Por; Jesús Hoyos Hernández//Nacional//Análisis//Política//Opinión//Biografías//Educación//
Biografía de Oscar Samuel Malpica
Uribe
Oscar Samuel Malpica Uribe Nació en la ciudad de
Atlixco, Puebla. Obtuvo la licenciatura en Antropología y la maestría en
En
los años ochenta, hizo una pausa en la investigación para competir por la
candidatura a
Desde
su experiencia en
Con 32 años fue electo
rector de
Elecciones y crisis
universitaria
Con un muy fuerte respaldo en
el voto estudiantil, Samuel Malpica asumió como Rector en 1987, ya con Mariano
Piña Olaya como gobernador y con la política del Estado decidida al
estrangulamiento presupuestal de las universidades públicas en manos de la
izquierda en México. La universidad “democrática, crítica y popular”,
definida por el voto igualitario --universal, directo y secreto-- entre
profesores, estudiantes y trabajadores administrativos y la política de
admisión sin restricciones. Era una universidad desbordada por la permanente
crisis laboral, la matrícula sin límites, la precariedad presupuestal extrema,
la confusión ideológica, la inestabilidad política, el bajo nivel académico y
el creciente desprestigio público. 1989 marcó la quiebra de ese modelo
universitario y el rompimiento de los grupos políticos que habían mantenido el
control de la institución. Las figuras de Alfonso Vélez Pliego y Samuel Malpica
identificaron las corrientes de izquierda universitaria que se disputaron en
las elecciones de
Samuel Malpica Uribe, académico, investigador y activista. Ocupo el cargo de rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en 1987-1989. Fue asesinado afuera de su domicilio, en la colonia San Manuel el 2 de Julio del 2013” Fue promotor del Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) Fue asesinado tres días antes de realizarse elecciones locales en Puebla.
El derrocamiento
Lo que real mente llevo al derrocamiento, de Samuel Malpica; fue de mantenerse firme, la libertad de pensamiento de ideas comunistas, defender la autonomía de la universidad, la educación publica, la libre critica en contra del gobierno poblano, esto llevo a negarse a entregar la universidad. Mantener y ser una universidad de izquierda, la universidad se destaco por ser un contrapeso político. Le fabricaron delitos y lo encarcelaron miserable mente, le arrebataron el control de la universidad. Eran los tiempos de la universidad crítica, popular y de masas, así se definía la máxima casa de estudios y su lema era que los hijos de los obreros y campesinos tuvieran acceso a la educación.
El jueves 7 de septiembre de 1989, previo a su informe, y posteriormente, grupos de choque patrocinados por el gobierno del Estado y los Dóger, toman por asalto el edificio Carolino rodean el edificio y sus pasillos una trifulca al interior, la plaza de la democracia fuerzas del orden se acercan vestidos de civiles aseguran que iban armados, aunque otros mantienen la postura que eran alumnos de la misma universidad, por casi tres días el edificio Carolino fue un estado de sitio. Final mente Samuel Malpica fue sacado y preso acusado de malos manejos financieros de la universidad, un preso político por encargo del entonces gobernador de Puebla.
Samuel
Malpica fue destituido como rector de
Como rector
Se distinguió por su lucha a favor de las
causas sociales; fue un universitario comprometido con el trabajo académico y
destacado investigador en el área de
Como investigador
Combinó su participación política con investigaciones en arqueoastronomía, sobre todo en los valles de Puebla y Atlixco; y la cultura maya en menor medida. Sus trabajos incluso llamaron la atención de Discovery Channel.
En 1989, la destitución de Samuel Malpica y la crisis de la universidad de izquierda.
Samuel Malpica Uribe murió asesinado a las puertas de su casa. Su perfil de político universitario --fue rector de la BUAP entre 1987 y 1989, hasta su destitución tras una aguda crisis política en la universidad-- y el contexto de las cerradas elecciones por la alcaldía de la ciudad de Puebla, la han dado a su muerte un carácter que va más allá de la violencia cotidiana que vive nuestro país. No es aventurado afirmar que este crimen sufrirá la suerte de la mayoría de los asesinatos en México: será barrido por nuevos acontecimientos y no será esclarecido. El revuelo de la elección del 7 de julio se llevó en su tolvanera el interrogante que el asesinato de Samuel Malpica. En 1989 fue el año de la quiebra del proyecto de universidad pública de izquierda, imaginado y peleado en los años sesenta y setenta por un movimiento de corrientes de izquierda encabezado por el rector Rivera Terrazas y plasmado en los años de rectoría de Alfonso Vélez Pliego. Fue un modelo que respondió al crecimiento masivo de la población estudiantil de Puebla en los años setenta y que convirtió a la universidad --ante la ausencia de partidos que tal nombre merecieran-- en el único contrapeso al férreo control político ejercido por los gobiernos priistas. Pero era un modelo cercado por sus propias contradicciones. Samuel Malpica las sufrió al extremo.
