"¿Quién creería que unos negros despreciables del sur, que ni figura tienen de hombres, vendrían un día a imponer al gobierno de México y a formidar [intimidar] a esta ciudad?"
El
4 de noviembre de 1774 nació el abogado, historiador y político novohispano
Carlos María de Bustamante, quien peleó por la independencia y fue un
convencido centralista. Recordar su nacimiento nos permite viajar al 12 de
enero de 1829, día que el congreso federal declaró nula la elección
presidencial que había ganado el general Manuel Gómez Pedraza, un antiguo
realista que participó en la captura de José María Morelos y durante la
presidencia de Guadalupe Victoria se desempeñó como ministro de Guerra. En esas
elecciones presidenciales, las segundas en la vida independiente de México, se
presentaron como candidatos el ya mencionado Manuel Gómez Pedraza, además de
los generales Vicente Guerrero y Anastasio Bustamante, quienes ocuparon el
segundo y tercer lugar, respectivamente. A pesar de que el congreso reconoció la
victoria de Gómez Pedraza, el general Antonio López de Santa Anna se levantó en
armas y exigió que se entregara la presidencia a Guerrero, lo que se hizo tras
el motín de la cárcel de la
Acordada. Esta fue la primera vez que una rebelión tiró a un
presidente (en este caso electo) y marcó un terrible precedente, ya que meses
después Vicente Guerrero fue declarado “incapacitado para gobernar” y despojado
de la presidencia, que fue entregada a Anastasio Bustamante. El otro
Bustamante, Carlos María, fuee un acérrimo opositor de Guerrero y, cuando este
ganó la presidencia, exclamó:
"¿Quién creería que unos negros
despreciables del sur, que ni figura tienen de hombres, vendrían un día a
imponer al gobierno de México y a formidar [intimidar] a esta ciudad?"
A
pesar de expresiones de este tipo, Enrique Krauze considera que Bustamante:
“Era
un patriota del siglo XIX, arraigado en la mentalidad del XVII, que había
pasado casi a ciegas por el siglo XVIII. Quería construir una patria mexicana
(es decir, no española) y por lo tanto orgullosa de su pasado indígena, pero
católica y provista de un gobierno central fuerte”.
Por; Jesús Hoyos Hernández//Nacional//Análisis//Política//Opinión//Prehispanica//Proyectando a México//
El origen del copal
en rituales, ceremonias religiosas y de curación
El
copal es una resina aromática que se obtiene de árboles del género Bursera, y
tiene un papel muy importante tanto en la vida cotidiana como en las
tradiciones espirituales, ceremoniales y de curación de diferentes regiones de Latinoamérica
que tienen raíces prehispánicas. ¿Para qué se utiliza el copal? 1. Rituales y
ceremonias religiosas y de curación: Se quema principalmente durante rituales
tradicionales, como en el Xantolo (Día de Muertos), limpias espirituales y
ofrendas a los difuntos. Su humo se considera una forma de comunicación con el
mundo espiritual y de purificación. 2. Ofrendas: En los altares de Día deMuertos se coloca copal para guiar a las ánimas con su aroma, pues se cree que
el humo les ayuda a encontrar el camino hacia el altar. 3. Usos medicinales y
espirituales: El copal también se utiliza en limpias o sanaciones
tradicionales. Se quema para “ahuyentar malos aires”, atraer energías positivas
y proteger a las personas o espacios. 4. Ceremonias agrícolas: En algunas
comunidades, se ofrece copal durante las peticiones por buenas cosechas,
agradecimientos o bendiciones de la tierra. Su aroma intenso y su carácter
sagrado hacen del copal un elemento esencial en las tradiciones ancestrales de muchas
regiones de México norte sur de Latinoamérica.
La
resina aromática del copal desempeña un papel significativo en las ofrendas del
Día de Muertos en México. El copal se quema en pequeñas brasas durante estas
ofrendas, liberando su fragancia característica, que se cree atrae y guía a las
almas de los difuntos hacia el altar. El humo del copal también se considera
purificador y protector, alejando a los malos espíritus y purificando el
ambiente en el que se lleva a cabo la conmemoración. Además de su función
espiritual, el copal agrega un elemento sensorial importante a las ofrendas,
creando una experiencia multisensorial que involucra la vista, el olfato y el
gusto a través de la comida y las bebidas preferidas de los difuntos. El uso
del copal en las ofrendas de Día de Muertos es un testimonio de la riqueza
cultural y espiritual de esta celebración, que sigue siendo una parte integral
de la identidad mexicana. El aroma del copal es una presencia mágica y tan
llena de enseñanzas. Es una enseñanza ancestral de nutrirnos y curarnos con
todo lo que nos ofrece la madre tierra, es una manera de expresarle nuestra
gratitud. Usado durante siglos y hasta nuestros días para purificar, crear la
abundancia y dirigirnos a los cuatro puntos cardinales para ofrendar, agradecer
y pedir permiso antes de iniciar un ritual, es medicina para el alma y los
sentidos, es mediador entre la materia y el espíritu. Tiene el increíble e
incomparable poder para evocar otros mundos, esto hace de la fragancia del
copal un bálsamo para conectar con la armonía. Creemos en su increíble poder
para evocar otros mundos, para conectar con y crear la armonía a través de su
humo sagrado.
