Por; Jesús Hoyos Hernández//Nacional//Cine mexicano// Época de Oro del cine mexicano// Muisca//
Biografía del piporro
Eulalio
González Ramírez nació en Los Herrera, Nuevo León, el 16 de diciembre de 1923.
Actor característico del tipo cien por ciento norteño de México. En su niñez
viajó por varios estados del norte de la República en compañía de su familia, ya que su
padre era empleado de aduanas. Estudió contaduría y fue estenógrafo, pero sus
inclinaciones artísticas lo llevaron a imitar cantantes en la radiodifusora
XEMR de Monterrey.
Aún
era muy joven cuando llegó a la
Ciudad de México, con el propósito de ingresar como locutor a
la XEW, la cual
en su decir: “En aquel entonces era un castillo para todos los que habíamos
empezado en provincia” (A fin de cuentas, el Piporro y yo nos parecemos mucho:
Eulalio González. Primera parte. Por César Güemes, El Financiero, sección
cultura, 2 de noviembre, 1995. P. 47.)
Su
personaje El Piporro fue creado para la serie radiofónica Ahí viene Martín
Corona (1948), transmitido por la
XEW y protagonizada por Pedro Infante. La serie fue todo un
éxito. El público gustó mucho de las aventuras del afamado Martín Corona y de
su escudero Piporro, viejo sesentón del norte de la República, a quien debía
caracterizar –el por aquél entonces veinteañero— Eulalio González.
Tanto
fue el éxito de la serie que Miguel Zacarías la llevó al cine: Ahí viene Martín
Corona (1951). Si bien en la radio Eulalio González era una ‘especie de padre
de crianza de Martín Corona’, según palabras del propio actor, la imagen del
joven no correspondía a la de aquél escudero, por lo que el maquillaje lo
convirtió en el viejo simpático y gruñón que el público había imaginado al
escucharlo por la XEW.
Poco
tiempo después, fue el propio Pedro Infante quien presentó al Piporro en el
Teatro Lírico para que la gente lo conociera tal y como era. Luego de esa
temporada, vinieron las presentaciones en otros teatros de revista y
actuaciones en el cine.
Como
actor cinematográfico, filmo cerca de 55 películas, 30 en papeles
secundarios y 25 como protagonista. Entre las más conocidas destacan Los santos
reyes (Dir. Rafael Baledón, 1958); La nave de los monstruos (Dir. Rogelio A.
González, 1959); El rey del tomate (Dir. Miguel M. Delgado, 1962) Los Tales por cuáles. Etc. y El Pocho
(Dir. Eulalio González Piporro, 1969); por la que obtuvo una Diosa de Plata.
También obtuvo un Ariel por Espaldas mojadas (1953).
Es
autor de cerca de 100 canciones tales como: El taconazo, Melitón el abusón,
Agustín Jaime, Chulas fronteras, El terror de la frontera y El ojo de vidrio,
cantadas y actuadas por él mismo con su estilo muy peculiar, que agradaba a
quienes en su momento las habían escuchado.
Eulalio
González, además, es autor de guiones cinematográficos como El Pocho (Dir.
Eulalio González Piporro, 1969). De esta película se dijo: “la película que
Eulalio González Piporro produjo, escribió, actuó y dirigió, buscando más la
taquilla, que a algún crítico que se fijara en él como autor cinematográfico,
continúa, al menos por ahora recaudando pesos mexicanos…” (El Pocho o el café
con alma de blanco. Por José Carlos Méndez. Cineclub, Año 1, No. 2, enero de
1971. P.P. 46-47)
También
como guionista, El Piporro escribio muchas películas que él mismo interpreto, como es el caso de El macho (Dir. Rafael Villaseñor, 1987), una
sátira contra el machismo. Otras de sus historias, que ha escrito para la
pantalla grande esperan ser producidas. Tal es el caso de los guiones: La
barriada y El hombre del acordeón. (¡Ajúa, Pues! Piporro escribe guiones. Desea
devolver la comedia a nuestro cine. Por Tricia Becerril. El Sol de México,
sección de espectáculos, 10 de junio de 1987).
En
1999 Eulalio González presentó su libro su Autobiografía …ajúa y anecdo…taconario,
donde según Carlos Monsiváis: “hay decenas o centenares de refranes que
invento. Yo creo que desde la
Edad Media, nadie había inventado tantos refranes como él.
