José Martín Hernández
Martínez
Antes que nada quiero expresar mi desconcierto por esta inaudita
tragedia. Llegue como Párroco a Huitzilan de Serdán a finales de
agosto del año 2012, con mucho entusiasmo comencé a realizar mi trabajo
pastoral. La situación de extrema pobreza con su carga de males, el atropello
constante a los derechos humanos, y la mentira institucionalizada, todo esto
solapado por la indiferencia de los tres niveles de gobierno, municipal,
estatal y federal, y por la dureza de la institución eclesiástica, que se
resiste a presentar el evangelio de una manera inculturada, me motivaron a
encausar mi trabajo pastoral por la línea de la Dimensión social de la
fe. Mi propósito fue hacer reflexionar a los indígenas huitziltecos, para que
en su momento tomaran las decisiones convenientes, para mejorar sus condiciones
de vida. Con esta manera de trabajar pronto me gane la simpatía del pueblo
huitzilteco, así mismo, la mala voluntad de la clase dominante.
Siempre estuve consciente de que mi paso por Huitzilan iba
ser muy breve, por eso me apresuré a enseñarles cómo defenderse de una manera
pacífica ante los atropellos constantes que padecían y siguen padeciendo. Y me
puse a escribir mis reflexiones, para que cuando ya me hubiera ido, los pudiera
seguir acompañando, por medio de estos escritos. Afortunadamente los
huitziltecos fueron muy receptivos, y tuve un gran éxito pastoral. Aun sin ya
ser párroco de Huitzilan, la persecución cobro nueva fuerza y nueva forma, se
volvió una persecución mediática, no solo contra mí, sino contra la comunidad
que recibió mis enseñanzas.
Los líderes antorchistas me acusan de que, con mis
reflexiones envenené y dividí al pueblo huitzilteco. Yo los invito a todos
ustedes a que lean mis escritos, mis homilías y mis mensajes, todo lo que prediqué
desde el primero hasta el último día que fui párroco de Huitzilan, lo he subido
a mi muro de Facebook, allí pueden verificar, si hay faltas a la ley, como lo
afirma el líder antorchista. Siempre trataron de intimidarme, me amenazaron
diciendo que de continuar con esta forma de trabajar, se iba a desatar un
conflicto de consecuencias inimaginables y que yo sería el responsable.
A mediados de diciembre del año 2015 publicaron un
artículo titulado “Huitzilan: suenan las campanas anunciando la agresión”. Allí
se exhiben como víctimas, y a mí me exhiben como su victimario ¿En qué Cabeza
puede caber que un indefenso cura de pueblo sea capaz de victimizar a una
organización con tanto poder económico y político? Ellos si critican, gritan y
exigen, pero cuando alguien se atreve a señalar sus horrores, se ponen como
fieras rabiosas. Eso no es la política, eso se llama politiquería. Pues hasta
el niño más ingenuo sabe que “El que se lleva se aguanta”.
También a mediados de diciembre de 2015 publicaron que
Alonso Aco y yo, seriamos responsables por lo que pudiera pasar en el
municipio. Cualquier crimen que se cometiera sería nuestra responsabilidad.
Desafortunadamente la noche del día 3 de febrero de 2016 hubo un asesinato en
Huitzilan, los líderes antorchistas sin tener ninguna evidencia, nos señalaron
como culpables, en diferentes volantes que difundieron por todas partes, y en
su página de internet. Curiosamente tres asesinatos se realizaron, los días
cercanos al informe del presidente Municipal antorchista Manuel Hernández
Pasión, los tres años consecutivos que ocupó su cargo ¿Sería esto una
casualidad? o ¿Qué tan oscuro habrá sido el gato que estaba encerrado?
Todo Huitzilan conoce el caso de don Jerónimo Aco Huerta,
un Huitzilteco, que en julio de 1988, él y otros dos indígenas de este pueblo,
Francisco Galindo y José Hernández Felipe, tuvieron que pasar algunos años en
la prisión, acusados de un delito que no cometieron, (el asesinato de un
presidente municipal en funciones, llamado Ignacio Gómez Cipriano, un indígena
que ya no quería ser antorchista), los detuvieron y a base de torturas los
obligaron a declararse culpables. José Hernández Felipe murió en la prisión.
Así es como las mafias, asesinan a sus compañeros incómodos, se deshacen de sus
“adversarios políticos” y se fabrican mártires.
Tristemente, hoy me veo enredado en un problema semejante,
a consecuencia del éxito de mi trabajo pastoral. Por eso quiero manifestar ante
la opinión pública, delante de mi conciencia, y delante de Dios, que yo no
tengo nada que ver en el asesinato del presidente Manuel Hernández Pasión, soy
inocente, y también lo es Alonso Aco Cortés. Sé que la organización política
“Antorcha Campesina” tiene mucho poder económico y político, para adueñarse de
la vida de la gente, para comprar autoridades, para falsear los testimonios, y
para encarcelar a quien se le antoje. Y si ese fuera mi destino, con gusto lo
asumiría, tengo miedo como todo ser humano, pero en Cristo soy fuerte.
Le digo a Alonso Aco Cortés, acuérdate de los grandes líderes
que han revolucionado al mundo, nuestro abuelo Nezahualcóyotl, Nelson Mandela,
y obviamente Nuestro Señor Jesucristo, entre muchos otros ¿Acaso no sufrieron
para dar testimonio de su mensaje y de su obra? La suerte de los verdaderos
caudillos del pueblo es la persecución, el destierro, la cárcel o la muerte.
Yo me siento muy orgulloso de estar siguiendo los pasos de
Jesucristo, a él también un día lo trataron como a un criminal, lo sentaron en
el banquillo de los acusados y le dieron la pena de muerte. Para un sacerdote
católico no hay ideal más grande que compartir la suerte de su Señor. Si por
haber despertado las conciencias y haber abierto los ojos de muchos indígenas,
desde nuestra fe en Cristo Jesús, para que volvieran a creer en su dignidad de
seres humanos e hijos de Dios, hoy me van a endosar un delito que no cometí, y
por eso me van a privar de mi libertad, bendito sea Dios. Quiero ver este
acontecimiento con los ojos de la fe, pues para los que amamos a Dios, todo nos
sirve para nuestro bien. Sé que la prisión no es lugar para vacacionar, pero
tampoco es cosa de otro mundo, y que allí hay mucha gente, inocente o culpable,
que necesita el consuelo de la fe y el auxilio de los sacramentos, Yo lo vería
como mi nuevo campo de apostolado. Porque libre o encarcelado, yo siempre seré
sacerdote. Le pido a toda la
Iglesia que me acompañe con su oración, pues el Espíritu es
animoso, pero la carne es débil.
Y a mis hermanos los líderes antorchistas les digo de corazón, pase lo que pase
no les guardaré ningún resentimiento, siempre me sentiré muy agradecido con
ustedes, pues sin ésta feroz persecución, no habría tenido tanto éxito, mi
trabajo pastoral, en el pueblo de Huitzilan de Serdán. Que Dios los bendiga.
Pbro. José Martín Hernández Martínez
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