales lo condenaron a
muerte.
El
resultado fue que condenaron a los tres con la muerte y serian fusilados el día
19 de junio de 1867 en el Cerro de las Campanas. Ese día Maximiliano se levantó
en la madrugada y su Ayudante Húngaro Tüdos le ayudó por última vez a vestirse.
Usó una camisa blanca, chaleco, pantalón oscuro y una levita larga. Después de
confesarse, pasó a escuchar misa a la capilla del convento con los otros
prisioneros. A las 6:30 de la mañana, el Coronel Miguel Palacios, se presentó
en el pasillo con una fuerte escolta de sus hombres. "Estoy listo",
señaló el archiduque Austríaco con buen temple.
En
la calle, tres carruajes que habían sido alquilados los esperaban. Parten rumbo
al Cerro de la Campanas,
en el trayecto los custodian tropas del Ejército del Norte; al frente va un
Escuadrón de Caballería de los Cazadores de Galeana y detrás marcha personal
del 1er. Batallón de Nuevo León. Más de cuatro mil soldados del Ejército Republicano
han sido desplegados formando un cuadro al pie del cerro de las Campanas. Los
coches llegan al lugar antes de las 7 de la mañana. La mañana ha despuntado y
está radiante, los tres sentenciados se colocan frente a un tosco muro de
adobe, levantado precipitadamente el día anterior por tropas del Batallón de
Coahuila.
A
manera de despedida, Maximiliano da un fuerte abrazo a sus Generales y pide a
Miramón que se coloque en medio: "General, un valiente debe de ser
admirado hasta por los monarcas". Miramón saca un papel de un chaleco y
lee un discurso. Rechaza quedar bajo el estigma de traidor: "Protesto
contra la acusación de traición que se me ha lanzado al rostro... Muero
inocente de este crimen." Tomás Mejía permanece en silencio, pero es el
único de los tres que mira directo a los ojos a los soldados del pelotón de
ejecución. Después de haber sido fusilados, Benito Juárez envió el cuerpo de
Maximiliano a Austria en el mismo barco que lo trajo años atrás a México,
“Novara”.
Antes
de ser fusilado Maximiliano escribió al presidente Juárez
“Querétaro,
junio 19 de 1867
Señor
don Benito Juárez
Próximo
a recibir la muerte, a consecuencia de haber querido hacer la prueba de si
nuevas instituciones políticas lograban poner término a la sangrienta guerra
civil que ha destrozado desde hace tantos años este desgraciado país, perderé
con gusto mi vida, si su sacrificio puede contribuir a la paz y prosperidad de
mi nueva patria.
Íntimamente
persuadido de que nada sólido puede fundarse sobre un terreno empapado de
sangre y agitado por violentas conmociones, yo conjuro a usted, de la manera
más solemne y con la sinceridad propia de los momentos en que me hallo, para
que mi sangre sea la última que se derrame y para que la misma perseverancia,
que me complacía en reconocer y estimar en medio de la prosperidad, con que ha
defendido usted la causa que acaba de triunfar, la consagre a la más noble
tarea de reconciliar los ánimos y de fundar, de una manera estable y duradera,
la paz y tranquilidad de este país infortunado.