Entre otros soportes, su humor requiere de la agilidad magnífica para, por así
decirlo, improvisar la tradición”. (Piporro, un gran improvisador de la
tradición: Monsiváis. Por Arturo García Hernández. La Jornada, sección cultura,
28 de marzo de 1999. P. 28).
Por
último, El Piporro sintetiza así su oficio como escritor de cine: “Un actor
cómico no debe reducirse a decir en el cine, teatro, radio o televisión, lo que
a otra persona se le ocurra escribir, sino participar en la confección de
argumentos y hasta de diálogos, para dar un punto de vista personal que se
ajuste más a la psicología del personaje por interpretar”. (El Santo Rey de la
pantalla grande. Por Jaime Ramírez. El Financiero, sección espectador, 21 de
noviembre, 1998. P. 48).
Por lo general el piporro personifico, a un rural un policía encubierto de la cordada, luchando por la justicia, siempre persiguiendo a cuatreros, roba-bancos y asesinos. El temple inquebrantable del actor con ética y la comicidad que siempre lo caracterizo.
5 de mayo de 1862 Muere Ignacio Zaragoza por la tifo. Ignacio Zaragoza no había tenido un momento de reposo. Infatigable recorría las posiciones de sus tropas y los campamentos donde se atendía a los heridos y los numerosos soldados azotados por una terrible epidemia de tifo.
Muerte de Ignacio Zaragoza. 8 de Septiembre
de 1862
El
5 de mayo de 1862 grabó su nombre en la historia de nuestro país y cuatro meses
después —en septiembre— exhaló su último suspiro y se convirtió en leyenda. Sin
duda, la muerte del general Ignacio Zaragoza conmovió al país y fue un golpe sumarísimo para la república. Hoy quiero compartirles lo que al respecto escribió
Raúl González Lezama, investigador del INEHRM:
«Cuando
la República
se encontraba preparándose para sufrir una nueva embestida de los invasores
franceses y sus aliados mexicanos, tuvo lugar el lamentable fallecimiento del
artífice de la victoria alcanzada a las afueras de la ciudad de Puebla el 5 de
mayo de 1862. Desde aquella fecha feliz, Ignacio Zaragoza no había tenido un
momento de reposo. Infatigable recorría las posiciones de sus tropas y los
campamentos donde se atendía a los heridos y los numerosos soldados azotados
por una terrible epidemia de tifo. En El Palmar, cuando se dirigía a Acatzingo,
fue atacado por un fuerte dolor de cabeza y alta temperatura. No se preocupó,
pues atribuyó ese malestar a la lluvia que durante su viaje lo empapó varias
veces. Lejos de recuperarse, la salud del general Zaragoza se deterioró. Su
secretario y el jefe de su Estado Mayor, sospechando que había caído víctima
del tifo, determinaron trasladarlo a Puebla. El general Jesús González Ortega
recibió del enfermo el mando provisional del Ejército de Oriente. En un guayín
al que se le acondicionó un toldo, fue acomodado el general saliendo muy
temprano de Acatzingo. El viaje fue penoso, pues fuertes aguaceros retrasaron
su marcha, llegando la tarde del 4
a su destino. Al día siguiente por la noche, el dolor de
cabeza y la fiebre fueron insoportables. A las 11 de la mañana del día 6,
comenzó a ser presa de delirios que lo llevaron a imaginar que se desarrollaba
una batalla, por lo que demandó sus botas de montar y su caballo. Los médicos y
ayudantes del general debieron sujetarlo para evitar que abandonara el lecho en
su deseo de salir a dirigir sus tropas. Al verse impedido, increpó a quienes
trataban de auxiliarlo, llamándolos traidores, pues en su ofuscación se imaginó
vendido a sus enemigos. Más tarde tuvo breves instantes de lucidez y los
facultativos creyeron posible su restablecimiento. En la Ciudad de México la alarma
había comenzado a cundir desde que se tuvieron noticias de su traslado a
Puebla. La madre de Zaragoza y una de sus hermanas, salieron rumbo a Puebla
acompañadas por el doctor Juan N. Navarro, enviado por órdenes del presidente
Juárez. El día 7, el mal fue en aumento; con dificultad pudo reconocer a su
madre y a su hermana y fue víctima de nuevas alucinaciones. El doctor Navarro,
tras examinarlo, declaró con desconsuelo que no había nada que se pudiera hacer
para salvarlo. La habitación del héroe del Cinco de Mayo se llenó de jefes,
oficiales y amigos del moribundo que deseaban acompañarlo en sus últimas horas.
