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Este blog ofrece una diversidad de temas de investigación desde en el área de la política la cultura y las artes, pero la mayoría es de opinión y la critica que expresa el autor haciendo uso de la libertad de expresión en temas de interés general y de actualidad. Por; Jesús Hoyos Hernández//Nacional//Análisis//Política//Opinión//Biografias//Historia de México// Ecologia//Cultura//Musica//.
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miércoles, 2 de abril de 2025

En México se distribuyo Leche Radioactiva.

domingo, 30 de marzo de 2025

Las parteras en México, una labor de sabiduría y asistencia en la medicina tradicional.

Las parteras en México, reciben varios nombres, partera, comadrona, madrina, guardiana, curandera, madrona, matrona, yerbera, abuela, en algunos casos hasta bruja. Las parteras en México tienen un lugar en la historia en la medicina tradicional.




 

Las parteras en el antiguo México prehispánico

 

En las culturas mesoamericanas la labor de las parteras eran vistas como un ejercicio sagrado, como una labor comunitaria, la labor de las parteras prehispánicas era de respeto y sabiduría. Una labor divina eran las sacerdotisas de la fertilidad. El oficio de las parteras formó parte la cosmovisión de la civilización prehispánica, por tanto, su función cobró también una dimensión ritual y social. En ningún caso el nacimiento de un individuo era visto como un asunto aislado, por el contrario, era un acontecimiento que involucraba a toda la comunidad. De acuerdo a Fray Bernardino de Sahagún, las parteras eran personajes respetables que estaban evocadas a la adoración Chicomecóatl, diosa de la fertilidad humana y agrícola. El origen de la matronería es tan antiguo como la humanidad. No obstante, las distintas culturas han conservado una serie de conocimientos tradicionales vinculados al embarazo. Este es el caso de México, país en el que las parteras tienen una relación estrecha con el mundo indígena. El proceso de embarazo estaba indiferenciado del acto creativo de la madre tierra. Por lo tanto, los paralelismo entre la vida vegetal y el embarazo eran comunes. Los hijos eran vistos como plantas que se desgarraron de sus madres para florecer sobre el mundo. 

 

 


 

Según las fuentes, al saberse embarazadas, las mujeres hacían saber la noticia primeramente a sus padres, quienes organizaban una comida para hacerlo saber a la comunidad. En ese momento las parteras tenían una primera participación como consejeras espirituales y médicos. 

 


 

La vida y la muerte

 

Para nuestras culturas prehispánicas la vida y la muerte tenia estrecha relación la vida y la muerte en la cosmovisión prehispánica era un mismo camino, la mujer que podía dar vida era tratada como una guerrera, se enfrentaba a una terrible lucha. Cuando el momento del parto llegaba, la madre se transformaba en una guerrera, ya que se consideraba que libraba una lucha entre la vida y la muerte. El momento del parto era llamado «la hora de la muerte», donde se pensaba que la madre renacía del lugar de los muertos. El vientre de la madre era visto como la transformación de la putrefacción en vida, del mismo modo que lo hacía la diosa Tlazotéotl, quien devoraba la inmundicia para luego parir nuevos seres traídos del Mictlán.

 


 
¡Cuando una mujer mexica moría en el parto, al llevarla al entierro sus parteras tenían que defender que su cuerpo no fuese hurtado!

Cuando fallecía una mujer mexica en el parto era considerada como una mujer valiente pues los mexicas consideraban que las mujeres en cinta libraban una batalla personal, por lo tanto si morían estas en el alumbramiento eran consideradas como guerreras. Fray Bernardino de Sahagun en su crónica nos narra que después de que fallecía la mujer, esta era ataviada con sus mejores ropas que tuvo en vida y su viudo preparaba una peregrinación al anochecer donde la llevarían a su entierro. Sin embargo no era cualquier entierro ya que en el camino las parteras se armaban de escudos y "macanas", pues tenían que defender el cuerpo de los ataques de los guerreros mas jóvenes que pretendían hurtar el cuerpo, pues se creía que extraer los dedos y cabellos de la difunda les traería suerte a los guerreros novatos en sus futuras guerras, esto según sus creencias les mitigaba el temor como una especie de "amuleto". Sahagun recalca que no eran peleas simbólicas o a modo de juego, era una confrontación real que las parteras y los "mancebos" guerreros peleaban. Cuando el cuerpo escoltado llegaba a su destino y era sepultado, los familiares y amigos tenían que guardar por cuatro dias la tumba para que esta no fuera profanada.

