Por; Jesús Hoyos Hernández//Proyectando a México//Conociendo a México//Tradiciones//Prehispánica//
Día de todos los santos y
fieles difuntos
La proclamación de la fiesta de Todos los Santos procede
del papa Gregorio IV, quien en el año 835 dio instrucciones para ello en
tiempos de Luis, el Piadoso. Si bien no hay una historia firme sobre el origen
de la festividad del 1 de noviembre, se cree que el papa Gregorio IV escogió
este día porque coincidía con una de las festividades de los pueblos germanos y
durante estos años, el objetivo de la Iglesia era ir eliminando todas las
celebraciones paganas.
Una de las dudas que surgen en un día como este es a
quién se puede considerar santo. Quizás pueda creerse que santo es algo mucho
más importante de lo que es, pero según la Iglesia católica, para ser santo
solo hay que hacer una cosa: "participar de la santidad de Dios".. De
hecho, siendo más concretos, afirma que en el sentido bíblico de la palabra
"todos los creyentes son santos".
Aunque fue Gregorio IV el que extendió esta
festividad, fue incluso antes cuando se empezó a celebrar, a raíz de la Gran
Persecución, como se conoce a la persecución de Diocleciano, una de las últimas
persecuciones de cristianos en el Imperio romano. En esta fecha es común acudir
a los cementerios para visitar las tumbas de los seres queridos que han
fallecido.
EL DÍA DE MUERTOS EN MÉXICO
La celebración del día de muertos es una tradición de
todas culturas latinoamericanas, en especial en el México prehispánico, todavía prevalece, ya mezclada,
con diferentes ritos y cultos, no propia mente de nuestra cultura prehispánica.
Para los pueblos originarios todavía conservan creencias
de nuestros antepasados prehispánicos, pues
era de dedicarle un día en ofrenda, y después ir a velar a la tumba de nuestros
difuntos.
Para nuestros antepasados la vida y la muerte estaban entrelazadas,
pues después de muertos era seguir viviendo, la muerte era el puente y el
camino para disfrutar de la otra vida, en los mundos paralelos, también creían en
un infierno un díos con fuego y llamas el inframundo. El camino a Mixtlán lugar
de los muertos. Para llegar ahí, las almas deben pasar por diferentes
obstáculos para llegar con Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, el señor y señora
de los muertos, que son los dioses del Mictlán, y a quienes se les debe hacer
una ofrenda para descansar por toda la eternidad.
Mictlantecuhtli
(en náhuatl: mictlanteuctli, ‘señor del mictlán’ o ‘señor del lugar de los
muertos’‘mictlān.Mictlán o lugar de los muertos, desde miquitl, muerto; teuctli
o tecuhtli, señor’) en la mitología mexica, zapoteca y mixteca es el dios del inframundo
y de los muertos, también era llamado Popocatzin (en nahuatl: popocatzin, ‘ser
humeante’ (1)‘popoctli, humo, fuego; catl, ser: popocatl o popoca, ser humeante,
humeante, ardiente; tzintli, diminutivo’) por lo tanto era el dios de las sombras. Junto
con su esposa Mictecacíhuatl, regía el mundo subterráneo o reino de Mictlán.
Ejercía su soberanía sobre los "nueve ríos subterráneos" y sobre las
almas de los muertos. Se le representa como el esqueleto de un humano con una
calavera con muchos dientes. Asociado con las arañas, los murciélagos y los
búhos, al ser dibujado se representaba con cabello negro y con ojos estelares o
estrellas, la escultura de la derecha se encontró en la Casa de las Águilas,
dentro del recinto sagrado donde se hallaba el Templo Mayor de
México-Tenochtitlan. Cuando una persona moría un xoloescuintle lo acompañaba al
más allá.Mictlantecuhtli
es denominado el dios de la muerte. Este dios reina el Mictlán, el país de los
muertos.
Para nuestros antepasados no nada más era la muerte física,
también era considerada la muerte terrenal era desposeerse de todo, los
defectos, y actos inmorales, sentimientos y resentimientos, que hacían sufrir a
las personas, en ese orden entraban los sacrificios humanos.
El Día de Muertos, dentro de la cosmovisión
indígena, es el retorno de transitorio de las ánimas o almas de los difuntos,
quienes regresan al mundo de los vivos para convivir con sus familiares a
través de sus ofrendas. En la época prehispánica, varias civilizaciones como la
mexica, maya, purépecha, totonaca y otras, veneraban a sus muertos al final del
ciclo agrícola del maíz con distintos rituales.