Al amanecer del 8 de septiembre, un nuevo ataque se llevó consigo toda
esperanza. Ignacio Zaragoza, en su mente, se creyó prisionero de los franceses.
Cuando sus ojos contemplaron a la nutrida audiencia que rodeaba su lecho
preguntó: “¿Pues qué, también tienen prisionero a mi Estado Mayor? Pobres
muchachos… ¿Por qué no los dejan libres?”. Pocos minutos después expiró.
Un
telegrama del doctor Juan N. Navarro anunció a la capital la terrible noticia:
“Son las diez y diez minutos. Acaba de morir el general Zaragoza. Voy a
proceder a inyectarlo”. Ese mismo día, Sebastián Lerdo de Tejada en la Cámara de Diputados pidió
que se declarara benemérito de la patria al extinto general, que le fuera otorgado
el grado de general de división, que se concediera un donativo de cien mil
pesos para su única hija, pero, conociendo la imposibilidad del erario para
cumplir con esa disposición, sugirió que se le asignara una pensión de tres mil
pesos anuales a la pequeña huérfana en tanto no pudiera ser cubierta. Pensiones
iguales debían de ser asignadas a la madre y hermanas del fallecido. El
ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación, Juan Antonio de la Fuente, tuvo la ingrata
tarea de comunicar a los gobernadores de los estados de la República el trágico fin
del guerrero tejano y de comunicar el decreto del presidente Juárez en el cual
se ordenaban la ejecución de honras fúnebres en su memoria. El 13 de septiembre
fue el día fijado para la inhumación de Zaragoza. Todos los establecimientos
comerciales de la Ciudad
de México permanecieron cerrados y la mayoría de los habitantes de la capital
vestían de luto riguroso.
A
las once y media de la mañana, los niños de las escuelas abrieron el cortejo,
los seguía el comandante de la línea con sus ayudantes, tras ellos, un cuerpo
de la Guardia
Nacional móvil, dos cuerpos de Guardia Nacional sedentaria,
una batería de artillería y un escuadrón de lanceros; en seguida los caballos
de batalla del fallecido, entre los que se encontraba el utilizado durante la
batalla de Puebla, correctamente ensillado. El ataúd del general se hallaba
depositado en un carro fúnebre que en uno de sus costados llevaba una manta en
la que se leía “Cinco de Mayo”. Detrás del carro, venían los dolientes a pie,
el primero el presidente de la
República acompañado por sus ministros; tras ellos, numerosos
carruajes, todos ellos vacíos en señal de respeto. La procesión funeraria se
extendía a lo largo de muchas cuadras. Las calles por donde avanzó la procesión
lucían adornadas con cortinas blancas y lazos negros. Pocas casas dejaron de
adornar sus fachadas. Incluso la residencia del ministro de Prusia se mostraba
enlutada. En la esquina de Plateros (hoy Francisco y Madero) se levantó un arco
triunfal, en cuyo frente, escrito con hojas de laurel, se leía sencillamente
“Cinco de Mayo de 1862”,
no había necesidad de mayor explicación.
En
el Panteón de San Fernando, el cadáver fue colocado en el enorme catafalco en
cuyos costados se reprodujeron varios poemas en honor del fallecido. Los
oradores ocuparon su lugar en la tribuna; el primero en hablar fue José María
Iglesias, otros más hicieron uso de la palabra, pero sin duda, el más destacado
fue Guillermo Prieto, quien conmovió hasta las lágrimas a los presentes. A las
tres de la tarde la ceremonia había concluido. Francisco Zarco resumía el
sentimiento de la mayoría de los mexicanos: “Inmensa, dolorosamente, tal vez
irreparable es la pérdida que acaba de sufrir la República. Zaragoza
era su gloria, su tesoro, y era también su esperanza”. Y profetizó “Su nombre
no perecerá jamás, será transmitido a las más remotas generaciones, y figurará
al lado de los de Hidalgo y de los padres de nuestra independencia”
El C. general Ignacio Zaragoza. En 1829, nace en Bahía del Espíritu, cerca de Goliad, en Coahuila y Tejas cuando este territorio pertenecía a México y su padre, el capitán Miguel G. Zaragoza, se encontraba destinado en aquel lugar. estudia en Matamoros su primaria y después ingresa a la secundaria en el Colegio Seminario de Monterrey.