Fuente: Historia general de las cosas de Nueva España, Fray Bernardino de Sahagun.

El uso del temazcal ó temascal

 

El uso de temazcal ó temascal para uso terapéutico para el alumbramiento ó para los nacimientos, durante y después fue primordial,  en algunos casos el lugar de alumbramiento era en el temazcal, las parteras medicaban a las madres con distintas hierbas para acelerar el proceso de nacimiento. Para los nahuas, las mujeres que daban a luz y los niños recién nacidos eran como los vegetales que nacían y permanecían  en estado vegetal tiernos y crudos, pero con el uso del temazcal iban tomando su color natural es decir madurando. La asistencia al temazcal también tenía el significado un ritual divino de acceder a las entrañas mismas de la Madre Tierra. «Es una cueva, una barranca, lo que hay en nosotras (ca oztotl ca te/xxitl in totech ca)», eran palabras comunes que las mujeres utilizaban para emparentar el vientre femenino con la tierra.

Las parteras al igual que nuestras abuelas siguiendo la medicina tradicional podían curar de, espanto, de empacho, de la mollera, de lo chipil, cuando los niños se torcían etc.

Durante la colonia estar en cinta y parir, eran similitudes  aplicados a las mujeres embarazadas. No obstante la mujer siempre fue sometida, en este periodo fue degradada. A diferencia de nuestras culturas prehispánicas  donde la mujer era vista como una guerrera y con profundo amor y respeto era el único ser que podía dar vida. La única que podía desprenderse y dar frutos. No obstante el trabajo de las parteras prosiguió durante todo este periodo.

Maternidad en el siglo XXI, XX
 
“Maternidad y Resistencia – México, principios del siglo XX”
Una joven mujer indígena mexicana carga a su hijo dormido envuelto en un rebozo, mientras sostiene un ramo de flores, posiblemente para vender. Esta imagen retrata la fuerza de la maternidad y el esfuerzo de las mujeres por sostener a sus familias frente a la adversidad.



Las parteras mexicanas en la actualidad

 

Por el año 2012 las parteras mexicanas lograron ser reconocidas como parte de la medicina tradicional de México, ya que en muchas partes de la república, todavía es una actividad altruista de conocimiento cultural de la medicina tradicional que se resiste a morir, a pesar que ahora el 90% de los nacimientos se realiza en hospitales y a pesar de toda su labor y lucha, esta actividad y las mujeres parteras han permanecido y son objeto de discriminación y rechazo por algunos  sectores de la sociedad. Principal mente por el sector salud y la medicina oficial que muchas veces no acepta los preceptos y procedimientos de la medicina tradicional. Su labor es esencial, pero muchas veces no es reconocida ni integrada en los sistemas de salud. Ante la necesidad de fortalecer el vínculo entre las parteras y el sector salud, desde un enfoque intercultural que respete sus saberes y garantice a las mujeres una atención digna y segura.

 


 

 Por nuestra parte un reconocimiento a las parteras de los pueblos originarios que sin ustedes nosotros no estaríamos aquí.   

 


Curandera del México antiguo a principios del siglo XX siguiendo la medicina tradicional. 
 
 

NACIMIENTO: palabras de fuerza para la mujer que da vida "Mi hija, la batalla es tuya, ¿qué podemos hacer por ti? Aquí están tus madres, la tarea te corresponde sólo a ti. Toma tu escudo, mi hija, mi pequeñita, eres Quauhcihuatl, ¡trabaja con ella! Esto quiere decir: ¡saca toda tu fuerza para ser como Quauhcihuatl, Cihuacoatl, Quilaztli!" — Huehuehtlatolli (Palabras antiguas) En el momento del nacimiento, la partera no sólo guía… invoca el linaje, la energía del cosmos femenino, el poder profundo de la tierra y el maíz. En esa transición, la mujer no está sola: lleva consigo a todas las que vinieron antes. Quauhcihuatl – Mujer Águila, mujer madura. Cihuacoatl – Serpiente hembra, la tierra, la fertilidad, el agua, la fuerza femenina. Quilaztli – La que da el verdor, los quelites, la vida vegetal. En palabras del Códice Florentino, una buena mujer madura es: Resuelta. Firme. Constante. Vigorosa. Inquebrantable. Paciente. Valiente. Humilde. Perseverante. Trabajadora incansable. Aquella que acepta, resiste, florece y lucha. Aquella que es vida en todas sus formas.