Somos hijos del maíz, y el
ciclo de la vida esta dada por el alma del maíz y los dioses, al MORIR, y el
camino de este es como navegar y cabalgar sobre maíz, somos la semilla que vuelve a su
origen. Chicomecóatl Diosa de la fertilidad y del maíz, Chicomecoátl, palabra
náhuatl que quiere decir “Siete Serpiente”,
Coatlicue “diosa de las
naguas de serpiente”
Huitzilopochtli “colibrí
zurdo”
Tezcalipoca “espejo negro que
humea”
Quetzalcoatl “serpiente de
plumas preciosas”
Tlaloc “dios de la
lluvia”
Mixcoatl “serpiente de nubes”
Tonatiuh “dios sol”
Xiuhtecuhtli “dios del
fuego”
En la actualidad cada Estado de México conservan la escancia con algunas variantes propias de cada Estado.
Flor de cempasúchil,
Pétalos de sol
Antiguamente
los pobladores prehispánicos de Malinalco utilizaban una flor amarilla para
honrar a sus difuntos, pues consideraban que los pétalos de esta contenían el
calor del sol. Los mexicas adoptaron dicha costumbre, pero mejoraron la especie
hasta lograr juntar en una sola flor veinte de aquellas pequeñas: el
cempasúchil.
La palabra cempasúchil es
originaria del náhuatl cempohualxochitl, compuesta por cempohuali, que
significa “veinte”, y xochitl, que quiere decir “flor”. Al unir estas palabras,
su traducción literal es “veinte flores” o “flor de veinte pétalos”; aunque hay
quienes lo traducen como “muchas flores”.
Las ofrendas
Desde el 28 de octubre, se preparan altares. Consiste
en preparar la mesa el sahumerio para copal ó incienso y con adornos de papel fotografías, flor de cempásuchilt,
ofrendas como frutas el pan (1) de temporada hojaldras, algunos ponen miel pulque
etc. Según lo que le gustaba a cada difunto. Se hace un camino de la entrada de
la casa a hasta el altar donde están las ofrendas, se quema un poco de copal e
incienso en un sumerio, todas las noches. Algunos también ofrendan a la ánima
sola, es decir aquellos que ya no tienen familiares que les ofrenden.
Se tiene la creencia de que el día 28 de octubre llegan las
almas de las personas que murieron trágicamente o accidentados de
"desgracia", el día 29 de octubre día de los ahogados y de los
mayores y el día 30 de octubre llegan las almas del limbo (estas son las
almas de los niños o personas que murieron sin haber recibido el sacramento del
bautismo también llamado del purgatorio el día 31 a los niños chiquitos, el día
primero de noviembre es el día de los fieles difuntos.
El día primero de noviembre se levanta la
ofrenda algunos la levantan a las cuatro de la tarde otros a las doce de la
noche, la mayoría hasta el otro día. La ofrenda se reparte entre familiares y amigos pues según la creencia los muertos solo se llevan la escencia de las ofrendas.

Flor de cempasúchil pétalos de sol (Leyenda)
El día dos de noviembre se termina yendo
al cementerio para visitar las tumbas de los familiares y amigos prendiendo ceras veladoras
llevando flores de todos los colores principalmente flores que son las
tradicionales del México prehispánico, dedicadas a los muertos la famosa flor
de cempoalxóchitl. también se levantan las flores de la ofrenda y se llevan al panteón.

Sahumerio para coppal o incienso
MICCAILHUITZINTLI: 40 DÍAS DE
FESTIVIDADES A LOS MUERTOS
Apartir de hoy 18 de agosto y hasta
el 26 de septiembre de acuerdo a la correlación de Durán, eran dos meses
dedicados a recordar a los muertos tanto niños, jóvenes y adultos, su recuerdo
era en dos veintenas=meses; la primera en Miccailhuitl o Miccailhuitzintli=
fiesta de los muertecitos. Y Hueyi Miccailhuitzintli=Fiesta de los muertos
grandes o mayores.
Lo que actualmente se celebra tan
sólo uno o dos días, en la época prehispánica duraba 40 días es decir dos
veintenas, tan grande era su veneración y festejo a la muerte por parte de los
pueblos de Mesoamérica, que en su interpretación no era como la concibe nuestro
actual pensamiento, sino que era un paso a la trascendencia o infinito que hace
el alma como lo dice mi profesor de Náhuatl Genaro Medina Ramos.
“Día de muertos”, a eso se redujo una
celebración que en el México prehispánico era de por lo menos cuarenta dias,
dos “veintenas” llamadas Tlaxochimaco o Miccailhuitzintli (fiesta de los
muertos pequeños donde se recordaba a la niños y jóvenes) y Xocotl Huetzi o
Hueyi Miccailhuitzintli (fiesta de los muertos grandes) del Mes=Metztli
Cempohualli correspondientes al Calendario Solar-Agrícola o Xiuhpohualli. La
“celebración” del “día de muertos”, o Miccailhuitl, es una tradición autentica
y totalmente mexicana que proviene desde tiempos muy lejanos. El culto a los
muertos, veneración y respeto, se fue gestando desde la aparición de las
primeras culturas antiguas que habitaron el territorio denominado Cemanáhuac o
Mesoamericano. Con la cultura Olmeca inicia la asociación de conceptos ideológicos
vinculados con la muerte y el Mictlán "Inframundo": el jaguar, la
montaña, la cueva, la oscuridad, el frío, la noche.