A este árbol en el idioma Náhuatl se le llama
“copalquáhuitl”, a su ceniza “copalli" e “Iztacteteo" es la deidad
blanca. (llamado así, por el humo blanco que produce cuando se quema).“Copal” es el nombre de la resina aromática del
árbol sagrado Bursera endémico de México.
Según
la creencia de la resina sagrada nacida del sacrificio de un joven. Dicen que
el humo del copal no sube, sino que regresa. Regresa al corazón del que lo
ofreció. Regresa al sacrificio que lo hizo posible.
Para quemar el copal es necesario hacerlo sobre una
brasa, una sola piedrita genera bastante humo blanco y se consume rápidamente. En la cultura maya a esta resina se
le conoce como: "Poot".
Leyenda del copal
En
una leyenda en tiempos antiguos, cuando los hombres aún no sabían cómo hablar
con los dioses, un joven de rostro sereno y alma luminosa ofreció su vida para
abrir ese canal. No lo hizo por gloria, ni por mandato, sino por amor a su
pueblo, que sufría sequías y silencio ritual. Los dioses aceptaron su
sacrificio. Su cuerpo fue enterrado bajo un árbol desconocido, y de su pecho
brotó una savia espesa, aromática, que al secarse se convirtió en copal. Al
quemarse, esa resina liberaba un humo blanco que no solo subía al cielo, sino
que conectaba mundos: el de los vivos, el de los muertos, y el de los dioses. Desde
entonces, cada vez que se enciende copal en una ceremonia, se dice que el joven
vuelve a respirar a través del humo. Que su espíritu danza entre los aromas,
guiando a los chamanes, protegiendo a los niños, y recordando que el verdadero
puente entre mundos es el sacrificio voluntario.
En
otros escritos se Cuenta una leyenda que la bella Doncella llamada Calahuit
Pon, imploro al cielo y a su amado para protegerla de un ataque y una cruel
agresión por parte de unos malos hombres, en ese momento corrió llena de
desesperación entre el bosque y un árbol gigante la absorbió para resguardarla
y ocultarla de sus perseguidores, a partir de ese momento; el árbol empezó a
llorar eternamente. Las lágrimas que escurrían por el tronco, se convirtieron
poco a poco en la resina olorosa y perfumada, que es el alma enamorada de
Calahuit.
Anécdota del general
Álvaro Obregón con un bolerito llamado Manuel apodado el greñas.
Álvaro Obregón apodado el manco de Celaya, debido a que en una de las batallas perdio un brazo, fue sin duda el gran traidor a la revolución, traicionó sus ideales los principios de la revolución. Fuera de eso y de muchos revolucionarios se cuentan infinidad de anécdotas y leyendas. En una mas del general Álvaro Obregón fue una figura hasta cierto punto familiar en
Guaymas, allá por los años veinte del siglo XIX. El general con frecuencia visitaba al puerto para
saludar a sus amigos y compadres, y para participar en tardeadas y saraos que
se organizaban en su honor. De hecho, pocos días antes de caer inmolado en “La Bombilla”, asistió a un
banquete que se sirvió para él, ya presidente reelecto, en un kiosko que
existía en Bacochibampo.
En
una de aquellas ocasiones, el invicto “Manco de Celaya” caminaba solitario por
la plaza “13 de Julio” extasiado por el canto de los pájaros y el olor de las
miles de florecitas de estación, que con gran cariño y esmero sembraba y
cuidaba el “placero” don Alfredo Peralta. Los niños que se dirigían a la
escuela, veían con mezcla de admiración, respeto y temor, a aquel güero quemado
por el sol de grandes bigotes entrecanos, sabiendo que era el meritito vencedor
de Pancho Villa… el mero Hombre Fuerte de México. (Álvaro Obregón y Francisco Villa)
Entonces,
Obregón aceptó la invitación que le hizo un “bolerito” para asearse el calzado,
sentándose en una de las viejas bancas de fierro fundido y tiras de madera
pintadas de verde del histórico parque. Pronto ambos platicaban entusiastamente,
más el niño, mugroso y descalzo, pues don Álvaro sólo lo interrogaba de vez en
cuando, para provocar su plática y deleitarse escuchando sus respuestas vivas e
inteligentes.
Así
supo que el bolero se llamaba Manuel, que a la muerte de su padre tuvo que convertirse
prematuramente en hombre para sostener a su pobre madre y dos hermanos menores,
con el escaso dinero que ganaba aseando calzado en la vía pública.
Primero
fue otro bolero largo, seco y moreno como vara prieta, quien interrumpió el
palique, golpeando de pasada en la cabeza a Manuelito, mientras le decía
— ¡No se te vaya a
olvidar, “Greñas”!