Recordar estas palabras es recordar que parir también es resistir. Y resistir, también es sanar.


Tzitzitlinii.


–¡Puja Tzitzitlini! ¡Puja! – dijo una mujer con el ceño fruncido y la frente llena de sudor. –¡Eso hago Tene! ¡Eso hago! Pero siento que la cabeza me estallará en cualquier momento – respondió la joven que se hallaba en plena labor de parto, tendida sobre el áspero manto de arpillera. –¡Puja, mi Florecita! ¡Ya casi lo logras! ¡Es tu primera semilla en este mundo! ¡Puja! –Ya ha transcurrido mucho tiempo Tene ¿Segura que todo está bien? Me estoy sintiendo mareada… Tene, ¿Qué está pasando? Ya casi no la veo. Un inesperado manto de sombras cubrió los ojos de la jovencita. En apenas un instante perdió la noción del tiempo y el espacio. Sus dolores antes insoportables, ahora le parecían ajenos y lejanos, como un sueño imposible de recordar. Las instrucciones de su vieja madre, alguna vez claras y sonoras, se habían convertido en un simple murmullo ahogado en la inmensidad. Y su cuerpo, que hace solo unos segundos ardía en fiebre y amenazaba con resquebrajarse, ahora solo flotaba sin rumbo en un enorme vacío donde la luz y la oscuridad, eran uno solo, un sitio en el que las lágrimas se volvían risas y las risas se volvían lágrimas. –¡Es un niño! – creyó oír a los lejos. Pero nada pudo responder porque flotaba sin rumbo y su boca, no le obedecía; aunque su mente le decía una cosa, su cuerpo hacía otra. Intentó tomar el control de la situación, pero nada pudo hacer. Agotada, cerró los ojos y se dejó llevar.

Cuando despertó, un afluente infinito de aguas cristalinas le rodeaba y ella, recostada sobre él, apenas y podía moverse, presa de un inusual estupor y una gigantesca sensación de sorpresa. Pronto la corriente la depositó en la costa. Cuando intentó ponerse en pie, descubrió que le fallaban las fuerzas, permaneció tendida en el suelo hasta que cuatro niños de piel ambarina y hermosos tocados de plumas y oro, la ayudaron a incorporarse. Caminó con ellos de la mano durante un largo rato sin saber a dónde se dirigía, pero sin miedo alguno de que fuera a sucederle algo malo. Finalmente, los chiquillos se detuvieron. Tzitzitlini miró en todas direcciones buscando la razón de tan súbita parada y la halló a su derecha o al menos, creyó haberlo hecho. Ahí, junto a un pequeño arroyo de agua color turquesa, un hombre de piel traslucida con tonos rojizos jugueteaba con un colibrí, ajeno por completo a ella o los pequeños que la habían conducido hasta ahí. Tras algunos instantes que parecieron durar demasiado, el hombre giró la mirada hacia donde ella se hallaba y dijo:

–¿Qué me han traído pequeños? ¿Acaso es otra guerrera? -Los chiquillos asintieron y desaparecieron tan pronto como dieron su escueta respuesta. –Ven– dijo el hombre dirigiéndose a Tzitzitlini – ven mi pequeña, supongo que tendrás algunas preguntas. – Sí, algunas – musitó la joven, entrelazando sus manos con fuerza y dando pequeños pasos llenos de timidez. –¿Sabes dónde estás? –No, no lo sé. –Esto es el Tonatiuhichan, el paraíso dentro del Otro Mundo. Solo aquellos que mueren en batalla logran alcanzar este punto con tal celeridad. Solo esos que ofrendaron su vida por el bien de los demás son dignos de vivir aquí, a mi lado. –Entonces me supongo que hay una equivocación

–declaró la jovencita– no soy una guerrera. Solo soy una madre primeriza que al parecer no lo hizo muy bien. –Dime, pequeña Tzitzi, ¿Acaso hay batalla más ardua que la de llevar a un nuevo ser al mundo terrenal? ¿Será que hay guerrero más fuerte que una madre que es capaz de dejarlo todo en aras de que su vástago nazca sano y salvo?

