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sábado, 8 de septiembre de 2018

Las AHUIANIME del mundo nahua prehispánico



//Prehispánica//Crónicas//Relatos//



LAS AHUI-ANIME

Del mundo nahua prehispánico





Las ahui-anime eran mujeres de distintos orígenes a las que se les permitía el uso de un lenguaje no verbal: usaban ciertos movimientos del cuerpo, gesticulaciones, atavíos, cosméticos. Se trata de mujeres cuyo oficio era seducir, usar su sexualidad desbordada para alegrar la vida del mundo nahua prehispánico. Sí, las ahuianime eran vulgarmente reconocidas como prostitutas; sin embargo, a diferencia de las connotaciones actuales, ellas eran mujeres que acompañaban a los guerreros valientes o las víctimas de sacrificio. Eran la base de la recreación y la alegría que tenían en su poder el desenfreno. De acuerdo con un estudio antropológico de Miriam López Hernández, de la Universidad Autónoma de México, las prostitutas en el mundo prehispánico eran mujeres necesarias en la sociedad, y a quienes se les relacionaba con el gozo que los dioses proporcionaron ante las angustias derivadas de la vida cotidiana. Es decir, las ahuiani, que quiere decir “la que está alegre”, eran las protegidas de los espacios estatales con un carácter ritualístico y festivo.
 

 

Fray Bernardino de Sahagún en su obra “Historia General de las Cosas de Nueva España”, hizo una descripción de las ahui-animes muy detallada. Nos dice que eran mujeres que se arreglaban mucho y se untaban axin en el rostro para que brillara, que acostumbraban teñirse los dientes de color rojo, dejarse el cabello suelto para verse más bellas, además, se impregnaban de olores exquisitos y masticaban chicle sonoramente como si fueran castañuelas a fin de mantener los dientes limpios y sin olores molestos, también tenían la costumbre de hacer señas con la cara y reírse de manera muy sonora. 

 

Sahagún, que era un fraile católico y desconocía completamente la cosmovisión mexica, catálogo a las ahuianimes como las prostitutas del Nuevo Mundo; aunque nosotros sabemos que las discípulas de Xochiquetzal solamente alegraban la vida de los esclavos que estaban próximos a morir en la piedra de los sacrificios.

 

 
Sin embargo, y pese al cobijo religioso y estatal, las ahuianime eran víctimas de repudio moral. Si bien los dioses permitían la práctica sexual, el exceso o desenfreno de los placeres eróticos era fuertemente castigado. Por esta razón, las ahuianime eran popularmente tildadas de inhumanas, vanidosas e indecedentes: “Su integración en la sociedad se muestra en ciertas fechas y lugares pero, en los discursos morales y en algunas palabras para calificarlas, existe una actitud de rechazo y desaprobación a su comportamiento”. La indumentaria, el arreglo y la conducta de las mujeres fueron áreas en que se evidenció el rechazo a las ahuianime: “las prostitutas se distinguen por su conducta corporal, por su deseo de destacar, por libertinas, por vanidosas y presuntuosas, contrario al ideal de discreción que se esperaba de las demás mujeres.” Por ejemplo, a las mujeres nobles se les pedía andar de manera honesta: No andes con apresuramiento ni con demasiado espacio, porque es señal de pompa andar despacio, y el andar de prisa tiene resabio de desasosiego y poco asiento. Andando llevarás un medio, que ni andes muy de prisa ni muy despacio; y cuando fuere necesario andar de prisa, hacerlo has así; por esto tienes discreción. Cuando fueres por la calle o el camino no lleves inclinada mucho la cabeza y muy erguida, porque es señal de mala crianza. no hagas con los pies meneo de fantasía por el camino. Anda con asiego  y con honestidad por la calle. No mires por aquí y por allá, ni vuelvas la cabeza para mirar a una parte y a otra. Mira a todos con cara serena… de manera que ni lleves el semblante como enojada ni tampoco como risueña.
 
Y en cuanto a su arreglo personal, Sahagún describe que: El peinado de las mujeres mexicas «honestas» era el cabello partido en el centro, las mitades cruzadas en la nuca y llevadas en forma torcida o trenzada alrededor de la cabeza, hacia la frente, para terminar en dos puntas levantadas que tienen forma de cornezuelos. Su cabello recogido mostraba su conducta propia y comprometida, en la que había observancia de los límites. En cuanto a las ahuianime, según los testimonios de Sahagún, “eran vanidosas, se ataviaban y adornaban excesivamente, se pintaban el rostro, las mejillas con axin –un ungüento amarillo de la tierra– y con otros colores más, de manera que gustaban lucir ‘buen rostro’.” Solían llevar el cabello suelto y otras veces con un peinado combinado, en donde se arreglaban la mitad de la cabellera trenzada y la otra mitad suelta sobre la oreja o el hombro. De hecho, en las imágenes de estas mujeres, su cabello aparece alborotado, lo cual representaba otra transgresión que realizaba la mujer. Además del físico, las ahuiamine solían bañarse con hierbas olorosas para que de su cuerpo emanara una fragancia deliciosa, perturbadora y excitante. Mientras que acostumbraban a oscurecerse los dientes con grana cochinilla para llamar la atención o a chupar el tzictli –derivado del chapuputli– para cuidar y limpiar los dientes: “También el tzictli lo utilizaban para llamar la atención de los posibles clientes al mascarlo. Sobre esta resina, que la jovenzuelas que mastican con liviana forma ante los jóvenes al pasar dan a entender sus intenciones. Y éste es signo de atracción y así dicen moteixantia, que viene a decir: ‘atrae a sí a alguno’.”
 