Antiguamente, la celebración de
Miccailhuitl era en realidad, más que una “celebración”, una festividad
religiosa, un acto ceremonioso y ritual para invocar, para llamar, para
conmemorar y recordar a las personas que ya habían partido a alguno de los
cuatro lugares en los que se creía que podia ir el tonalli (alma o espiritu)
según la cosmovisión de los antiguos hombres y mujeres del Anáhuac.
Miccailhuitl era también una ceremonia para agradecer a los que nos
antecedieron y nos dejaron un legado; era una ceremonia para convivir con
ellos. Los mexicanos no olvidan a sus ancestros, los llevan en su memoria, en
su corazón, en sus tradiciones y costumbres; los autenticos mexicanos no
olvidan a sus muertos. Y que de manera respetuosa en el idioma náhuatl se les
llama ABUELOS. Se festejaban a mitad de agosto y hasta finales de septiembre
del actual calendario gregoriano.
A diferencia de la actual celebración
de “día de muertos” que con el sincretismo religioso se realiza los días 1 y 2
de noviembre, en el México antiguo esta tradición de recordar, conmemorar, y
convivir con los descarnados, duraba cuarenta días, dos “veintenas” o
cempohualli de su antiguo Calendario Solar-Agrícola Xiuhpohualli, es decir, dos
meses de veinte dias.
Las “veintenas” en los que se
conmemoraba a los ancestros –aquellas personas que nos antecedieron y nos
legaron sus formas de vida, sus costumbres, sus tradiciones, su forma de ver y
entender el mundo a través de la vida y la muerte– fueron los “meses” noveno y
decimo correspondientes al calendario civil o solar conocido como Xiuhpohualli.
Estos meses eran: Tlaxochimaco (ofrenda de flores) también llamado
Miccailhuitontli, que significa, “la pequeña festividad de los muertos” o
“celebración a los muertecitos”, y Xocotl Huetzi (la caida del xocotl), tambien
llamado Huey Miccahiluitl, que quiere decir, “La gran festividad de los
muertos”. Miccailhuitontli se celebraba del 18-19 de Agosto al 7 de Septiembre,
y del 8 de Septiembre al 27 del mismo mes se celebraba Huey Micailhuitl, “la
gran festividad de muertos”.
En la cempohualli o “veintena” de
Micailhuitontli se conmemoraba a los “niños inocentes muertos” por lo cual
tambien se le llamaba la “festividad de los muertecitos”. Se ofrendaba cacao,
ocote, aves, frutas, semillas, Copalli y comida. Los hombres danzaban con las
mujeres tomados de las manos o abrazados, danzaban despacio, suave, de manera
ceremonial; y cantaban en los patios de los templos hasta bien entrada la
noche. La figura del signo de estos dias era un muerto amortajado “a la manera
que ellos amortajaban” (con manta y red) sentado en un icpalli (silla o trono)
pintado entre nubes. En aquellos dias, los ancianos bañaban a los niños, les
cortaban el pelo, los ungian y los emplumaban; ofrecian ese servicio para que
estos pequeños no murieran. En este mes iban a la montaña y cortaban un gran
árbol al cual le quitaban la corteza y alisaban. A este gran madero hacian
ceremonia y consagraban con humo de copalli, danzas y cantos. Tenían acostado
este madero y lo tenían en preparación para cuando fuera levantado en el mes
siguiente. A este gran madero llamaban: Xocotl
En la cempohualli o “veintena” de
Huey Micailhuitl, “la gran festividad de los muertos”, se conmemoraba a los
muertos grandes, adultos. Esta festividad religiosa era una de las principales
de todo el año. Los tlamacazqueh (sacerdotes) se atuendaban con sus mejores
galas, rica plomería, oro y piedras preciosas, lo mismo hacia el resto de la
población. Así, los ministros del templo levantaban en el patio del teocalli el
gran madero llamado Xocotl y en su cúspide ponían un ave o pájaro hecho de masa
de amaranto (tzoalli), el cual debían bajar y derribar el madero tras varios
rituales de esta actividad se deriva lo que hoy conocemos el famoso palo
encebado, por eso se le llamaba a esta ceremonia Xocotl Huetzi que quiere
decir, “la caída del Xocotl (del madero)”. Se ofrendaba en estos días mucha
comida y “octli de la tierra”, es decir, pulque. Los hombres y mujeres
realizaban una danza muy solemne alrededor del Xocotl antes de derribarlo, e
iban ricamente ataviados con plumas y joyas; en los brazos y piernas llevaban
plumas rojas. En estos dias, todos tenian permiso para beber pulque, a
excepción de los jóvenes que les estaba prohibido y si lo hacían tendrían una pena
de castigo.
