//Por; Jesús Hoyos Hernández//Colonia//Siglo XVIII-XIX//México Antiguo//
LOS ARRIEROS
Los
arrieros. Estos personajes fueron por varios siglos, el único medio de
trasporte de mercancías; se puede considerar que los arrieros, eran de los más
importantes en México. Este tipo de trabajadores era muy grande y mucho mayor
que los que se dedicaban a extraer la plata (Mineros) (plateros), carpinteros, herreros,
artesanos y otros oficios, que se veían ir y venir a lo largo de los caminos de
todo México. No cualquiera podía ser arriero, estos hombres tenían la gran fama
ganada por ser muy valientes, honrados, de natural perspicacia, cuya existencia
se desarrollaba sorteando peligros y amenazas de todo tipo. Eran también quienes transmitían las buenas y
malas noticias de lugares distantes(Mensajeros). Los arrieros en general, eran hombres
inteligentes ya que conocían muy bien los caminos, el manejo de los animales de
carga y debían tener un gran sentido del riesgo, mismo que les permitía
enfrentar y resolver toda clase de desafíos.
Una
cosa que causa admiración en los arrieros; es que la mayoría si no es que
todos, eran personas analfabetas y a pesar de eso, entendían de pesas y
medidas. Sabían dividir y restar lo que marcaba la romana de larga vara (tipo
de báscula), pues de esta manera; hacían mejor su trabajo sin temor a
equivocarse.
Eran
expertos en calcular las horas mediante la sombra del sol o por la posición de
las estrellas, también sabían de las fases de la luna así, aprovechaban la luz
y lo que faltaba para el amanecer cuando brillaba el lucero de la mañana. Importante
y maravilloso oficio, pues ellos eran el transporte de carga a través de Los
Caminos Reales, los cerros, montes y llanos del México del pasado.
Por
cierto, la frase "Arrieros somos y
en el camino andamos", ellos la utilizaban de dos formas: cuando un
arriero no podía cerrar un trato a causa de otro que se le había adelantado o
hecho algún tipo de triquiñuela, poniéndole en mal, robándole su venta o su
trabajo. Sabios y conocedores de que los problemas y disputas no debían ser
tratados en público, arreglaban sus afrentas lejos de la población, utilizando
en un tono de advertencia la expresión: "Arrieros somos y en el camino andamos".
Que venía a ser un "Tú y yo, ya nos encontremos y ajustaremos cuentas". La otra se decía en el sentido de qué entre ellos, se ayudarían cuando estuvieran en alguna dificultad, así en otra ocasión, el otro haría lo propio, algo como "Hoy por ti, mañana por mi
Arrieros de Amecameca foto de Hugo Brehme (1920). El trabajo de arriero no era para cualquiera. Ellos cumplieron la importante tarea de transportar diversos tipos de mercancía a lugares de difícil acceso. Lo que implicaba conocer los caminos como la palma de su mano y afrontar los riesgos de sufrir asaltos en los caminos. La frase "arrieros somos y en el camino andamos" puede interpretarse en dos sentidos: un arriero con artimañas le robaba el cargamento a su compañero el cual seguramente esperaba encontrárselo para desquitarse; también podía significar "hoy te apoyo y luego tu me apoyas". Otra frase es "comer como arriero", posiblemente para que no se le vayan sus animales de carga.
LA ARRIERÍA
La arriería es un sistema de transporte que utiliza animales --mulas y/o asnos-- entrenados para cargar y trasladar bultos. En Nueva España inició en la segunda mitad del siglo XVI, debido a las prohibiciones para utilizar a los indios como cargadores o “tamemes”. Fue el medio de traslado más importante y necesario para la actividad agrícola, minera y comercial hasta fines del XIX, debido a la insuficiencia de caminos por la accidentada topografía del territorio. Propició la cría de bestias de cargas, así como el surgimiento de ventas, posadas y mesones para hospedar a los arrieros, sus mulas y cargamento. En esos lugares se establecieron artesanos para fabricar y reparar los implementos que los arrieros requerían de talabartería, fustería, (Fuste) jarcias y herrería. De esta manera, los caminos se convirtieron en fuente de trabajo para cientos de personas, lo que permitió el surgimiento y crecimiento de poblaciones a la vera de estos.