El niño casi entre dientes
le repuso
–¡Ni a tí tampoco,
“Setagüi”!
Luego fue otro
limpia-botas chaparrito y gordo, vestido casi con harapos, quien al pasar le recomendó
a Manuel:
— ¡No se te vaya olvidar,
“Greñas”!
— ¡Ni a tí tampoco,
“Uvari”, repuso el chico.
Muy lentamente continuaba
su trabajo Manuelito, interrunpido ahora por las preguntas del general y luego
por nuevas recomendaciones de otros colegas boleros que al pasar le espetaban:
— ¡No se te vaya olvidar,
“Greñas”!
Para todas las cuales,
siempre tuvo la misma respuesta:
— ¡Ni a tí tampoco…
“Rengo”, “Sapo”, “Mocos”…!
Al fin, Obregón convencido
de la viveza del bolero, y conmovido por la dureza de su vida, la que
enfrentaba con decisión de hombre maduro, le comunicó:
— Mira Manuelito, tú eres
un chamaco muy inteligente, muy listo. Tu lugar está en una escuela. Estoy
seguro que con preparación llegarás a ser un hombre útil, un ciudadano valioso…
— Pues sí general, pera la
escuela no es para los pobres como yo -interrumpió-
— Ahora mismo voy a dar
instrucciones a las autoridades locales para que le fijen una pensión decorosa
a tu madre y así puedas asistir con desahogo a la escuela… ya verás como vas
aprender cosas interesantes… te voy a encargar con el profesor Dworak, y antes
de lo piensas serás abogado o médico.
En una pequeña agenda de
bolsillo, el general apuntó el nombre y la dirección de la viuda, datos que le
proporcionó el muchacho con los ojos húmedos por la emoción.
— Bueno, Manuelito, pero
ahora me vas a platicar del jueguito ese de no se te vaya olvidar que traes con
tu palomilla, le interrogó don Álvaro.
— Este… es que… me da pena
contarle general…
— ¿Por qué pena…?
— ¡Es que es una leperada,
mi general!
— Anda…Anda… platícame que
al fin los dos somos hombres y yo me sé todas las leperadas del mundo -le
repuso Obregón con una risita pícara y bajando la voz, como invitándolo a la
confidencia-
— Bueno mi general… le voy
a decir porque usted lo ordena, pero… cuando… cuando me dicen no se te vaya
olvidar, me quieren decir, no se te vaya olvidar… no se te vaya olvidar ir a
chingar a tu madre… y… y… pos yo les respondo ni a tí tampoco, explicó
Manuelito, mientras guardaba trapos, cepillo y grasa con la cabeza gacha sobre
el cajoncito de madera, para eludir la mirada de su interlocutor.
La carcajada de Obregón,
alegre y sonora, voló a confundirse con el escandaloso canto de los chanates
que plagaban los viejos “yucatecos”.
— ¡Ah que chamacos
cabrones!, dijo mientras se ponía de pie, y le extendía al chico dos moneditas
de $2.50 oro nacional. Luego se despidió sin palabras, mesando el pelo sucio y
largo del bolerito, con su mano única.
El niño, sofocado por la
emoción, apretaba con fuerza aquella fortuna con su manecita sucia de grasa, y
en su alma, la promesa que le hizo, ni más ni menos que El Hombre Fuerte de
México.
— ¡General…! gritó de
pronto Manuelito con ansiedad, pensando en la prometida pensión para su madre…
Obregón se detuvo como a
unos veinte metros de distancia ya, y por toda respuesta volteó la cabeza…
— ¡General… no se le vaya
olvidar…!
El Jefe de los Ejércitos
Constitucionalistas, trémulo el bigote entrecano, repuso:
Anécdota del reloj del
presidente de México; Adolfo López
Mateos y el norteamericano John F. Kennedy referente a su esposa Jacqueline
Bouvier.
La siguiente anécdota ronda
en función de una visita que realizo el presidente de los Estados Unidos a México,
un año antes, cuando Estados Unidos le devolviera una parte del territorio arrebatado a México, con el tratado de Guadalupe, el chamizal, aunque esta anécdota, se a escrito no hay
fuentes fidedignas de que real mente esto haya existido tal y como aparece en algunos textos.
La visita de Kennedy a
México de 1962 y la leyenda del reloj.
Entre el 29 de junio y el
1 de julio de 1962, el presidente mexicano Adolfo López Mateos, recibió a su
homólogo norteamericano John F. Kennedy y a su esposa Jacqueline Bouvier.
Durante el encuentro se
trataron, entre otros temas, la firma de un convenio temporal para reducir la
salinidad del río Colorado, cuyas aguas eran utilizadas por agricultores de
Mexicali y un préstamo de 20 millones de dólares para el sector agrícola
mexicano.
Desde su llegada a México
el pueblo se rindió al carisma y simpatía de los Kennedy. Los recorridos por
las principales calles de la ciudad en carro descapotado se volvieron parte de
una verbena popular. Vallas interminables de gente y papeles de colores
coloreaban el ambiente.
