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Por; Jesús Hoyos Hernández//Nacional//Análisis//Política//Opinión//
LOS VERDADEROS HIJOS
DE LA PATRIA, LOS
ZACAPOAXTLAS, VERDAD O MITOS
“Los
mejores hijos de México”, como los llamó en su célebre discurso el -general
Ignacio Zaragoza, eran en buena medida indígenas maseualmes-nahuas y totonacos
que caminaron durante tres días –algunos con huaraches, otros descalzos–
dispuestos a batirse con el ejército “más poderoso del mundo”. En el camino
sólo llevaban totopos y chile para comer, y por armas, machetes, piedras y
palos. Es una “injusticia histórica” que se ha cometido con las comunidades
serranas de Puebla al identificar al Sexto Batallón como los “zacapoaxtlas”,
cuando sólo uno de los integrantes de la 5a. Compañía era de esa población.
De
acuerdo a las memorias de Manuel Molina –capitán segundo de infantería en la 5ª
Compañía–, el batallón, comandado por Juan N. Méndez, estuvo conformado por
seis cuadrillas, cuatro de ellas de Tetela del Oro (hoy de Ocampo) al mando de
Miguel Islas, Juan C. Bonilla, Miguel Luna y Tomás Segura. La 5ª Compañía se
integró con gente de los pueblos de alrededor de Zacapoaxtla, y la 6ª por
habitantes de Xochiapulco, liderados por Juan Francisco Lucas, llamado “el
patriarca indígena de la sierra”.
A
ellas se sumaron pobladores de localidades como Tzinacapan, Xocoyolo,
Xochitlán, Huahuaxtla, Cuaximaloyan, Caxhuacan, Taxcantla, Nauzontla,
Xalacapan, Tetela de Ocampo, Xochiapulco. Entre otras, que veían a Zacapoaxtla
como centro del conservadurismo desde el cual se combatía a los liberales y se
explotaba a los indígenas.
Ángel
Molina Xalcuaco, descendiente de Manuel Molina, originario de Tatoxcac, expresa
que hay una historia no contada de la Batalla de Puebla, donde muchos héroes locales
que engrosaron los batallones y sus comunidades indígenas han quedado relegadas
al olvido; dice haber escuchado a su padre narrar el valor que mostró su
bisabuelo Manuel Molina aquel 5 de Mayo, al grado de que el presidente Benito
Juárez le entregó un reconocimiento a su valor por haber sido uno de los
primeros combatientes “entre todo el Ejército de Oriente” que se lanzó contra
el enemigo.
Molina
hace referencia que hacia finales de 1861 les llegaron noticias sobre naciones
extranjeras que buscaban apoderarse de México: (…) ante tal situación el
suscrito y mis hermanos pedimos al jefe inmediato nos considerara en alta para
la defensa de la patria.
En
abril de 1862, el coronel Juan N. Méndez envió una carta a Lucas, informando de
la situación de las fuerzas de la nación y el necesario reclutamiento de
milicianos, por lo que resolvieron marchar a oriente con “la mayor fuerza que
pudieran convocar”.
Relata
en ella: Como la villa de Zacapoaxtla siempre ha sido dominada por el partido
conservador, se nos unieron hombres de los barrios del distrito subyugados por
los Salgado, Luque, Arriaga, Roldán, Molina, Varela y muchos más, aun así, con
50 del distrito marchamos al campamento del Ejército de Oriente, llevando
totopo y chile. Refiere que José Huidobro quedó como jefe de la compañía,
mientras que él llevó la bandera patria. La madrugada del 4 de mayo de 1862,
agrega, se les incorporó Juan C. Bonilla.
Narra
en sus memorias: Con ese batallón concurrimos a la memorable batalla del 5 de
mayo de 1862, en Loreto y Guadalupe, en dicha acción defendimos la fortaleza de
Guadalupe en las tres cargas que emprendió el enemigo, saliendo al frente
primeramente por orden del coronel en jefe, resultando muertos dos de mis
paisanos y con pérdida de conciencia por unos días mi hermano, aunque
alcanzando el triunfo de las armas nacionales como ya es sabido, sobre el
Primer Ejército de la
Francia.
Les
oíamos contar a nuestros abuelos, los habitantes de Tzinacapan, Cuetzalan,
rescataron historias que se han transmitido por tradición oral en torno a los
tiempos de la intervención. En esos años de lucha contra el invasor, las
mujeres jugaron un papel importante, aunque esta historia tampoco ha sido contada
ni investigada con profundidad, señala Javier Mora Segura, descendiente
maseualmej del combatiente José María Mora.
Se
menciona que luego de que soldados de Zacapoaxtla mataron al padre de Lucas,
éste se fue a organizar a la gente de Xochiapulco, pero carecían de armas. Para
ese entonces, los soldados franceses habían construido un fortín de dos pisos
en Zacapoaxtla, donde vivían y guardaban su armamento.