–Yo… no sé si una madre que ni siquiera pudo sobrevivir al parto deba ser tratada con tantas consideraciones. –Al contrario puntualizó aquel que parecía ser un dios una mujer que no tiene empacho en sacrificar su propia vida para que la de su semilla florezca, merece todas esas consideraciones y aún más… solo las verdaderas guerreras del Anáhuac merecen llegar aquí y tú lo has logrado…

Tzitzitlini rompió en llanto y se dejó caer sobre las rodillas en el suave pasto que cubría aquel mundo llamado Tonatiuhichan. Algunos colibríes la rodearon, intentando consolarla con sus dulces aleteos, pero ella parecía no escuchar y solo atinaba a cubrir su rostro con las manos, llena de dolor, tristeza y mucha vergüenza. El hombre de la piel traslucida la tomó del brazo y la condujo suavemente hasta una pequeña pileta. Ahí, le apartó las manos de la cara y dijo: –Observa.

La muchacha miró con desdén el agua contenida en la pequeña fuente, pero pronto cambió su expresión al ver las imágenes que ahí se mostraban; era su madre, arropando a un pequeño niño, abrazándolo con el amor que solo una abuela es capaz de dar. Tras ella, se hallaba un muchacho de rostro triste y mirada perdida. Era su esposo. El joven que la había desposado hace apenas unos meses. –¡Son ellos!. Mi tene, Tochtli y… ¿Mimizton? ¿En verdad ese pequeño es mi hijo? El de la piel traslúcida asintió y dijo:

–Tu esposo necesita saber que estás bien. Ya casi hiciste todo lo que debías hacer. Ahora solo te falta ayudarlo a comprender. Cierra los ojos. Pídele que abrace a tu hijo. Que lo cuide y proteja en tu nombre. Que le dé el amor que tú no podrás darle. Hazlo, Tzitzi, hazlo. Con los ojos llorosos, pero férrea determinación, la jovencita siguió las instrucciones de aquel que parecía ser un Dios y dejó que las palabras llenaran su cabeza. Le dijo a su amado tantas cosas que sería imposible siquiera el pretender contarlas. Luego sonrió y él también lo hizo. Allá en el mundo donde los hombres y las mujeres están hechos de maíz, [2] el joven Tochtli dejó la tristeza atrás y abrazó con fuerza y calidez a su único hijo, a la semilla de Tzitzitlini, a aquel al que cariñosamente llamaban “Mimizton” antes de nacer. –Mi pequeño hijo, mi amado “Mimizton”.  Dime, ¿volveré a verlo? –Sí– respondió lacónico su interlocutor. –¿Cuándo? –preguntó ansiosa la muchacha. –Pronto. –¿Cuánto es “pronto”? –“Allá” eso es mucho, pero aquí, es más bien poco… ¿Sabrás esperar? –Siempre dijo la joven madre – Siempre.

 

 
Autor; Jesús Hoyos Hernández

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martes, 25 de marzo de 2025

Biografía del general Ignacio Zaragoza

El C. general Ignacio Zaragoza. En 1829, nace en Bahía del Espíritu, cerca de Goliad, en Coahuila y Tejas cuando este territorio pertenecía a México y su padre, el capitán Miguel G. Zaragoza, se encontraba destinado en aquel lugar. estudia en Matamoros su primaria y después ingresa a la secundaria en el Colegio Seminario de Monterrey.

El C. general Ignacio Zaragoza nació en la bahía del Espíritu Santo (Tejas) el 24 de Marzo de 1829. Fueron sus padres el capitán Miguel G. Zaragoza, que se encontraba destinado en aquel lugar por el Gobierno mexicano, y la señora D. María de Jesús Seguin. Recibió su primera educación en Matamoros y la continuó en Monterrey, capital del Estado de Nuevo León, en donde comenzó también la secundaria en el Colegio Seminario de aquella ciudad. Poco inclinado a las únicas profesiones a que se podía aspirar con los estudios que se tenían en aquel colegio, que eran las de la Iglesia y del foro, abandonó la cartera y siguió a su padre, quien fue destinado en Zacatecas. Separado de la carrera militar su referido padre, regreso con la familia a Monterrey, en donde su hijo Ignacio se dedicó al comercio.