El
C. general Ignacio Zaragoza nació en la bahía del Espíritu Santo (Tejas) el 24
de Marzo de 1829. Fueron sus padres el capitán Miguel G. Zaragoza, que se
encontraba destinado en aquel lugar por el Gobierno mexicano, y la señora D.
María de Jesús Seguin. Recibió su primera educación en Matamoros y la continuó
en Monterrey, capital del Estado de Nuevo León, en donde comenzó también la
secundaria en el Colegio Seminario de aquella ciudad. Poco inclinado a las
únicas profesiones a que se podía aspirar con los estudios que se tenían en
aquel colegio, que eran las de la
Iglesia y del foro, abandonó la cartera y siguió a su padre,
quien fue destinado en Zacatecas. Separado de la carrera militar su referido
padre, regreso con la familia a Monterrey, en donde su hijo Ignacio se dedicó
al comercio.
Comenzaron
después a levantarse las milicias cívicas o guardias nacionales, y Zaragoza,
por su propia inclinación, fue uno de los primeros que con gusto se apresuraron
a inscribir. Sus compañeros de guardia nacional le nombraron sargento primero;
pero la carrera militar de Zaragoza dio principio en 1853, que por disposición
del gobierno absoluto de Santa-Anna, se levantaron milicias activas en Nuevo
León. Zaragoza marchó en una de esas compañías para Tamaulipas con el empleo de
capitán.
Desde
entonces tuvo ya deberes que llenar: había consagrado sus servicios a la
patria, empuñaba las armas nacionales y le era por lo mismo preciso ocurrir a
sus sentimientos de hombre y de mexicano, y pensar en la causa que se. le
quería hacer defender. Aquellos sentimientos no podían consultarle la pasiva
obediencia al gobierno arbitrario e inmoral que había usurpado el poder público
de su país. Zaragoza no debía, no podía servir a ese gobierno; aguardaba una
oportunidad para alistarse en las filas de los que lo combatían, esa
oportunidad se le presentó con el pronunciamiento de Monterrey desconociendo la
administración de Santa-Anna.
No
bien tuvo lugar este feliz suceso, que tanto contribuyó en la caída de aquel
tirano, cuando su digna madre, que vivía en Monterrey, mandó a uno de sus hijos
que violentamente fuera a Ciudad Victoria, en donde se encontraba el capitán su
hermano en el batallón que daba guarnición en aquella ciudad, para que le
impusiera de lo acaecido, y le manifestara que ni por un momento más siguiera
en las filas de aquel odiado gobierno, que le obligaría a combatir en contra de
sus hermanos y de la buena causa que estos defendían.
Zaragoza
no vaciló: abrigaba las mismas convicciones, y de acuerdo con dos o tres de sus
compañeros, expresó con dignidad sus intenciones a su coronel, tratando de
convencerlo, y diciéndole que era invariable su resolución, así como ineficaz
toda resistencia de su parte, supuesto que, como sabía, contaba con el aprecio
de la tropa, que también quería correr la suerte de sus paisanos los
nuevoleoneses. El coronel se opuso, pero no pudo impedir que al siguiente día,
30 de Mayo de 855, Zaragoza se pusiera en marcha para la mencionada ciudad de Monterrey,
con algunos oficiales y 113 hombres mas que le acompañaron.
Su
recepción en todo el Estado de Nuevo-León sirvió de augurio a los triunfos que
se esperaban, y avivó el entusiasmo en favor de la causa proclamada. Recursos,
hombres, armas, todos aprestaban en aquel Estado lo que tenían, y aunque faltos
de disciplina y de hábitos militares, los nacionales formaron en breves días,
un grupo de hombres que marchaban llenos de Fe, a combatir las selectas tropas
que tenia Santa-Anna en Matamoros al mando del siempre déspota y no
bastantemente odiado francés Adrian Woll.