Es posible que la “veintena” que
tiene por nombre Teotleco (“la llegada de los principios generadores de la
naturaleza”) haya sido también una “veintena” en la que se conmemoraba a los
muertos porque la tierra descansa después de dar todo el alimento y verdor en
los campos. Fray Bernardino de Sahagún menciona como la noche anterior de
la festividad, los mexicanos colocaban “un petate de harina de maíz… En este
montoncillo imprimían los dioses la pisada de un pie en señal que había llegado”.
En algunos pueblos o comunidades indígenas se continua esta costumbre, pero es
para saber si llegaron sus muertos. Es posible que Teotleco signifique “la
llegada de la energía fría y de los muertos”, pues el término Teotl significa
dios dependiendo del contexto, también podría significar “muerte” o “muerto”.
Además, recordemos, que en la concepción de los antiguos mexicanos, la muerte
se “diviniza” como dios.
Cuatro eran los lugares a donde iban
los muertos, según las creencias de los antiguos mexicanos. El lugar de destino
estaba determinado por la manera en que la persona moría. Si morían peleando en
un campo de batalla en las Xochiyáoyotl (Guerras Floridas), según era el caso
de los guerreros, estos iban a la casa del sol, al Tonalcalco o Tonatiuhichan,
pues el sol era considerado el “guerrero mayor” ya que todos los dias salia
victorioso y triunfante de su paso por el Mictlán en donde habia vencido a la
muerte. Se creia que estos guerreros acompañaban al sol en su trayecto celeste.
También, aquellas mujeres que morian en su primer parto eran consideradas
guerreras, pues habían librado una batalla para poder dar a luz y habían
otorgado un nuevo guerrero a sociedades militaristas como Huexotzinco,
Tlaxcallan, Texcoco o Tenochtitlán entre otras, y se decia que al morir iban a
la casa del sol. Estas mujeres muertas llamadas cihuateteo acompañarian al sol
en su recorrido del atardecer, cuando el “gran guerrero” estuviera a punto de
entrar al Mictlán y librar una nueva batalla. A este tiempo-espacio en que las
mujeres muertas consideradas guerreras acompañan al sol desde el cenit hasta la
puesta de éste en el poniente se le llama: Cihuatlampa ubicado en el
Iztaccíhuatl para los Huexotzincas donde está nuestra señora de la montaña
Coatlicueitl, se creía que después de cuatro años, estos guerreros que estaban
en el Tonalcalco, podían regresar a la tierra en forma de colibrí o mariposa y podían
visitar a sus familiares, descendientes o amigos.
Si la persona moría ahogada, o su
muerte tenía alguna relación con el agua, entonces se pensaba que iba al
Tlalocán, el lugar de Tláloc, el señor de las aguas celestiales, de las
montañas y de la tierra fértil. Se creía que el Tlalocán era una especie de
“paraíso” en el que abundaban todo tipo de plantas, flores y frutos, verdes
valles y montañas frondosas, ríos y lagos; un lugar lleno de vida en el que las
personas estarían muy contentas. En nuestra Cosmovisión Huexotzincatl se cree
que el Tlalocán esta en los cerros y montañas.
Si la persona moría de muerte
natural, entonces iría al Mictlán, el lugar de los muertos, de la quietud, del
eterno reposo. Antes de llegar a este lugar, tendrían que pasar por nueve
obstáculos y peligrosas pruebas, conocidos como “niveles o pisos del Mictlán
Inframundo” los cuales tenían que ir transcendiendo y cruzando uno por uno.
En el primer nivel, llamado
Itzcuintlan o Apanohuayan, “el lugar de los perros” o “ el lugar donde se tiene
que cruzar el agua”, respectivamente, el muerto debía cruzar un enorme río,
para lograrlo, un perro de color bermejo le reconocería como su antiguo amo y
lo ayudaría a cruzar el río. En el segundo nivel, llamado Tepetl Monamicyan,
“el lugar de las montañas que se juntan”, era un lugar en el que había dos
montañas que chocaban entre si, el difunto debia pasar por el único camino
existente entre estas dos montañas, calculando el momento propicio para pasar y
no quedar atrapado o aplastado. El tercer nivel era llamado Itztepetl, “montaña
de obsidiana”, era un lugar con una montaña cubierta con navajas de obsidiana,
el muerto debía escalar y cruzar esta montaña siendo cortado y desgarrado por
las filosas obsidianas. El cuarto nivel era un lugar de fuertes y fríos
vientos, cortantes como obsidiana, cubierto de hielo y nieve, conocido como
Itzehecayan, “lugar de viento de obsidiana”. Se decía que este lugar era una
sierra con aristas cortantes compuesta de ocho collados en los que siempre caía
nieve. El quinto nivel era conocido como Pancuecuetlacayan, “el lugar donde
flotan las pantlis” (banderas o estandartes). Era un enorme desierto gélido
constituido por ocho paramos, aquí también soplaban fuertes vientos gélidos. Se
decía que el muerto tendía a ser elevado por los vientos y volar o flotar como