Y no se diga de la
elegancia de la primera dama norteamericana. Sus atuendos, confeccionados para
la ocasión hacían resaltar su belleza. Coordinados sastre, azules y rosas
pastel, sombreros y guantes largos para el día y vestidos largos para las galas
que les ofreció el gobierno mexicano.
Pero su sencillez era la
que resaltaba, así lo demostró al asistir a una misa en la Basílica de Guadalupe 2 rodeada de mexicanos. O cuando leyó un discurso en español para un grupo de
trabajadores durante la inauguración de una unidad habitacional.
“Qué bonito reloj, señor presidente”
Pero recobremos el
anecdotario. Se cuenta que durante un banquete en Palacio Nacional sucedieron
dos momentos fuera del protocolo.
Fastidiado, tal vez, ante
la insistencia del anfitrión de que de una vez por todas, Estados Unidos
aceptara la devolución de El Chamizal, el presidente Kennedy, a la vista de los
20 volúmenes del proceso apilados en una larga mesa en el Salón de Recepciones,
le pidió al traductor acercar el oído:
-Dígale que cuánto vale,
en millones, el pedazo de tierra.
En otro momento, el
presidente Kennedy chuleó el reloj de su homólogo mexicano.
"Qué bonito reloj señor presidente". Inmediatamente, López Mateos se despojó de la
prenda y se la obsequió al estadounidense. Pero la anécdota continuó.
Durante la inauguración de
la Unidad
Habitacional Kennedy, construida para obreros de las Artes
Gráficas, (aquella en que Jackie leyó en español), el presidente López Mateos,
chuleó a la primera dama norteamericana. "Qué
bonita es su esposa señor presidente". Rápidamente Kennedy se quitó el
reloj que le había obsequiado y en un español mochado, le dijo: "ahí está su pinche reloj".
Cierto o no, aquella
visita cambió en mucho la percepción de los mexicanos acerca del pueblo
norteamericano, así como sucedió en muchas partes del mundo, en parte y gracias
a los Kennedy.
Foto de 1963 los presidentes
Adolfo López Mateos y John F. Kennedy anuncian la devolución del territorio de
El Chamizal a México. Este proceso inició en la presidencia de Benito Juárez en
1866.
El presidente Adolfo López
Mateos ofrece fuego al puro de Kennedy de una manera muy inteligente, hace que
el que se incline sea John y no el 1962
Biografía del El general Miguel Negrete abandono su partido conservador para defender a su patria en contra de la intervención francesa; con la siguiente frase -“Yo tengo patria antes que partido” Participó en la batalla del Cinco de Mayo de 1862
Jorge Negrete tuvo ilustres antepasados históricos y heroicos. Por la vía paterna, Miguel Negrete, participó en la batalla del Cinco de Mayo de 1862, contra la invasión francesa de México. Por la rama materna, descendía de los generales Pedro María Anaya, famoso por su frase "Si tuviéramos parque no estarían ustedes aquí" cuando defendía la plaza de Churubusco durante la invasión norteamericana de México en el siglo XIX y de Pedro Moreno célebre por su valiosa actuación en la Guerra de Independencia. Dos calles de México llevan sus nombres.
El general Miguel Negrete nació en Tepeaca, Puebla, el 8 de mayo de 1824, comenzó su vida militar como pequeño zapador al servicio de su padre pero no fue hasta 1843 que se enlistó en el ejército mexicano como soldado raso. Posterior a eso, tuvo una gran participación en la Guerra contra Estados Unidos y el Plan de Ayutla en Michoacán. Dejó a un lado su bando conservador y participó en la defensa de la nación en la intervención francesa uniéndose así al ejército liberal con su célebre frase “Yo tengo Patria antes que Partido”. Estuvo al mando de la Segunda División de Infantería teniendo una desataca participación en la Batalla de Puebla el 5 de mayo de 1862, llegando a ser considerado como el segundo héroe de dicha batalla. Uno de los generales mexicanos que destacaron en la batalla del 5 de mayo de 1862 en Puebla fue Miguel Negrete, un conservador que ante la intervención francesa se unió a sus antiguos enemigos para luchar por la libertad de México. Cuestionado por amigos y familiares sobre por qué se había sometido a Juárez, Negrete solía responder que él tenía patria más que partido, frase que hoy en día deberíamos tener muy en cuenta. En “Toda la noche ardió la tierra. Dignidad de las comunidades poblanas ante el invasor” (2011), Pedro Angel Palou Pérez escribió lo siguiente sobre Miguel Negrete:
«El día 4 de mayo de 1862, se ocupó con la tropa el General Negrete, en arreglar los fosos, trabajando sus soldados con las bayonetas, pues carecían de instrumentos de zapa. Para las doce del día estaban aún en tal mal estado éstos, que se podían subir por ellos a caballo; a la oración de la noche, baió a dar parte al General en Jefe y a recibir sus órdenes; éste le dijo que le confiaba la defensa de los cerros y que en caso de ser atacado lo reforzaría con otras Brigadas, que al avistarse el enemigo lo anunciara con un tiro de cañón, cuyo acto verificó Negrete personalmente a su tiempo. La primera providencia enérgica por demás que tomó, fue anunciar en la orden del día, que todo el que diera media vuelta en el combate, fuera muerto inmediatamente por el que lo advirtiera. Mandó llamar el biografiado al mayor General de Órdenes, e hizo la distribución de sus tropas y Jefes, nombrando al Gral. Arrutia, Jefe del Cerro de Guadalupe, el Gral. Rojo, que era su segundo en Jefe, Comandante de Loreto; reservándose un cuerpo formado de las Compañías de Tetela, Xochiapulco, Zacapoaxtla y Apulco, a las órdenes del Coronel D. Juan N. Méndez y dos batallones de corto número de la Brigada de Morelia, haciendo todos un total de mil quinientos hombres que fueron arengados por él. En una de estas arengas, les decía:
"Muchachos, nos vamos a batir con los que se dicen primeros soldados de mundo, pero ustedes deben demostrar que nosotros somos los primeros por el derecho que tenemos en nuestro suelo".