En el sur del país esta actividad estuvo presente de manera temprana, Brígida von Mentz dice que, desde el siglo XVI, se introdujeron cientos de mulas y todo tipo de ganado caballar que invadieron los valles del río Mezcala-Balsas y los terrenos montañosos de Teloloapan, Totoltepec y Oztuma. Fue un medio de transporte muy importante para la actividad minera, que era el principal quehacer económico en esa zona, así como para su abasto.
El número de arrieros aumentó en todo el ámbito suriano. El arribo de la Nao de China y de barcos de Sudamérica a Acapulco impulsaron ese oficio en la porción central del actual territorio guerrerense. Asimismo, la llegada de barcos sudamericanos a otros puertos como Zacatula, Zihuatanejo y Tecoanapa incrementó a lo largo del litoral ese medio de transporte. Además, el comercio de algodón en ambas costas, el intercambio mercantil de Michoacán con la Costa Grande y la Tierra Caliente, el que había de Puebla con la Costa Chica y la Montaña, impulsaron fuertemente la arriería.
Para fines del siglo XVIII y durante el XIX esa actividad era una de las más importantes en el Sur. Hubo lugares, como Chilpancingo, en que más de la mitad de la población mestiza y criolla, así como casi el 80% de los afrodescendientes, eran arrieros. El intenso y nutrido tráfico de recuas propició que hubiera sitios especializados para la atención de las recuas, lo que llegó a constituir una importante fuente de ingresos para sus habitantes y permitió el crecimiento de poblaciones. Por ejemplo, en la Costa Grande, en Juluchuca se alquilaban potreros para que descansaran los animales, en los llanos de Temalhuacan una parte importante de sus rentas provenían de los pastos que se cobraban a los arrieros y en San Jerónimo se afirmaba que la cantidad de maíz y zacate que consumían las mulas que iban por el algodón era de mucha consideración.
El Archivo Municipal de Taxco guarda testimonios del trajinar de los arrieros, ahora presentamos una boleta de pago, quizás de peaje, del señor Rafael de Luna por 4 mulas fleteras en el año de 1845, que se localiza en el apartado de municipalidad, serie ganadería, caja 1, expediente 4. Compartimos, también, el dibujo de unos arrieros, publicado en en Sonia Lombardo de Ruiz, Trajes y vistas de México en la mirada de Theubet de Beauchamp. Trajes civiles y militares de los pobladores de México entre 1810 y 1827, México, INAH - Turner, 2009. Texto: María Teresa Pavía Miller y Erika Peláez Pastrana, proyecto Memoria Escrita y Estudios de la Población Suriana, INAH.
La
arriería es un sistema de transporte que utiliza animales --mulas y/o asnos--
entrenados para cargar y trasladar bultos. En Nueva España inició en la segunda
mitad del siglo XVI, debido a las prohibiciones para utilizar a los indios como
cargadores o “tamemes”. Fue el medio de traslado más importante y necesario
para la actividad agrícola, (Agricultura) minera y comercial hasta fines del XIX, debido a la
insuficiencia de caminos por la accidentada topografía del territorio. Propició
la cría de bestias de cargas, así como el surgimiento de ventas, posadas y
mesones para hospedar a los arrieros, sus mulas y cargamento. En esos lugares
se establecieron artesanos para fabricar y reparar los implementos que los
arrieros requerían de talabartería, fustería, jarcias y herrería. De esta
manera, los caminos se convirtieron en fuente de trabajo para cientos de
personas, lo que permitió el surgimiento y crecimiento de poblaciones a la vera
de estos.
En
el sur del país esta actividad estuvo presente de manera temprana, Brígida von
Mentz dice que, desde el siglo XVI, se introdujeron cientos de mulas, burrros bestias de carga y todo
tipo de ganado caballar que invadieron los valles del río Mezcala-Balsas y los
terrenos montañosos de Teloloapan, Totoltepec y Oztuma. Fue un medio de
transporte muy importante para la actividad minera, que era el principal
quehacer económico en esa zona, así como para su abasto.
El
número de arrieros aumentó en todo el ámbito suriano. El arribo de
Para
fines del siglo XVIII y durante el XIX esa actividad era una de las más
importantes en el Sur, norte y de todo el país. Hubo lugares, como
Chilpancingo, en que más de la mitad de la población mestiza y criolla, así
como casi el 80% de los afrodescendientes, 2 eran arrieros. El intenso y nutrido
tráfico de recuas propició que hubiera sitios especializados para la atención
de las recuas, lo que llegó a constituir una importante fuente de ingresos para
sus habitantes y permitió el crecimiento de poblaciones. Por ejemplo, en
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