“Los
soldados se agarraron unas mujeres de allá y las llevaron al fortín. Pero las
mujeres iban prevenidas, tenían instrucciones. Así que no resistieron y dijeron
a los soldados que hicieran con ellas lo que querían”. Agrega que cuando los
soldados estaban bebiendo, las mujeres dijeron que irían a la plaza a comprar
para hacer de comer, pero en lugar de comida adquirieron una carga grande de
“chipocle” y unas botellas de aguarrás.
“Regresaron,
echaron el chipocle en el suelo, lo regaron bien de aguarrás y le prendieron
fuego y luego salieron todas. Al poco rato, los soldados no podían ni respirar
y salieron tosiendo y buscando aire. Ahí los esperaban los maseualmej y a
machetazos terminaron con ellos. Después pudieron entrar y agarraron las
armas.”
También
se rescata la historia de una mujer –cuyo nombre se desconoce– que salvó la
vida del general Lucas cuando éste resultó herido de bala por los franceses y
se escondió a la orilla de un arroyo. De acuerdo a los relatos, la señora
encontró al general cuando fue a lavar a ese río, y siguiendo sus instrucciones
se fue a Teziutlán a entregar una carta a los otros dos Juanes.
“No
le creyeron y le dijeron que de seguro la mandaban los franceses para hacerles
salir de la ciudad y para atacarlos. Pero ella les enseñó la carta y dijo que
si mentía que hicieran lo que quisieran con ella. Entonces mandaron gente con
la mujer, hallaron al general donde ella les había dicho y lo trajeron. Luego
se recompensó muy bien a esa mujer por su ayuda.”
Una
de las pocas mujeres que se menciona por nombre en torno a este hecho histórico
es el de Altagracia Calderón, originaria del pueblo de Jalacingo –en ese
entonces localidad de Teziutlán, pero hoy parte de Veracruz–, quien, a la
muerte de su esposo, se desempeñó como enfermera en la Batalla del 5 de Mayo.
Durante
años los descendientes de los héroes de la Batalla de Puebla, expone Eloína Reyes Molina,
tataranieta de Manuel Molina, se han sentido ofendidos no sólo porque
Zacapoaxtla se ha colgado medallas sin merecerlo, sino además por el uso
político que le han dado a las conmemoraciones de la hazaña. Un caso que lo
ilustra ocurrió apenas el 27 de abril del 2022, en el Senado de la República, cuando los
legisladores Ricardo Monreal y Alejandro Armenta develaron un busto de los
“Tres Juanes de la Sierra”,
y habitantes de Zacapoaxtla tomaron la representación del Sexto Batallón de la Guardia Nacional.
LOS VERDADEROS HIJOS DE LA PATRIA, LOS ZACAPOAXTLAS, VERDAD O MITOS
“Los mejores hijos de México”, como los llamó en su célebre discurso el -general Ignacio Zaragoza, eran en buena medida indígenas maseualmes-nahuas y totonacos que caminaron durante tres días –algunos con huaraches, otros descalzos– dispuestos a batirse con el ejército “más poderoso del mundo”. En el camino sólo llevaban totopos y chile para comer, y por armas, machetes, piedras y palos. Es una “injusticia histórica” que se ha cometido con las comunidades serranas de Puebla al identificar al Sexto Batallón como los “zacapoaxtlas”, cuando sólo uno de los integrantes de la 5a. Compañía era de esa población.
De acuerdo a las memorias de Manuel Molina –capitán segundo de infantería en la 5ª Compañía–, el batallón, comandado por Juan N. Méndez, estuvo conformado por seis cuadrillas, cuatro de ellas de Tetela del Oro (hoy de Ocampo) al mando de Miguel Islas, Juan C. Bonilla, Miguel Luna y Tomás Segura. La 5ª Compañía se integró con gente de los pueblos de alrededor de Zacapoaxtla, y la 6ª por habitantes de Xochiapulco, liderados por Juan Francisco Lucas, llamado “el patriarca indígena de la sierra”.
A ellas se sumaron pobladores de localidades como Tzinacapan, Xocoyolo, Xochitlán, Huahuaxtla, Cuaximaloyan, Caxhuacan, Taxcantla, Nauzontla, Xalacapan, Tetela de Ocampo, Xochiapulco. Entre otras, que veían a Zacapoaxtla como centro del conservadurismo desde el cual se combatía a los liberales y se explotaba a los indígenas.
Ángel Molina Xalcuaco, descendiente de Manuel Molina, originario de Tatoxcac, expresa que hay una historia no contada de la Batalla de Puebla, donde muchos héroes locales que engrosaron los batallones y sus comunidades indígenas han quedado relegadas al olvido; dice haber escuchado a su padre narrar el valor que mostró su bisabuelo Manuel Molina aquel 5 de Mayo, al grado de que el presidente Benito Juárez le entregó un reconocimiento a su valor por haber sido uno de los primeros combatientes “entre todo el Ejército de Oriente” que se lanzó contra el enemigo.