Batalla del 5 de Mayo
En octubre de 1861, Francia, Inglaterra y España suscribieron la Convención de Londres, en la cual se comprometieron a enviar contingentes militares a México ya que este tenía una gran deuda de 80 millones de pesos, aproximadamente eran 69 millones para los ingleses, 9 millones para los españoles y 2 millones para Francia. La alianza tripartita amenazó al presidente Benito Juárez con una invasión inminente si no se saldaba por completo las deudas que México tenía con los tres países europeos. Juarez responde con un exhorto para lograr un arreglo amistoso, y los invitó a conferenciar. Sin embargo, sabía que había una guerra inminente y trató de proteger la Ciudad de México traladando pertrechos y ordenó la fortificación de Puebla. Creo al Ejército de Oriente y el hombre que se designó en el mando fue el general Ignacio Zaragoza. En un principio la Alianza Tripartita aceptó el llamado al diálogo de Benito Juarez y sus representantes se reunieron con Manuel Doblado, ministro de Relaciones Exteriores del gobierno mexicano, quien consiguió que Juan Prim, representante español, y Lord John Russell por Inglaterra se retiraran. A este acuerdo se le conoce como los Tratados Preliminares de la Soledad. El 5 de marzo, cuando aún se realizaban las negociaciones de los Tratados de la Soledad, llegó a Veracruz un contingente militar francés bajo el mando de Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez. A finales de abril, Lorencez desconoció los Tratados de Soledad y se puso en marcha, junto con sus efectivos, hacia Puebla, con el fin último de conquistar la Ciudad de México. Antes del 5 de Mayo, el día 28 de abril de 1862 tuvo lugar un enfrentamiento conocido como la Batalla de las Cumbres entre el Ejército Expedicionario Francés y el Ejército Mexicano. En este conflicto hubieron cerca de 500 bajas francesas en contra de apenas 50 bajas mexicanas. Pese a esto, el Ejército Expedicionario francés consigue hacerse con el control del Paso de Acultzingo.
Después de la Batalla de las Cumbres el conde de Lorencez conservaba su confianza y mandó a decir a Napoleon III que: “Somos tan superiores a los mexicanos en organización, disciplina, raza, moral y refinamiento de sensibilidades, que le ruego anunciarle a Su Majestad Imperial, Napoleón III, que a partir de este momento y al mando de nuestros 6,000 valientes soldados, ya soy dueño de México” El 2 de mayo parte el Ejército Expedicionario Francés desde San Agustín del Palmar en Veracruz con rumbo para cruzar la Sierra Madre Oriental y dirigirse hacia Puebla ya que era paso obligado para llegar a la capital del país. Otros generales mexicanos también participaron en la defensa de Puebla como es el caso de las tropas de Oaxaca dirigidas por Porfirio Díaz. El centro de la línea lo defendió Francisco Lamadrid con las tropas del Estado de México y San Luis Potosí. La izquierda se apoyó en el cerro de Acueyametepec ubicado en el norte de la ciudad y en cuya cumbre se ubicaban los Fuertes de Loreto y Guadalupe, con el general Miguel Negrete a la cabeza de la Segunda División de Infantería. El conde de Lorencez ordena una maniobra sorpresiva que divide a la columna francesa en dos y que da como resultado a 4,000 hombres marchando para atacar los Fuertes de Loreto y Guadalupe. Esta decisión pudo ser la causa de la derrota francesa ya que los mexicanos contaban con la ventaja en estas posiciones. El 6o. Batallón de la Guardia Nacional del Estado de Puebla, bajo el mando del entonces coronel Juan Nepomuceno Méndez, fue el primer cuerpo del Ejército de Oriente en hacer frente a los franceses, al ubicarse en la línea comprendida entre los fuertes, y rechazar su ataque. Varios embates franceses fueron repelidos por la resistencia del Ejército Mexicano como es el caso de los zuavos, el regimiento de élite de la infantería francesa, quienes iniciaron un sigiloso ascenso hacia el Fuerte de Guadalupe pero fueron recibidos con bayonetas y obligados a retroceder. El coronel mexicano José Rojo avisó a Antonio Álvarez que era tiempo de que la caballería mexicana entrara en acción