De acuerdo con Roberto Moreno, existía un grupo de prostitutas llamadas maqui, quienes pertenecían a un tipo de prostitución militar. Es decir que, además de las prostitutas de los mercados, también estaban las mujeres dedicadas únicamente a atender a los soldados. Se dice incluso que las maqui eran las protegidas y representaciones de Xochiquetzal y Cihuacoatl: “Los atavíos guerreros y las actitudes viriles de las ‘cortesanas’ ciertamente se explican por la voluntad de reproducir la muerte mítica de esas dos divinidades.” Eran ellas mismas quienes nacían bajo el signo xochitl, pues se creía que “las mujeres que nacieran ellos, estarían inclinadas a la prostitución a menos que fueran penitentes y guardaran su ayuno para evitar caer en la fase del signo.” Incluso, la influencia de estos días sobre las prostitutas y labranderas, provocaba que a estas últimas se les castigara mandándoles infecciones de transmisión sexual si no cumplían con sus obligaciones.
 

Datos de las relaciones sexuales prehispánicas

Las prácticas sexuales de los pueblos prehispánicos eran muy variadas.

Así encontramos que en Tenochtitlan la sexualidad estaba muy ligada a lo religioso y espiritual, y se castigaba duramente lo que no estuviera dentro de lo permitido. Las tribus del norte, por otro lado, vivían su sexualidad de manera más libre. Con la llegada de los españoles y la religión católica, la sexualidad nativa se convirtió en un tema tabú y se prohibieron muchas de las prácticas antes permitidas. De igual forma, se hizo del placer carnal un pecado, concepto desconocido por los pobladores originarios. A continuación, te presento algunos datos curiosos sobre este tema:

 


Uno: La unión sexual entre homosexuales no era tolerada entre los mexicas y se penaba con la muerte. Sin embargo, al homosexual pasivo se lo afeminaba y se le asignaba un rol femenino (se lo llamaba berdache). La ley mexica castigaba la sodomía con el empalamiento para el homosexual activo, la extracción de las entrañas por el orificio anal para el homosexual pasivo y la muerte por garrote para las lesbianas.

Dos: Según las crónicas de los españoles, entre los los totonacas y los pueblos del Norte estaba socialmente aceptada la pederastía. Entre ellos, también la homosexualidad era vivida con mayor libertad.

Tres: Es sabido que muchos pueblos prehispánicos comparaban la fertilidad humana con la de la Tierra, y con este fin los mayas practicaban la “masturbación ritual”, que era una ofrenda masculina a la tierra.

Cuatro: También los mayas fabricaban instrumentos de madera, conocidos hoy como consoladores, (2) para procurar el placer sexual femenino.

Cinco: Hay pocos registros de relaciones homosexuales entre los mayas, aunque se cree que eran parte de los ritos de paso de los jóvenes. Sí sabemos que su ley castigaba la homosexualidad con la muerte en un horno ardiente.

Seis: La prostitución, en general, era una práctica aceptada y no había castigos judiciales contra las mujeres que la ejercían. Sin embargo, y como sucede en la actualidad, la prostituta sí era estigmatizada socialmente.

Siete: La unión sexual entre individuos de distintas etnias estaba mal vista en general, pues cada sociedad tenía en muy alta estima su origen divino y por ello no era algo honorable mezclar su sangre con la de otro pueblo.

Ocho: En Tenochtitlan sí existía la poligamia: Solo la primera concubina era considerada esposa y, las demás, solo eran concubinas para el placer.

Nueve: Para los pueblos prehispánicos, los senos femeninos no tenían una connotación sexual tan marcada como la que tienen hoy en día, o la que tenían para los españoles, sino que eran simplemente características biológicas.

Diez: Mientras las mujeres en Tenochtitlan debían ser sumisas a sus esposos, las mujeres totonacas y otomíes eran temidas, iban a la guerra y podían elegir al marido de su preferencia.

Once: El adulterio no estaba permitido entre los mexicas, y las sanciones iban desde la estigmatización moral hasta la pena de muerte. El castigo tenía una razón, pues se creía que el adulterio producía un desequilibrios entre la comunidad y el Cosmos, y que la presencia del trasgresor provocaba desgracias, como la pérdida de cosechas o la muerte de niños.

Doce: Los mexicas veían en el placer sexual un don divino, tan necesario como el alimento, la alegría, el vigor vital y el reposo cotidiano. Para disfrutarlo se debía moderar, como cualquier otro regalo que los dioses le habían hecho al hombre.

Trece: Era tal la relación de la sexualidad con la religión, que el huey-tlatoani de Tenochtitlan Motecuhzoma ordenó destruir una casa de prostitución porque estaba convencido de que, debido a sus transgresiones públicas, su pueblo había sido castigado con la llegada de los españoles.

Jesús Hoyos Hernández

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