Molina hace referencia que hacia finales de 1861 les llegaron noticias sobre naciones extranjeras que buscaban apoderarse de México: (…) ante tal situación el suscrito y mis hermanos pedimos al jefe inmediato nos considerara en alta para la defensa de la patria.
En abril de 1862, el coronel Juan N. Méndez envió una carta a Lucas, informando de la situación de las fuerzas de la nación y el necesario reclutamiento de milicianos, por lo que resolvieron marchar a oriente con “la mayor fuerza que pudieran convocar”.
Relata en ella: Como la villa de Zacapoaxtla siempre ha sido dominada por el partido conservador, se nos unieron hombres de los barrios del distrito subyugados por los Salgado, Luque, Arriaga, Roldán, Molina, Varela y muchos más, aun así, con 50 del distrito marchamos al campamento del Ejército de Oriente, llevando totopo y chile. Refiere que José Huidobro quedó como jefe de la compañía, mientras que él llevó la bandera patria. La madrugada del 4 de mayo de 1862, agrega, se les incorporó Juan C. Bonilla.
Narra en sus memorias: Con ese batallón concurrimos a la memorable batalla del 5 de mayo de 1862, en Loreto y Guadalupe, en dicha acción defendimos la fortaleza de Guadalupe en las tres cargas que emprendió el enemigo, saliendo al frente primeramente por orden del coronel en jefe, resultando muertos dos de mis paisanos y con pérdida de conciencia por unos días mi hermano, aunque alcanzando el triunfo de las armas nacionales como ya es sabido, sobre el Primer Ejército de la Francia.
Les oíamos contar a nuestros abuelos, los habitantes de Tzinacapan, Cuetzalan, rescataron historias que se han transmitido por tradición oral en torno a los tiempos de la intervención. En esos años de lucha contra el invasor, las mujeres jugaron un papel importante, aunque esta historia tampoco ha sido contada ni investigada con profundidad, señala Javier Mora Segura, descendiente maseualmej del combatiente José María Mora.
Se menciona que luego de que soldados de Zacapoaxtla mataron al padre de Lucas, éste se fue a organizar a la gente de Xochiapulco, pero carecían de armas. Para ese entonces, los soldados franceses habían construido un fortín de dos pisos en Zacapoaxtla, donde vivían y guardaban su armamento.
“Los soldados se agarraron unas mujeres de allá y las llevaron al fortín. Pero las mujeres iban prevenidas, tenían instrucciones. Así que no resistieron y dijeron a los soldados que hicieran con ellas lo que querían”. Agrega que cuando los soldados estaban bebiendo, las mujeres dijeron que irían a la plaza a comprar para hacer de comer, pero en lugar de comida adquirieron una carga grande de “chipocle” y unas botellas de aguarrás.
“Regresaron, echaron el chipocle en el suelo, lo regaron bien de aguarrás y le prendieron fuego y luego salieron todas. Al poco rato, los soldados no podían ni respirar y salieron tosiendo y buscando aire. Ahí los esperaban los maseualmej y a machetazos terminaron con ellos. Después pudieron entrar y agarraron las armas.”
También se rescata la historia de una mujer –cuyo nombre se desconoce– que salvó la vida del general Lucas cuando éste resultó herido de bala por los franceses y se escondió a la orilla de un arroyo. De acuerdo a los relatos, la señora encontró al general cuando fue a lavar a ese río, y siguiendo sus instrucciones se fue a Teziutlán a entregar una carta a los otros dos Juanes.
“No le creyeron y le dijeron que de seguro la mandaban los franceses para hacerles salir de la ciudad y para atacarlos. Pero ella les enseñó la carta y dijo que si mentía que hicieran lo que quisieran con ella. Entonces mandaron gente con la mujer, hallaron al general donde ella les había dicho y lo trajeron. Luego se recompensó muy bien a esa mujer por su ayuda.”
Una de las pocas mujeres que se menciona por nombre en torno a este hecho histórico es el de Altagracia Calderón, originaria del pueblo de Jalacingo –en ese entonces localidad de Teziutlán, pero hoy parte de Veracruz–, quien, a la muerte de su esposo, se desempeñó como enfermera en la Batalla del 5 de Mayo.
Durante años los descendientes de los héroes de la Batalla de Puebla, expone Eloína Reyes Molina, tataranieta de Manuel Molina, se han sentido ofendidos no sólo porque Zacapoaxtla se ha colgado medallas sin merecerlo, sino además por el uso político que le han dado a las conmemoraciones de la hazaña. Un caso que lo ilustra ocurrió apenas el 27 de abril del 2022, en el Senado de la República, cuando los legisladores Ricardo Monreal y Alejandro Armenta develaron un busto de los “Tres Juanes de la Sierra”, y habitantes de Zacapoaxtla tomaron la representación del Sexto Batallón de la Guardia Nacional.
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