para alcanzar una victoria completa. Ordenó a los Carabineros de Pachuca cargar sobre los restos de la columna, disparando sus carabinas y lanzando mandobles de sable sobre los franceses, siendo totalmente rechazados. A las dos y media de la tarde, cuando los mexicanos empezaban a vislumbrar la victoria, Lorencez se dispuso a lanzar el último asalto, dirigiendo a los Cazadores de Vincennes y el Regimiento de Zuavos hacia Guadalupe. Zaragoza dispuso que el Batallón Reforma de San Luis Potosí saliera en auxilio de los fuertes. Luego de ser repelidos por última vez, las fuerzas del Ejército Expedicionario Francés comenzaron a huir completamente dispersados. Se replegaron a la hacienda Los Álamos, para finalmente retirarse hacia Amozoc. En Palacio Nacional en la Ciudad de México se sabía poco acerca del conflicto más allá del telegrama recibido a las 12:30 en el que Zaragoza avisaba que el intercambio de fuego había iniciado. A raíz de la incertidumbre el gobierno había hecho salir precipitadamente al general Florencio Antillón al mando de los Batallones de Guanajuato, quedando como guardianes de la capital sólo 2,000 hombres del Regimiento de Coraceros Capitalinos A las 4:15 de la tarde finalmente se recibió un nuevo telegrama: … Sobre el campo a las dos y media.— Dos horas y media nos hemos batido. El enemigo ha arrojado multitud de granadas.— Sus columnas sobre el cerro de Loreto y Guadalupe han sido rechazadas y seguramente atacó con cuatro mil hombres. Todo su impulso fue sobre el cerro.— En este momento se retiran las columnas y nuestras fuerzas avanzan sobre ellas. Comienza un fuerte aguacero.— I. Zaragoza Finalmente, a las 5:49 de la tarde, Zaragoza anuncia la victoria: Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria: el enemigo ha hecho esfuerzos supremos por apoderarse del Cerro de Guadalupe, que atacó por el oriente de izquierda y derecha durante tres horas: fue rechazado tres veces en completa dispersión y en estos momentos está formado en batalla, fuerte de más de 4,000 hombres, frente al cerro de Guadalupe, fuera de tiro. No lo bato, como desearía, porque el Gobierno sabe (que) no tengo para ello fuerza bastante. Calculo la pérdida del enemigo, que llegó hasta los fosos de Guadalupe en su ataque, en 600 o 700 entre muertos y heridos; 400 habremos tenido nosotros. Sírvase vd. dar cuenta de este parte al C. Presidente.— I. Zaragoza El general conservador Miguel Negrete, abandonó al partido conservador y se puso a disposición de Zaragoza con la siguiente frase: “Yo tengo patria antes que partido.”
La tropa estaba bien dispuesta y entusiasmada, contestaba con ardor ¡Viva México! La acción estaba por darse, la suerte resolvería. Veamos cómo narró esta formidable batalla del 5 de Mayo de 1862, en distintos periódicos, el biografiado: Al amanecer del día 5 de Mayo, en lo que primeramente me ocupé fue en revisar mi posición y contar mis fuerzas, que quedaban en el centro de las dos posiciones de Guadalupe y Loreto, y vi que eran 800 hombres formando dos pequeños batallones de Morelia y el batallón de Zacapoaxtla. En el cerro de Guadalupe tres pequeños Batallones: dos de Morelia y el segundo batallón de Puebla, formado en su mayor parte de los trabajadores del campo que habíamos tomado de leva en el camino. Total, quinientos y tantos hombres; y en el cerro de Loreto, el sexto batallón de línea, que no llegaba a 200 hombres, con lo cual se completaban escasamente, y por junto, 1,500 hombres. A las siete de la mañana, se presentó el enemigo en la hacienda del Álamo, que dista tres millas de la capital de Puebla. Allí hizo alto poco menos de una hora, emprendiendo en seguida su marcha sobre la plaza. Venían tres columnas paralelas de infantería, trayendo su reserva, en el centro, a otro regimiento con un escuadrón a la derecha y otro a la izquierda de la reserva, y a la cabeza de esta reserva el General en Jefe con su Estado Mayor, tras la columna de reserva, los carros y mulas de ambulancia. En este orden, se presentaron a la vista de la garita, y haciendo una marcha por el flanco derecho, vinieron a colocarse