Distantes
ya mas de sesenta leguas, se tuvo noticia que una fuerte brigada se aproximaba
por el camino del interior para ocupar Monterrey. Con la velocidad posible
regresaron aquellas fuerzas, y siguiendo hasta el Saltillo, vencieron allí el
23 de junio del mismo año, a esa orgullosa brigada, que contaba con un seguro e
indefectible triunfo. Sobre el campo de batalla recibió Zaragoza en esta
primera función de armas, el grado de coronel, debido a la serenidad y al valor
que desplegó en lo mas crítico y comprometido del ataque.
Pese
a lo corta de su existencia, ocupa un lugar muy destacado en la historia de
México. De acuerdo con la biografía publicada por Manuel Z. Gómez el año de su
muerte (1862):
“Soldados, se han portado como héroes combatiendo por la Reforma. Nuestros esfuerzos han sido siempre coronados por el éxito. Hoy van a pelear por un objeto sagrado, van a pelear por la Patria y yo les prometo que en la presente jornada conquistarán un día de gloria. Nuestros enemigos son los primeros soldados del mundo, pero nosotros somos los primeros hijos de México. Soldados, leo en nuestras frentes la victoria y la fe. ¡Viva la independencia nacional! ¡Viva la Patria!”
– Palabras del General Ignacio Zaragoza a su ejército antes del combate.
5 de mayo día de la batalla de Puebla
En 1829, nace en Bahía del Espíritu,
cerca de Goliad, en Coahuila y Tejas cuando este territorio pertenecía a México
y su padre, el capitán Miguel G. Zaragoza, se encontraba destinado en aquel
lugar. estudia en Matamoros su primaria y después ingresa a la secundaria en el
Colegio Seminario de Monterrey. Deja sus estudios en el seminario para tratar
de combatir la invasión norteamericana. en 1853 se alista en Nuevo León a la
guardia nacional como sargento. después se incorpora al ejército regular como
capitán. cuando Juan Álvarez proclama el Plan de Ayutla, se levanta en armas
con cien hombres. En 1855 gana en Saltillo una batalla contra las tropas
santanistas. Defiende Monterrey contra los conservadores en 1856. en 1858
regresa a la milicia con las fuerzas de Vidaurri, cuando Comonfort, siendo
presidente de la república, se pronuncia en contra de la constitución de 1857.
Muy pronto se revela como uno de los jefes militares liberales más capaces de
la reforma. En 1859 derrota en Querétaro a Tomás Mejía; se une a Jesús González
Ortega en Irapuato; responsable del ejército en Guanajuato; Vence a Miguel Miramón en Silao, Guanajuato y a Leonardo Márquez en las Lomas de Calderón. En
1860, participa en la batalla de Calpulalpan, donde los conservadores dirigidos
por Miramón, son derrotados definitivamente, hecho con el que acaba la Guerra de Reforma.
Restablecido el gobierno constitucional, el 13 de abril de 1861, Juárez lo
nombra ministro de guerra en sustitución de González Ortega. al iniciar la
invasión francesa, se forma el ejército de oriente dirigido por López Uraga. El
22 de diciembre siguiente, Zaragoza renuncia al ministerio para ir al campo de
batalla. cuando López Uraga deja el ejército de oriente ese mismo año de 1861,
Juárez le da el mando a Zaragoza, quien se dedica a organizarlo y se le unen
seiscientos indígenas Zacapoaxtla y de otras comunidades de Tétela y de la
sierra norte. con siete mil hombres, Zaragoza combate tanto a invasores como a
conservadores. El 28 de abril de 1862, libra la primera batalla en las cumbres
de Acultzingo, el saldo es de quinientos franceses y cincuenta mexicanos
muertos. Zaragoza instalará en Puebla su base de operaciones para evitar una
guerra de guerrillas. El 3 de mayo de 1862, llega a Puebla, que es partidaria
de los franceses. Ese mismo día fortifica los cerros de Guadalupe y Loreto. El
día 4, Lorencez al frente del ejército francés avanza para disponer su posición
de ataque; Días antes, había escrito a su ministro de la guerra: "Tenemos
ante los mexicanos tal superioridad de raza, de disciplina, de moral y de
elevación de sentimientos, que ruego a vuestra excelencia decir al emperador
que ya, desde ahora, a la cabeza de sus seis mil soldados, soy dueño de
México". Zaragoza, sabe que su ejército está en desventaja en disciplina y