Comenzaron después a levantarse las milicias cívicas o guardias nacionales, y Zaragoza, por su propia inclinación, fue uno de los primeros que con gusto se apresuraron a inscribir. Sus compañeros de guardia nacional le nombraron sargento primero; pero la carrera militar de Zaragoza dio principio en 1853, que por disposición del gobierno absoluto de Santa-Anna, se levantaron milicias activas en Nuevo León. Zaragoza marchó en una de esas compañías para Tamaulipas con el empleo de capitán.

Desde entonces tuvo ya deberes que llenar: había consagrado sus servicios a la patria, empuñaba las armas nacionales y le era por lo mismo preciso ocurrir a sus sentimientos de hombre y de mexicano, y pensar en la causa que se. le quería hacer defender. Aquellos sentimientos no podían consultarle la pasiva obediencia al gobierno arbitrario e inmoral que había usurpado el poder público de su país. Zaragoza no debía, no podía servir a ese gobierno; aguardaba una oportunidad para alistarse en las filas de los que lo combatían, esa oportunidad se le presentó con el pronunciamiento de Monterrey desconociendo la administración de Santa-Anna.

No bien tuvo lugar este feliz suceso, que tanto contribuyó en la caída de aquel tirano, cuando su digna madre, que vivía en Monterrey, mandó a uno de sus hijos que violentamente fuera a Ciudad Victoria, en donde se encontraba el capitán su hermano en el batallón que daba guarnición en aquella ciudad, para que le impusiera de lo acaecido, y le manifestara que ni por un momento más siguiera en las filas de aquel odiado gobierno, que le obligaría a combatir en contra de sus hermanos y de la buena causa que estos defendían.

Zaragoza no vaciló: abrigaba las mismas convicciones, y de acuerdo con dos o tres de sus compañeros, expresó con dignidad sus intenciones a su coronel, tratando de convencerlo, y diciéndole que era invariable su resolución, así como ineficaz toda resistencia de su parte, supuesto que, como sabía, contaba con el aprecio de la tropa, que también quería correr la suerte de sus paisanos los nuevoleoneses. El coronel se opuso, pero no pudo impedir que al siguiente día, 30 de Mayo de 855, Zaragoza se pusiera en marcha para la mencionada ciudad de Monterrey, con algunos oficiales y 113 hombres mas que le acompañaron.

Su recepción en todo el Estado de Nuevo-León sirvió de augurio a los triunfos que se esperaban, y avivó el entusiasmo en favor de la causa proclamada. Recursos, hombres, armas, todos aprestaban en aquel Estado lo que tenían, y aunque faltos de disciplina y de hábitos militares, los nacionales formaron en breves días, un grupo de hombres que marchaban llenos de Fe, a combatir las selectas tropas que tenia Santa-Anna en Matamoros al mando del siempre déspota y no bastantemente odiado francés Adrian Woll.

Distantes ya mas de sesenta leguas, se tuvo noticia que una fuerte brigada se aproximaba por el camino del interior para ocupar Monterrey. Con la velocidad posible regresaron aquellas fuerzas, y siguiendo hasta el Saltillo, vencieron allí el 23 de junio del mismo año, a esa orgullosa brigada, que contaba con un seguro e indefectible triunfo. Sobre el campo de batalla recibió Zaragoza en esta primera función de armas, el grado de coronel, debido a la serenidad y al valor que desplegó en lo mas crítico y comprometido del ataque.

Pese a lo corta de su existencia, ocupa un lugar muy destacado en la historia de México. De acuerdo con la biografía publicada por Manuel Z. Gómez el año de su muerte (1862):

 


“Soldados, se han portado como héroes combatiendo por la Reforma. Nuestros esfuerzos han sido siempre coronados por el éxito. Hoy van a pelear por un objeto sagrado, van a pelear por la Patria y yo les prometo que en la presente jornada conquistarán un día de gloria. Nuestros enemigos son los primeros soldados del mundo, pero nosotros somos los primeros hijos de México. Soldados, leo en nuestras frentes la victoria y la fe. ¡Viva la independencia nacional! ¡Viva la Patria!”
– Palabras del General Ignacio Zaragoza a su ejército antes del combate.
5 de mayo día de la batalla de Puebla
 
 