bandera. Debía buscar la manera de no ser arrebatado bruscamente por los
vientos y cruzar ese camino. El sexto nivel era el Temiminaloyan, “el lugar
donde la gente es flechada”. En este lugar existía un largo camino en cuyos
costados aparecían unas manos que lanzaban puntiagudas flechas a los muertos
para atravesarlos y desangrarlos, por lo que debían evitar a toda costa ser
flechados. El séptimo nivel era el Teyolocualoyan, “el lugar donde se come el
corazón de la gente”. Aquí habitaban fieras salvajes, se cree que eran
jaguares, que atrapaban a los caminantes y les abrían el pecho para comerles su
corazón, sin éste el difunto caía a un río de aguas negras en que quedaría
atrapado y muy difícilmente podría salir. Por esa razón debía evitar
encontrarse con el jaguar, pero si lo encontraba, llevaría consigo un jade
verde el cual ofrecería al felino a cambio de que no se comiera su corazón. El
octavo nivel se llamaba Itzmictlan Apochcalocan, “el lugar de la muerte de
obsidiana y de la casa que humea con agua”, era un lugar lleno de humo, de
neblina, que cegaba a los muertos, no les permitía ver el camino, perdiéndose
incontables veces. El noveno nivel era un enorme valle compuesto de nueve ríos
profundos, a este lugar llamaban Chicnahuapan “el lugar de los nueve ríos”. El
muerto debía cruzarlos para por fin llegar al Mictlán, el lugar en donde
habitaban Mictlantecuhtli “el señor de la muerte” y Mictecacihuatl, “la mujer
de la muerte”, la pareja del inframundo. Estos le recibirían finalmente para
otorgarle el descanso y el reposo eterno. Se creía que el tiempo que duraba en
cruzar el muerto los nueve obstáculos era de cuatro años, tiempo en el que sus
familiares hacian ofrendas, ritos y ceremonias para que su muerto pudiera
llegar a salvo al Mictlán. Después de estos cuatro años, no le hacían más
ceremonias, el muerto estaba por fin descansando.
El cuarto y último lugar a donde iban
los muertos, estaba destinado a los niños. Cuando estos pequeños morían por
cualquier causa, se decia que iban a un lugar en donde existia un enorme arbol
de cuyas frondosas ramas escurría leche para que éstos pudieran beberla y
seguir alimentándose. Este lugar era conocido como Chichihuacuauhco, “el lugar
del árbol con chichis” o “del árbol de leche” como le llaman otros, era en fin
un árbol madre. Algunos creían que estos niños, cobijados por las grandes ramas
de este inmenso árbol, poblarian nuevamente la tierra cuando la humanidad
actual fuese de nuevo destruida. Así, en un lugar de muerte, se gesta la vida.
La muerte fue para los antiguos
habitantes de Mesoamérica en realidad una prolongación de la vida, de la
existencia. El Tonalli de las personas iría a algún lugar en donde continuaría
existiendo y cumpliendo con alguna función. La muerte como una conclusión total
y definitiva de la vida no existía en la cosmovisión de los pueblos del
Cemanáhuac o Mesoamericana. La gente iba a algún lugar por la manera en que
moría a diferencias de algunas otras religiones en el que tu destino después de
la muerte esta determinado por el acto de creer, si crees “aquello o lo otro”,
o por una elevada moral, “si te portas bien, si te portas mal”. Y por último,
según algunos estudiosos de las practicas indígenas, los antiguos mexicanos se despedían
diciendo: “y que la muerte que traes a tus espaldas, te de larga vida”.
Tlazohcamati, Manuel Díaz;
Referencia: Apromeci.org.mx
Somos hijos del maíz, y el ciclo de la vida esta dada por el alma del maíz y los dioses, al MORIR, y el camino de este es como navegar y cabalgar sobre maíz, somos la semilla que vuelve a su origen.
Flor de cempasúchil, Pétalos de sol
Antiguamente los pobladores prehispánicos de Malinalco utilizaban una flor amarilla para honrar a sus difuntos, pues consideraban que los pétalos de esta contenían el calor del sol. Los mexicas adoptaron dicha costumbre, pero mejoraron la especie hasta lograr juntar en una sola flor veinte de aquellas pequeñas: el cempasúchil.
La palabra cempasúchil es originaria del náhuatl cempohualxochitl, compuesta por cempohuali, que significa “veinte”, y xochitl, que quiere decir “flor”. Al unir estas palabras, su traducción literal es “veinte flores” o “flor de veinte pétalos”; aunque hay quienes lo traducen como “muchas flores”.
Las ofrendas
![]() |
Flor de cempasúchil pétalos de sol (Leyenda) |
![]() |
Sahumerio para coppal o incienso |
MICCAILHUITZINTLI: 40 DÍAS DE
FESTIVIDADES A LOS MUERTOS
Apartir de hoy 18 de agosto y hasta el 26 de septiembre de acuerdo a la correlación de Durán, eran dos meses dedicados a recordar a los muertos tanto niños, jóvenes y adultos, su recuerdo era en dos veintenas=meses; la primera en Miccailhuitl o Miccailhuitzintli= fiesta de los muertecitos. Y Hueyi Miccailhuitzintli=Fiesta de los muertos grandes o mayores.