armamento respecto al francés, al amanecer del 5 de mayo de 1862, Zaragoza
arenga a sus soldados: “Nuestros enemigos son los primeros soldados del mundo,
pero vosotros sois los primeros hijos de México y os quieren arrebatar vuestra
patria”. Ordena a Miguel Negrete dirigir la defensa por la izquierda; a Felipe
Berriozábal por la derecha y a Porfirio Díaz que esté junto a él. tras varias
horas de lucha, la batalla no se decide, se enfrentan cuerpo a cuerpo mexicanos
y franceses, finalmente, los invasores se retiran mientras Zaragoza grita:
"Tras ellos, a perseguirlos, el triunfo es nuestro". Por esta acción,
Zaragoza es considerado Héroe de la
Libertad y prócer de la batalla de Puebla y recibe en Palacio
Nacional una medalla en nombre de la patria. Zaragoza regresa a puebla donde, a
los treinta y tres años, muere de fiebre tifoidea contraída a consecuencia de
las fatigas de la campaña, el 8 de septiembre de 1862. sus restos son
trasladados a la capital y enterrados en el panteón de San Fernando. Zaragoza
es sustituido por González Ortega. el 11 de septiembre de 1862, Juárez decreta
que se cambie el nombre de la ciudad de Puebla de los Ángeles por el de Puebla
de Zaragoza.
El inventor británico Joseph Aspdin revolucionó la
industria de la construcción en 1824 al patentar el proceso de fabricación del
cemento Portland. Hoy en día, este material es clave en la construcción de
rascacielos, puentes y carreteras. ¡Celebremos su legado y los avances en la
construcción!
Joseph
Aspdin, nacido el 25 de diciembre de 1778 en Leeds, Inglaterra, es conocido
como el inventor del cemento Portland, una innovación que ha transformado la
industria de la construcción. Su invención ha permitido la construcción de
edificios, puentes y otras infraestructuras duraderas y seguras.
En
1824, Aspdin patentó un proceso para producir un material de construcción que
llamó "cemento Portland" porque su color y durabilidad se asemejaban
a las piedras de construcción de Portland, Inglaterra. Este cemento se
fabricaba calentando una mezcla de piedra caliza y arcilla en un horno hasta
que el dióxido de carbono se eliminaba, produciendo un material que, al ser
molido, se convertía en un polvo fino. Este polvo, cuando se mezclaba con agua,
formaba una pasta que se endurecía y se volvía extremadamente resistente. El
cemento Portland de Aspdin se convirtió en la base para el cemento moderno y ha
sido fundamental en el desarrollo de la infraestructura global. Desde
rascacielos hasta carreteras, el cemento Portland es un componente esencial en
la construcción moderna. El legado de Joseph Aspdin perdura en cada estructura
construida con su invención, proporcionando la base para la arquitectura y la
ingeniería civil contemporáneas.
Los que revolucionaron la industria
de construcciòn para ser más exactos; Joseph Aspdin, inventor del cemento
“portland” que todavía se usa en la construcción y a los que desarrollaron la
varilla corrugada e inoxidable “rebar”, como el ingeniero inglés Ernest
Ransome. Cemento Portland
(conglomerado hidráulico inventado por el constructor británico Joseph Aspdin
en 1824 y mejorado por el empresario e inventor estadounidense Thomas Alba
Edisson, en 1909).
El cemento Portland (1824) adquirió
fama con su uso en el túnel de 360 metros de largo, construido en Londres bajo
el Támesis. El primer túnel en el mundo que se construía bajo un río navegable.
Lo habían comenzado en 1825, usando cemento romano pero en cierto momento cedió
una parte del techo, se echó toneladas del cemento de Aspdin sobre la grieta y
se logró sellar, debajo del agua la rotura y concluir felizmente la obra.
Los romanos construían con rocas
calizas y volcánicas (piedra pómez), que contienen sílice activa. Esta
combinación dio lugar a lo que se conoce como cemento romano, con el
construyeron obras que se mantienen hasta nuestros días. Con la desaparición
del Imperio Romano se perdió la técnica. Para 1791 se descubrió un cemento que
patentó en 1796 con el nombre de Cemento Romano, – por una supuesta semejanza
con el usado por aquellos – con excelentes cualidades.