en el mismo orden al norte de los cerros de Loreto y Guadalupe. Antes de desprenderse las tres columnas sobre los cerros, de la que venían de la izquierda, formada por el Regimiento de Cazadores de Vincennes, se desprendieron dos compañías de vanguardia sobre el flanco izquierdo de nuestras fuerzas, que estaban en la garita, sirviéndoles a su vez de reserva una compañía del 99, cuyo cuerpo formaba la reserva total del eiército invasor. Estos hombres de Cazadores Vincennes se posesionaron de una zanja, en donde estuvieron todo el tiempo que duró el combate en los cerros. En el acto que vi desprenderse los tiradores del Regimiento de Zuavos que formaban el centro de la batalla, mandé desprender el Batallón de Zacapoaxtla en guerrillas de tiradores, con sus reservas, con orden a su coronel, el patriota D.Juan N. Méndez, para que me atraiera la columna enemiga al centro de los dos cerros, y que se viniera batiendo en retirada y haciendo fuego, hasta quedar formado a la izquierda de los batallones de Morelia. El enemigo traía a su derecha el primer Regimiento de Marina; en el centro de los zuavos con una gran línea de tiradores, y el resto de Cazadores del Regimiento de Vin-cennes a la izquierda. En este orden avanzaban dichas tres columnas, protegidas por el fuego de su artillería, que estaba ya muy activo a la sazón sobre la posición de Guadalupe. Este ataque dado por los invasores sobre nuestras posiciones, quedaba completamente oculto a la ciudad de Puebla; al Cuartel General y al resto de nuestras fuerzas. Mandé a mi ayudante que avisase al General en Jefe, que solamente dos compañías se habían desprendido sobre la garita, y que yo tenía encima todo el ataque de los invasores. Ya mis guerrillas de Zacapoaxtla, venían en retirada y se me presentaba su jefe, el Coronel don Juan N. Mendez, herido con un balazo en el hombro izquierdo. Mandé que se retirara para que lo curasen, ofreciéndole que en esos momentos lo iba yo a vengar. A la sazón se me presentó el Teniente Coronel don Agustín Lozano, anunciándome que de orden del General en Jefe ponía al General Berriozabal bajo mis órdenes. Como he dicho antes, se había mandado al General Berriozábal del Cuartel General para ponerse a mis órdenes su columna, la cual era compuesta del Fijo de Veracruz y dos batallones de Toluca, primero y tercero. Al presentárseme dicho señor Berriozábal, me manifestó que lo mandaban a mis órdenes, pero que yo ya sabía que no era soldado, a lo que yo le respondí que bien comprendía que yo sólo era el único responsable de esa posición, y le mandé formar sus tres cuerpos a la derecha de los dos batallones de Morelia y en batalla, pecho a tierra, encargando a dicho General que se ocultaran él y su Estado Mayor en donde no fueran vistos por el enemigo. Mandé en seguida a mis ayudantes para que dieran órdenes a todos los cuerpos que permanecieran pecho a tierra, comunicando al que se levantara ser castigado severamente por sus oficiales. Esta misma orden se había dado también a la tropa que estaba en los fuertes de manera que al replegarse el Batallón de Zacapoaxtla a la izquierda de la lira, echándose pecho a tierra, se quedó el enemigo sin encontrar a su vista fuerza a quien combatir. Como en la acción de las cumbres de Acultzingo vi el efecto que les hizo el ataque de sorpresa y emboscada, me propuse desde la víspera en la noche darles con toda la fuerza y desde los fuertes, un ataque igual. Así es que al llegar las columnas de Zuavos y de Marina con su gran línea de tiradores al frente no encontraron a más enemigo que a mí, montando en mi caballo. Comenzó en el acto toda su ala de tiradores a dispararme sus armas, matándome el caballo en los primeros tiros. Al caer el noble animal a mis pies, volví a montar en el acto en el caballo de mi criado, que se encontraba oculto, recibiendo en seguida otro tiro que se llevó la cabeza de la silla. Por un momento dejaron de tirarme, y el jefe que venía mandando las columnas de ataque del ejército invasor, mandó hacer un cambio de frente sobre su izquierda, para dirigir su asalto sobre el cerro de Guadalupe.