Lo que actualmente se celebra tan sólo uno o dos días, en la época prehispánica duraba 40 días es decir dos veintenas, tan grande era su veneración y festejo a la muerte por parte de los pueblos de Mesoamérica, que en su interpretación no era como la concibe nuestro actual pensamiento, sino que era un paso a la trascendencia o infinito que hace el alma como lo dice mi profesor de Náhuatl Genaro Medina Ramos.
“Día de muertos”, a eso se redujo una celebración que en el México prehispánico era de por lo menos cuarenta dias, dos “veintenas” llamadas Tlaxochimaco o Miccailhuitzintli (fiesta de los muertos pequeños donde se recordaba a la niños y jóvenes) y Xocotl Huetzi o Hueyi Miccailhuitzintli (fiesta de los muertos grandes) del Mes=Metztli Cempohualli correspondientes al Calendario Solar-Agrícola o Xiuhpohualli. La “celebración” del “día de muertos”, o Miccailhuitl, es una tradición autentica y totalmente mexicana que proviene desde tiempos muy lejanos. El culto a los muertos, veneración y respeto, se fue gestando desde la aparición de las primeras culturas antiguas que habitaron el territorio denominado Cemanáhuac o Mesoamericano. Con la cultura Olmeca inicia la asociación de conceptos ideológicos vinculados con la muerte y el Mictlán "Inframundo": el jaguar, la montaña, la cueva, la oscuridad, el frío, la noche.
Antiguamente, la celebración de Miccailhuitl era en realidad, más que una “celebración”, una festividad religiosa, un acto ceremonioso y ritual para invocar, para llamar, para conmemorar y recordar a las personas que ya habían partido a alguno de los cuatro lugares en los que se creía que podia ir el tonalli (alma o espiritu) según la cosmovisión de los antiguos hombres y mujeres del Anáhuac. Miccailhuitl era también una ceremonia para agradecer a los que nos antecedieron y nos dejaron un legado; era una ceremonia para convivir con ellos. Los mexicanos no olvidan a sus ancestros, los llevan en su memoria, en su corazón, en sus tradiciones y costumbres; los autenticos mexicanos no olvidan a sus muertos. Y que de manera respetuosa en el idioma náhuatl se les llama ABUELOS. Se festejaban a mitad de agosto y hasta finales de septiembre del actual calendario gregoriano.
A diferencia de la actual celebración de “día de muertos” que con el sincretismo religioso se realiza los días 1 y 2 de noviembre, en el México antiguo esta tradición de recordar, conmemorar, y convivir con los descarnados, duraba cuarenta días, dos “veintenas” o cempohualli de su antiguo Calendario Solar-Agrícola Xiuhpohualli, es decir, dos meses de veinte dias.
Las “veintenas” en los que se conmemoraba a los ancestros –aquellas personas que nos antecedieron y nos legaron sus formas de vida, sus costumbres, sus tradiciones, su forma de ver y entender el mundo a través de la vida y la muerte– fueron los “meses” noveno y decimo correspondientes al calendario civil o solar conocido como Xiuhpohualli. Estos meses eran: Tlaxochimaco (ofrenda de flores) también llamado Miccailhuitontli, que significa, “la pequeña festividad de los muertos” o “celebración a los muertecitos”, y Xocotl Huetzi (la caida del xocotl), tambien llamado Huey Miccahiluitl, que quiere decir, “La gran festividad de los muertos”. Miccailhuitontli se celebraba del 18-19 de Agosto al 7 de Septiembre, y del 8 de Septiembre al 27 del mismo mes se celebraba Huey Micailhuitl, “la gran festividad de muertos”.