En 1829, nace en Bahía del Espíritu, cerca de Goliad, en Coahuila y Tejas cuando este territorio pertenecía a México y su padre, el capitán Miguel G. Zaragoza, se encontraba destinado en aquel lugar. estudia en Matamoros su primaria y después ingresa a la secundaria en el Colegio Seminario de Monterrey. Deja sus estudios en el seminario para tratar de combatir la invasión norteamericana. en 1853 se alista en Nuevo León a la guardia nacional como sargento. después se incorpora al ejército regular como capitán. cuando Juan Álvarez proclama el Plan de Ayutla, se levanta en armas con cien hombres. En 1855 gana en Saltillo una batalla contra las tropas santanistas. Defiende Monterrey contra los conservadores en 1856. en 1858 regresa a la milicia con las fuerzas de Vidaurri, cuando Comonfort, siendo presidente de la república, se pronuncia en contra de la constitución de 1857. Muy pronto se revela como uno de los jefes militares liberales más capaces de la reforma. En 1859 derrota en Querétaro a Tomás Mejía; se une a Jesús González Ortega en Irapuato; responsable del ejército en Guanajuato; Vence a Miguel Miramón en Silao, Guanajuato y a Leonardo Márquez en las Lomas de Calderón. En 1860, participa en la batalla de Calpulalpan, donde los conservadores dirigidos por Miramón, son derrotados definitivamente, hecho con el que acaba la Guerra de Reforma. Restablecido el gobierno constitucional, el 13 de abril de 1861, Juárez lo nombra ministro de guerra en sustitución de González Ortega. al iniciar la invasión francesa, se forma el ejército de oriente dirigido por López Uraga. El 22 de diciembre siguiente, Zaragoza renuncia al ministerio para ir al campo de batalla. cuando López Uraga deja el ejército de oriente ese mismo año de 1861, Juárez le da el mando a Zaragoza, quien se dedica a organizarlo y se le unen seiscientos indígenas Zacapoaxtla y de otras comunidades de Tétela y de la sierra norte. con siete mil hombres, Zaragoza combate tanto a invasores como a conservadores. El 28 de abril de 1862, libra la primera batalla en las cumbres de Acultzingo, el saldo es de quinientos franceses y cincuenta mexicanos muertos. Zaragoza instalará en Puebla su base de operaciones para evitar una guerra de guerrillas. El 3 de mayo de 1862, llega a Puebla, que es partidaria de los franceses. Ese mismo día fortifica los cerros de Guadalupe y Loreto. El día 4, Lorencez al frente del ejército francés avanza para disponer su posición de ataque; Días antes, había escrito a su ministro de la guerra: "Tenemos ante los mexicanos tal superioridad de raza, de disciplina, de moral y de elevación de sentimientos, que ruego a vuestra excelencia decir al emperador que ya, desde ahora, a la cabeza de sus seis mil soldados, soy dueño de México". Zaragoza, sabe que su ejército está en desventaja en disciplina y armamento respecto al francés, al amanecer del 5 de mayo de 1862, Zaragoza arenga a sus soldados: “Nuestros enemigos son los primeros soldados del mundo, pero vosotros sois los primeros hijos de México y os quieren arrebatar vuestra patria”. Ordena a Miguel Negrete dirigir la defensa por la izquierda; a Felipe Berriozábal por la derecha y a Porfirio Díaz que esté junto a él. tras varias horas de lucha, la batalla no se decide, se enfrentan cuerpo a cuerpo mexicanos y franceses, finalmente, los invasores se retiran mientras Zaragoza grita: "Tras ellos, a perseguirlos, el triunfo es nuestro". Por esta acción, Zaragoza es considerado Héroe de la Libertad y prócer de la batalla de Puebla y recibe en Palacio Nacional una medalla en nombre de la patria. Zaragoza regresa a puebla donde, a los treinta y tres años, muere de fiebre tifoidea contraída a consecuencia de las fatigas de la campaña, el 8 de septiembre de 1862. sus restos son trasladados a la capital y enterrados en el panteón de San Fernando. Zaragoza es sustituido por González Ortega. el 11 de septiembre de 1862, Juárez decreta que se cambie el nombre de la ciudad de Puebla de los Ángeles por el de Puebla de Zaragoza.

 

 
Autor; Jesús Hoyos Hernández

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