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Este blog ofrece una diversidad de temas de investigación desde en el área de la política la cultura y las artes, pero la mayoría es de opinión y la critica que expresa el autor haciendo uso de la libertad de expresión en temas de interés general y de actualidad. Por; Jesús Hoyos Hernández//Nacional//Análisis//Política//Opinión//Biografias//Historia de México// Ecologia//Cultura//Musica//.
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martes, 7 de noviembre de 2023

Los arrieros

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LOS ARRIEROS



Los arrieros. Estos personajes fueron por varios siglos, el único medio de trasporte de mercancías; se puede considerar que los arrieros, eran de los más importantes en México. Este tipo de trabajadores era muy grande y mucho mayor que los que se dedicaban a extraer la plata (Mineros) (plateros), carpinteros, herreros, artesanos y otros oficios, que se veían ir y venir a lo largo de los caminos de todo México. No cualquiera podía ser arriero, estos hombres tenían la gran fama ganada por ser muy valientes, honrados, de natural perspicacia, cuya existencia se desarrollaba sorteando peligros y amenazas de todo tipo.  Eran también quienes transmitían las buenas y malas noticias de lugares distantes(Mensajeros). Los arrieros en general, eran hombres inteligentes ya que conocían muy bien los caminos, el manejo de los animales de carga y debían tener un gran sentido del riesgo, mismo que les permitía enfrentar y resolver toda clase de desafíos.

 

Una cosa que causa admiración en los arrieros; es que la mayoría si no es que todos, eran personas analfabetas y a pesar de eso, entendían de pesas y medidas. Sabían dividir y restar lo que marcaba la romana de larga vara (tipo de báscula), pues de esta manera; hacían mejor su trabajo sin temor a equivocarse.



Eran expertos en calcular las horas mediante la sombra del sol o por la posición de las estrellas, también sabían de las fases de la luna así, aprovechaban la luz y lo que faltaba para el amanecer cuando brillaba el lucero de la mañana. Importante y maravilloso oficio, pues ellos eran el transporte de carga a través de Los Caminos Reales, los cerros, montes y llanos del México del pasado.

Por cierto, la frase "Arrieros somos y en el camino andamos", ellos la utilizaban de dos formas: cuando un arriero no podía cerrar un trato a causa de otro que se le había adelantado o hecho algún tipo de triquiñuela, poniéndole en mal, robándole su venta o su trabajo. Sabios y conocedores de que los problemas y disputas no debían ser tratados en público, arreglaban sus afrentas lejos de la población, utilizando en un tono de advertencia la expresión: "Arrieros somos y en el camino andamos".

 


Que venía a ser un "Tú y yo, ya nos encontremos y ajustaremos cuentas". La otra se decía en el sentido de qué entre ellos, se ayudarían cuando estuvieran en alguna dificultad, así en otra ocasión, el otro haría lo propio, algo como "Hoy por ti, mañana por mi



Arrieros de Amecameca foto de Hugo Brehme (1920). El trabajo de arriero no era para cualquiera. Ellos cumplieron la importante tarea de transportar diversos tipos de mercancía a lugares de difícil acceso. Lo que implicaba conocer los caminos como la palma de su mano y afrontar los riesgos de sufrir asaltos en los caminos. La frase "arrieros somos y en el camino andamos" puede interpretarse en dos sentidos: un arriero con artimañas le robaba el cargamento a su compañero el cual seguramente esperaba encontrárselo para desquitarse; también podía significar "hoy te apoyo y luego tu me apoyas". Otra frase es "comer como arriero", posiblemente para que no se le vayan sus animales de carga.


LA ARRIERÍA

La arriería es un sistema de transporte que utiliza animales --mulas y/o asnos-- entrenados para cargar y trasladar bultos. En Nueva España inició en la segunda mitad del siglo XVI, debido a las prohibiciones para utilizar a los indios como cargadores o “tamemes”. Fue el medio de traslado más importante y necesario para la actividad agrícola, minera y comercial hasta fines del XIX, debido a la insuficiencia de caminos por la accidentada topografía del territorio. Propició la cría de bestias de cargas, así como el surgimiento de ventas, posadas y mesones para hospedar a los arrieros, sus mulas y cargamento. En esos lugares se establecieron artesanos para fabricar y reparar los implementos que los arrieros requerían de talabartería, fustería, (Fuste) jarcias y herrería. De esta manera, los caminos se convirtieron en fuente de trabajo para cientos de personas, lo que permitió el surgimiento y crecimiento de poblaciones a la vera de estos.

En el sur del país esta actividad estuvo presente de manera temprana, Brígida von Mentz dice que, desde el siglo XVI, se introdujeron cientos de mulas y todo tipo de ganado caballar que invadieron los valles del río Mezcala-Balsas y los terrenos montañosos de Teloloapan, Totoltepec y Oztuma. Fue un medio de transporte muy importante para la actividad minera, que era el principal quehacer económico en esa zona, así como para su abasto. 