John
Stith Pemberton, nacido el 8 de julio de 1831 en Knoxville, Georgia, Estados
Unidos, es conocido mundialmente como el inventor de la bebida Coca-Cola. Su
creación ha tenido un impacto duradero en la industria de bebidas y la cultura
popular global. Pemberton, un farmacéutico de profesión, buscaba desarrollar
una bebida medicinal que ayudara a aliviar sus dolores tras haber sido herido
en la Guerra Civil
Americana. En 1886, en su laboratorio en Atlanta, Georgia, Pemberton creó un
jarabe a base de extracto de hojas de coca y nuez de cola, mezclado con agua
carbonatada. Inicialmente, la bebida se comercializó como un tónico medicinal
llamado "French Wine Coca." Buscaba desarrollar una bebida medicinal
que ayudara a aliviar sus dolores tras haber sido herido en la Guerra Civil
Americana. En 1886, en su laboratorio en Atlanta, Georgia, Pemberton creó un
jarabe a base de extracto de hojas de coca y nuez de cola, mezclado con agua
carbonatada. Inicialmente, la bebida se comercializó como un tónico medicinal
llamado "French Wine Coca."
Cuando
Atlanta implementó la prohibición del alcohol en 1886, Pemberton modificó su
fórmula para crear una bebida no alcohólica. El resultado fue Coca-Cola, una
bebida que rápidamente ganó popularidad por su sabor único y refrescante. El
nombre y el icónico logotipo de Coca-Cola fueron creados por el socio de
Pemberton, Frank M. Robinson.
Aunque
Pemberton vendió los derechos de su fórmula a varios socios debido a problemas
financieros y de salud, su invención sentó las bases para la que se convertiría
en una de las marcas más reconocidas y valiosas del mundo. Coca-Cola sigue
siendo un símbolo de innovación y éxito comercial.
John
Stith Pemberton falleció el 16 de agosto de 1888, pero su legado perdura en
cada botella de Coca-Cola disfrutada alrededor del mundo.
John Stith Pemberton falleció el 16 de agosto de 1888, pero
su legado perdura en cada botella de Coca-Cola disfrutada alrededor del mundo.
Como dato curioso
"John
Pemberton, el inventor de Coca-Cola, supuestamente compartió su fórmula
original con al menos cuatro personas antes de su fallecimiento en 1888. En
1891, Asa Candler adquirió los derechos de la fórmula del patrimonio de
Pemberton, estableció Coca-Cola Company e implementó una estricto velo de
secreto en torno a la receta. Candler también hizo modificaciones a los
ingredientes que, según la mayoría de las personas, mejoraron el sabor y le
permitieron afirmar que cualquiera que tuviera la fórmula original de Pemberton
ya no poseía la receta "verdadera".
En
1919, Ernest Woodruff lideró un grupo de inversores que compraron la empresa a
Candler y su familia. Como parte de la adquisición, Woodruff utilizó la única
copia escrita de la fórmula como garantía y la almacenó en una bóveda de la Guaranty Trust
Company de Nueva York. En 1925, después de pagar el préstamo, Woodruff trasladó
la fórmula escrita al Trust Company Bank (Truist Financial) en Atlanta. El 8 de
diciembre de 2011, la empresa lo colocó en una bóveda en el Mundo de Coca-Cola
en Atlanta, donde se exhibe al público.
Según
la política de la empresa, sólo dos empleados tienen acceso a la fórmula
completa en un momento dado y no se les permite viajar juntos. Si uno de ellos
fallece, el otro debe elegir un sucesor dentro de la empresa y transmitir el
secreto. Las identidades de estos dos empleados son en sí mismas secretos
celosamente guardados. Sin embargo, vale la pena señalar que la política de
"fórmula secreta" de la compañía es más una táctica de marketing que
un verdadero secreto comercial, ya que incluso si un competidor tuviera la
receta real de Coca-Cola, aún no podría obtener ingredientes cruciales como la
hoja de coca procesada. y comercializarla como Coca-Cola sería imposible debido
a estas restricciones."
No one has commented yet. Be the first!