Los tiradores zuavos, en el movimiento que iban haciendo iban indudablemente a dar sobre línea; pero aún no acababan de darme el costado las columnas, cuando descubriéndome la cabeza con la mano izquierda, y levantando mi derecha con la espada en la mano, grité: ¡En el nombre del gran poder de Dios, arriba soldados y fuego! Al levantarse, los soldados se encontraron con sus enemigos a treinta varas de distancia; éstos, sorprendidos con el fuego que recibían de frente y por los costados, huían desorganizados y arrastrándose por el suelo, siendo la desmoralización tan completa, que el primer Regimiento de Marina nos dejó más de mil setecientas mochilas tiradas; advirtiendo que en línea había por parte nuestra, la Brigada Berriozábal, compuesta de tres batallones; total, ochocientos y tantos hombres, y ochocientos en los tres cuerpos, los dos de Morelia y el de Zacapoaxtla; mil setecientos y tantos hombres en combate. El enemigo, mil y tantos zuavos y dos mil del primer Regimiento de Marina, total, tres mil y tantos hombres. A la primera rechazada, entusiasmada mi línea de batalla, me gritaba ¡a ellos, mi General! En el momento en que fueron alcanzados los zuavos, formaron grupos y círculos y se vinieron sobre nosotros. En esos momentos me hacía pedazos una bala mi espada; pero en el acto que volaba el puño de ella, se me presentó el Coronel don Feliciano Chavarría y me entregaba la suya, acción que le agradecí muchísimo porque comenzaba el combate a ponerse muy desfavorable para mis fuerzas, por la reclutada que cometí de permitir avanzar en desorden sobre el enemigo y no avanzar en batalla, como lo debía haber hecho. Al ver que comenzaba a tener muchas bajas, por la ventaja que tenían los enemigos sobre nosotros a la bayoneta, con la misma voz que mandé levantar y romper el fuego, volví a gritar la retirada, arrancando a mis soldados de la muerte segura. Volviendo a mi posición, hice formar en batalla, y aunque ésta se efectuó sin el orden de cuerpos, por estar confundidos unos con otros, sin embargo, quedó bien organizada, sin separarse un solo soldado de la línea. Al ser yo avisado de la aproximación de la columna, corrí para el fuerte de Guadalupe; pero antes de llegar a ese punto me encontré con un ayudante del General en Jefe que conducía el batallón de Reforma de San Luis, que mandaba el General Zaragoza, de auxilio; y poniéndome a la cabeza de dicho batallón, salí al costado izquierdo del fuerte, lugar donde llegué en momentos que atacaban el fortín que ve hacia el Norte y el Poniente, y a 15 varas de su costado mandé desplegar en batalla el Batallón de Reforma, mandando también en batalla, a retaguardia, la primera división y el paso veloz sobre la derecha, rompiendo un fuego graneado sobre el valiente primer Regimiento de Cazadores de Vincennes, poniéndole en completa dispersión. Los soldados que defendían esa cortina, eran los trabajadores del campo que habíamos tomado de leva en la retirada de Acultzingo. Estos peones, en medio del entusiasmo, tiraron las armas, y tomando piedras de unos montones que había allí, concluyeron con una granizada de piedras sobre los Cazadores de Vincennes.
Este hecho me lo hizo advertir el Coronel don Rafael Cravioto que se encontraba a mi lado; en esos momentos, los dispersos de la columna de Vincennes huyendo de nuestros fuegos, se desbordaron por el Oriente del cerro, y según lo que me contó un ayudante del General en Jefe, al verlos bajar tiró su cachucha por lo alto el General Zaragoza, gritando: ¡Hemos ganado! ;Este es el General Negrete! ¡Viva México! En esos momentos un ayudante mío le anunciaba al General en Jefe el parte del triunfo definitivo, sobre los cerros. Montando dicho General inmediatamente a caballo, subió con ellos; yo me encontraba frente a la línea con un anteojo observando la retirada del enemigo, que la hacía por la hacienda del Álamo, cuando fui avisado que el General en Jefe se acercaba. Salí a su encuentro, y le di un ligero parte de la acción, conduciéndolo al campo de batalla, y al observar a los muertos del ejército enemigo, abriéndome los brazos, me dijo: "General, esto es de gran importancia para nuestra patria; reciba usted mis felicitaciones y este abrazo", y al abrazarnos, montados sobre nuestros caballos, se nos rodaron a ambos las lágrimas de entusiasmo.
Después recorrimos todo el campo, y cuando llegamos al foso donde se había rechazado a los Cazadores de Vincennes, alli volvió a tener dicho Ceneral en jefe otro momento de entusiasmo. Entre los muertos había varios oficiales, distinguiéndose entre ellos un capitán, que murió casi sentado con el frente a la trinchera, lleno su pecho de condecoraciones; en ese lugar vimos que los invasores llegaban a la hacienda del Álamo, retirándose el General en Jefe para la ciudad. Los zuavos, que se creyeron triunfantes por un momento, avanzaban a paso de carga sobre nuestra retirada; pero al ser recibidos por un fuego nutrido de la batería, vinieron muchos a morir al pie de nuestros soldados. Ya en esta vez no quise mover mi línea sobre el resto que quedaba de los zuavos, y al cesar el fuego, mandé descansar armas. Mientras estos combates pasaban, los Cazadores de Vincennes avanzaban sobre el fuerte de Guadalupe. A esta columna de Cazadores le servía de guía un joven jalapeño que se llamaba Carlos Duffó; éste los conducía por las pedreras, haciéndoles desfilar y perdiendo muchas horas en su marcha, por cuya causa llegaron tarde al combate. Miguel Negrete».
Falleció el 5 de enero de 1897 en la Ciudad de México. Sus
restos fueron inhumados en la
Rotonda de las Personas Ilustres el 5 de mayo de 1948.
Fuente: Pedro Angel Palou Pérez, “Toda la noche ardió la tierra. Dignidad de las comunidades poblanas ante el invasor”, Puebla, Editorial Las Ánimas, 2011.