El número de arrieros aumentó en todo el ámbito suriano. El arribo de la Nao de China y de barcos de Sudamérica a Acapulco impulsaron ese oficio en la porción central del actual territorio guerrerense. Asimismo, la llegada de barcos sudamericanos a otros puertos como Zacatula, Zihuatanejo y Tecoanapa incrementó a lo largo del litoral ese medio de transporte. Además, el comercio de algodón en ambas costas, el intercambio mercantil de Michoacán con la Costa Grande y la Tierra Caliente, el que había de Puebla con la Costa Chica y la Montaña, impulsaron fuertemente la arriería. 

Para fines del siglo XVIII y durante el XIX esa actividad era una de las más importantes en el Sur. Hubo lugares, como Chilpancingo, en que más de la mitad de la población mestiza y criolla, así como casi el 80% de los afrodescendientes, eran arrieros. El intenso y nutrido tráfico de recuas propició que hubiera sitios especializados para la atención de las recuas, lo que llegó a constituir una importante fuente de ingresos para sus habitantes y permitió el crecimiento de poblaciones. Por ejemplo, en la Costa Grande, en Juluchuca se alquilaban potreros para que descansaran los animales, en los llanos de Temalhuacan una parte importante de sus rentas provenían de los pastos que se cobraban a los arrieros y en San Jerónimo se afirmaba que la cantidad de maíz y zacate que consumían las mulas que iban por el algodón era de mucha consideración.

El Archivo Municipal de Taxco guarda testimonios del trajinar de los arrieros, ahora presentamos una boleta de pago, quizás de peaje, del señor Rafael de Luna por 4 mulas fleteras en el año de 1845, que se localiza en el apartado de municipalidad, serie ganadería, caja 1, expediente 4. Compartimos, también, el dibujo de unos arrieros, publicado en en Sonia Lombardo de Ruiz, Trajes y vistas de México en la mirada de Theubet de Beauchamp. Trajes civiles y militares de los pobladores de México entre 1810 y 1827, México, INAH - Turner, 2009. Texto: María Teresa Pavía Miller y Erika Peláez Pastrana, proyecto Memoria Escrita y Estudios de la Población Suriana, INAH.

 



Los arrieros también llevaban ó arriaban grandes cantidades de ganado de un Estado a otro entre las haciendas, por lo general siempre andaban armados para proteger sus mercancías de asaltantes y bandoleros. 

La arriería es un sistema de transporte que utiliza animales --mulas y/o asnos-- entrenados para cargar y trasladar bultos. En Nueva España inició en la segunda mitad del siglo XVI, debido a las prohibiciones para utilizar a los indios como cargadores o “tamemes”. Fue el medio de traslado más importante y necesario para la actividad agrícola, (Agricultura) minera y comercial hasta fines del XIX, debido a la insuficiencia de caminos por la accidentada topografía del territorio. Propició la cría de bestias de cargas, así como el surgimiento de ventas, posadas y mesones para hospedar a los arrieros, sus mulas y cargamento. En esos lugares se establecieron artesanos para fabricar y reparar los implementos que los arrieros requerían de talabartería, fustería, jarcias y herrería. De esta manera, los caminos se convirtieron en fuente de trabajo para cientos de personas, lo que permitió el surgimiento y crecimiento de poblaciones a la vera de estos.




En el sur del país esta actividad estuvo presente de manera temprana, Brígida von Mentz dice que, desde el siglo XVI, se introdujeron cientos de mulas, burrros bestias de carga y todo tipo de ganado caballar que invadieron los valles del río Mezcala-Balsas y los terrenos montañosos de Teloloapan, Totoltepec y Oztuma. Fue un medio de transporte muy importante para la actividad minera, que era el principal quehacer económico en esa zona, así como para su abasto.






El número de arrieros aumentó en todo el ámbito suriano. El arribo de la Nao de China y de barcos de Sudamérica a Acapulco impulsaron ese oficio en la porción central del actual territorio guerrerense. Asimismo, la llegada de barcos sudamericanos a otros puertos como Zacatula, Zihuatanejo y Tecoanapa incrementó a lo largo del litoral ese medio de transporte. Además, el comercio de algodón en ambas costas, el intercambio mercantil de Michoacán con la Costa Grande y la Tierra Caliente, el que había de Puebla con la Costa Chica y la Montaña, impulsaron fuertemente la arriería.

Para fines del siglo XVIII y durante el XIX esa actividad era una de las más importantes en el Sur, norte y de todo el país. Hubo lugares, como Chilpancingo, en que más de la mitad de la población mestiza y criolla, así como casi el 80% de los afrodescendientes, 2 eran arrieros. El intenso y nutrido tráfico de recuas propició que hubiera sitios especializados para la atención de las recuas, lo que llegó a constituir una importante fuente de ingresos para sus habitantes y permitió el crecimiento de poblaciones. Por ejemplo, en la Costa Grande, en Juluchuca se alquilaban potreros para que descansaran los animales, en los llanos de Temalhuacan una parte importante de sus rentas provenían de los pastos que se cobraban a los arrieros y en San Gerónimo se afirmaba que la cantidad de maíz y zacate que consumían las mulas que iban por el algodón era de mucha consideración.

 



Autor; Jesús Hoyos Hernández

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