En la cempohualli o “veintena” de Micailhuitontli se conmemoraba a los “niños inocentes muertos” por lo cual tambien se le llamaba la “festividad de los muertecitos”. Se ofrendaba cacao, ocote, aves, frutas, semillas, Copalli y comida. Los hombres danzaban con las mujeres tomados de las manos o abrazados, danzaban despacio, suave, de manera ceremonial; y cantaban en los patios de los templos hasta bien entrada la noche. La figura del signo de estos dias era un muerto amortajado “a la manera que ellos amortajaban” (con manta y red) sentado en un icpalli (silla o trono) pintado entre nubes. En aquellos dias, los ancianos bañaban a los niños, les cortaban el pelo, los ungian y los emplumaban; ofrecian ese servicio para que estos pequeños no murieran. En este mes iban a la montaña y cortaban un gran árbol al cual le quitaban la corteza y alisaban. A este gran madero hacian ceremonia y consagraban con humo de copalli, danzas y cantos. Tenían acostado este madero y lo tenían en preparación para cuando fuera levantado en el mes siguiente. A este gran madero llamaban: Xocotl
En la cempohualli o “veintena” de Huey Micailhuitl, “la gran festividad de los muertos”, se conmemoraba a los muertos grandes, adultos. Esta festividad religiosa era una de las principales de todo el año. Los tlamacazqueh (sacerdotes) se atuendaban con sus mejores galas, rica plomería, oro y piedras preciosas, lo mismo hacia el resto de la población. Así, los ministros del templo levantaban en el patio del teocalli el gran madero llamado Xocotl y en su cúspide ponían un ave o pájaro hecho de masa de amaranto (tzoalli), el cual debían bajar y derribar el madero tras varios rituales de esta actividad se deriva lo que hoy conocemos el famoso palo encebado, por eso se le llamaba a esta ceremonia Xocotl Huetzi que quiere decir, “la caída del Xocotl (del madero)”. Se ofrendaba en estos días mucha comida y “octli de la tierra”, es decir, pulque. Los hombres y mujeres realizaban una danza muy solemne alrededor del Xocotl antes de derribarlo, e iban ricamente ataviados con plumas y joyas; en los brazos y piernas llevaban plumas rojas. En estos dias, todos tenian permiso para beber pulque, a excepción de los jóvenes que les estaba prohibido y si lo hacían tendrían una pena de castigo.
Es posible que la “veintena” que tiene por nombre Teotleco (“la llegada de los principios generadores de la naturaleza”) haya sido también una “veintena” en la que se conmemoraba a los muertos porque la tierra descansa después de dar todo el alimento y verdor en los campos. Fray Bernardino de Sahagún menciona como la noche anterior de la festividad, los mexicanos colocaban “un petate de harina de maíz… En este montoncillo imprimían los dioses la pisada de un pie en señal que había llegado”. En algunos pueblos o comunidades indígenas se continua esta costumbre, pero es para saber si llegaron sus muertos. Es posible que Teotleco signifique “la llegada de la energía fría y de los muertos”, pues el término Teotl significa dios dependiendo del contexto, también podría significar “muerte” o “muerto”. Además, recordemos, que en la concepción de los antiguos mexicanos, la muerte se “diviniza” como dios.
Cuatro eran los lugares a donde iban los muertos, según las creencias de los antiguos mexicanos. El lugar de destino estaba determinado por la manera en que la persona moría. Si morían peleando en un campo de batalla en las Xochiyáoyotl (Guerras Floridas), según era el caso de los guerreros, estos iban a la casa del sol, al Tonalcalco o Tonatiuhichan, pues el sol era considerado el “guerrero mayor” ya que todos los dias salia victorioso y triunfante de su paso por el Mictlán en donde habia vencido a la muerte. Se creia que estos guerreros acompañaban al sol en su trayecto celeste. También, aquellas mujeres que morian en su primer parto eran consideradas guerreras, pues habían librado una batalla para poder dar a luz y habían otorgado un nuevo guerrero a sociedades militaristas como Huexotzinco, Tlaxcallan, Texcoco o Tenochtitlán entre otras, y se decia que al morir iban a la casa del sol. Estas mujeres muertas llamadas cihuateteo acompañarian al sol en su recorrido del atardecer, cuando el “gran guerrero” estuviera a punto de entrar al Mictlán y librar una nueva batalla. A este tiempo-espacio en que las mujeres muertas consideradas guerreras acompañan al sol desde el cenit hasta la puesta de éste en el poniente se le llama: Cihuatlampa ubicado en el Iztaccíhuatl para los Huexotzincas donde está nuestra señora de la montaña Coatlicueitl, se creía que después de cuatro años, estos guerreros que estaban en el Tonalcalco, podían regresar a la tierra en forma de colibrí o mariposa y podían visitar a sus familiares, descendientes o amigos.
Si la persona moría ahogada, o su muerte tenía alguna relación con el agua, entonces se pensaba que iba al Tlalocán, el lugar de Tláloc, el señor de las aguas celestiales, de las montañas y de la tierra fértil. Se creía que el Tlalocán era una especie de “paraíso” en el que abundaban todo tipo de plantas, flores y frutos, verdes valles y montañas frondosas, ríos y lagos; un lugar lleno de vida en el que las personas estarían muy contentas. En nuestra Cosmovisión Huexotzincatl se cree que el Tlalocán esta en los cerros y montañas.
Si la persona moría de muerte natural, entonces iría al Mictlán, el lugar de los muertos, de la quietud, del eterno reposo. Antes de llegar a este lugar, tendrían que pasar por nueve obstáculos y peligrosas pruebas, conocidos como “niveles o pisos del Mictlán Inframundo” los cuales tenían que ir transcendiendo y cruzando uno por uno.
En el primer nivel, llamado Itzcuintlan o Apanohuayan, “el lugar de los perros” o “ el lugar donde se tiene que cruzar el agua”, respectivamente, el muerto debía cruzar un enorme río, para lograrlo, un perro de color bermejo le reconocería como su antiguo amo y lo ayudaría a cruzar el río. En el segundo nivel, llamado Tepetl Monamicyan, “el lugar de las montañas que se juntan”, era un lugar en el que había dos montañas que chocaban entre si, el difunto debia pasar por el único camino existente entre estas dos montañas, calculando el momento propicio para pasar y no quedar atrapado o aplastado. El tercer nivel era llamado Itztepetl, “montaña de obsidiana”, era un lugar con una montaña cubierta con navajas de obsidiana, el muerto debía escalar y cruzar esta montaña siendo cortado y desgarrado por las filosas obsidianas. El cuarto nivel era un lugar de fuertes y fríos vientos, cortantes como obsidiana, cubierto de hielo y nieve, conocido como Itzehecayan, “lugar de viento de obsidiana”. Se decía que este lugar era una sierra con aristas cortantes compuesta de ocho collados en los que siempre caía nieve. El quinto nivel era conocido como Pancuecuetlacayan, “el lugar donde flotan las pantlis” (banderas o estandartes). Era un enorme desierto gélido constituido por ocho paramos, aquí también soplaban fuertes vientos gélidos. Se decía que el muerto tendía a ser elevado por los vientos y volar o flotar como bandera. Debía buscar la manera de no ser arrebatado bruscamente por los vientos y cruzar ese camino. El sexto nivel era el Temiminaloyan, “el lugar donde la gente es flechada”. En este lugar existía un largo camino en cuyos costados aparecían unas manos que lanzaban puntiagudas flechas a los muertos para atravesarlos y desangrarlos, por lo que debían evitar a toda costa ser flechados. El séptimo nivel era el Teyolocualoyan, “el lugar donde se come el corazón de la gente”. Aquí habitaban fieras salvajes, se cree que eran jaguares, que atrapaban a los caminantes y les abrían el pecho para comerles su corazón, sin éste el difunto caía a un río de aguas negras en que quedaría atrapado y muy difícilmente podría salir. Por esa razón debía evitar encontrarse con el jaguar, pero si lo encontraba, llevaría consigo un jade verde el cual ofrecería al felino a cambio de que no se comiera su corazón. El octavo nivel se llamaba Itzmictlan Apochcalocan, “el lugar de la muerte de obsidiana y de la casa que humea con agua”, era un lugar lleno de humo, de neblina, que cegaba a los muertos, no les permitía ver el camino, perdiéndose incontables veces. El noveno nivel era un enorme valle compuesto de nueve ríos profundos, a este lugar llamaban Chicnahuapan “el lugar de los nueve ríos”. El muerto debía cruzarlos para por fin llegar al Mictlán, el lugar en donde habitaban Mictlantecuhtli “el señor de la muerte” y Mictecacihuatl, “la mujer de la muerte”, la pareja del inframundo. Estos le recibirían finalmente para otorgarle el descanso y el reposo eterno. Se creía que el tiempo que duraba en cruzar el muerto los nueve obstáculos era de cuatro años, tiempo en el que sus familiares hacian ofrendas, ritos y ceremonias para que su muerto pudiera llegar a salvo al Mictlán. Después de estos cuatro años, no le hacían más ceremonias, el muerto estaba por fin descansando.
El cuarto y último lugar a donde iban los muertos, estaba destinado a los niños. Cuando estos pequeños morían por cualquier causa, se decia que iban a un lugar en donde existia un enorme arbol de cuyas frondosas ramas escurría leche para que éstos pudieran beberla y seguir alimentándose. Este lugar era conocido como Chichihuacuauhco, “el lugar del árbol con chichis” o “del árbol de leche” como le llaman otros, era en fin un árbol madre. Algunos creían que estos niños, cobijados por las grandes ramas de este inmenso árbol, poblarian nuevamente la tierra cuando la humanidad actual fuese de nuevo destruida. Así, en un lugar de muerte, se gesta la vida.
La muerte fue para los antiguos habitantes de Mesoamérica en realidad una prolongación de la vida, de la existencia. El Tonalli de las personas iría a algún lugar en donde continuaría existiendo y cumpliendo con alguna función. La muerte como una conclusión total y definitiva de la vida no existía en la cosmovisión de los pueblos del Cemanáhuac o Mesoamericana. La gente iba a algún lugar por la manera en que moría a diferencias de algunas otras religiones en el que tu destino después de la muerte esta determinado por el acto de creer, si crees “aquello o lo otro”, o por una elevada moral, “si te portas bien, si te portas mal”. Y por último, según algunos estudiosos de las practicas indígenas, los antiguos mexicanos se despedían diciendo: “y que la muerte que traes a tus espaldas, te de larga vida”.
Tlazohcamati, Manuel Díaz;
Referencia: Apromeci.org.mx
Publicaciones relacionadas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por sus comentarios