Con un muy fuerte respaldo en el voto estudiantil, Samuel Malpica asumió como Rector en 1987, ya con Mariano Piña Olaya como gobernador y con la política del Estado decidida al estrangulamiento presupuestal de las universidades públicas en manos de la izquierda en México. La universidad “democrática, crítica y popular”, definida por el voto igualitario --universal, directo y secreto-- entre profesores, estudiantes y trabajadores administrativos y la política de admisión sin restricciones. El pretexto del gobierno para tomar la universidad que era una universidad desbordada por la permanente crisis laboral, la matrícula sin límites, la precariedad presupuestal extrema, la confusión ideológica, la inestabilidad política, el bajo nivel académico. El creciente desprestigio público, el golpe mediático y político del entonces gobernador Mariano Piña. 1989 marcó la quiebra de ese modelo universitario y el rompimiento de los grupos políticos. Las figuras de Alfonso Vélez Pliego y Samuel Malpica identificaron las corrientes de izquierda universitaria que se disputaron en las elecciones de 1987 a la universidad. Malpica derrotó al candidato velecista José Dóger con el respaldo del voto estudiantil, pero no logró en sus dos años de rectorado resolver los conflictos de toda índole que estallaban en las acaloradas sesiones del Consejo Universitario. El conflicto que la universidad vivió en los últimos meses de 1989, determinada por la abierta postura contra los malpiquistas asumida por el gobierno estatal a través del estrangulamiento financiero, se resolvió en diciembre con la destitución de Samuel Malpica como rector, fue un golpe de Estado al interior de la institución. La crisis que abrió paso a veintitrés años gobierno universitario claramente alejado del modelo de la universidad de izquierda y decididamente sustentado en la alianza política con los gobiernos priistas --los rectorados de Pepe Dóger, Enrique Dóger y Enrique Agüera--, se zanjó con el asesinato del profesor Cuéllar, la tarde del 22 de diciembre de 1989, cuando los grupos malpiquistas intentaron recuperar el edificio Carolino y la manifestación fue disuelta a balazos.
Cónica del Sábado 28 de enero de 1989.
La noche anterior velaron armas todos. Unos para el ataque y la defensa. Otros Para pintar su raya. Finalmente y para regocijo de sus detractores, el eterno pleito llegó a la comisaría en un Informe que destaca la nota policiaca. Y como una estela que siguiera al Rector por el pasillo del Salón Barroco, en el murmullo de los asistentes quedó el tum-tum de la declaración de guerra.
1.- A las 12:30 Oscar Samuel Malpica Uribe, Maestro en Ciencias y Rector de la Universidad bajó del estrado para ser abrazado por los rectores de Sinaloa, Zacatecas e Hidalgo y por los agregados culturales de Alemania Democrática, Polonia y Cuba. Pasó a medio metro de Alfonso Vélez pero no se ven; al golpe dado el refugio de la trinchera. En el micrófono Hipólito Martínez hace alarde de la democracia universitaria, mientras que Luís Enrique Sánchez, economista y consejero universitario intenta detener a la corriente humana que abandona el recinto y decreta que por ahora esto no pasa a mayores.
Únicamente Vélez sale al descampado en el interrogatorio de los reporteros. Por ahora no tiene más recursos que la declaración inflamatoria: calumnias, discurso irresponsable, vergüenza para la Universidad. Y el reto: “El Rector es un mentiroso y lo voy a demostrar”.
2.- Dos horas antes del acomodo de los personajes. Afuera en el recinto, la pelotera de interesados en un video de la campaña cardenista en el televisor que mostrará después la figura austera de Malpica. Dos hombres trajeados exigen invitaciones. Quince minutos después, el tradicional portazo dejará en su lugar el protocolo que intentan guardar las edecanes. Adentro impera la democracia de una función de cine, se sienta el primero que llega y en dónde encuentre. Así que la sillería que circunda el Barroco se llena de gente que imagino maestro y estudiantes, acaso también intendentes. Sobre todos ellos, las figuras coloniales en los cuadros, con impresión barroca de quién ha soplado sin posibilidad de escape torturantes sesiones del Consejo Universitario.
3.- Cinco minutos antes de que llegue el rector, Rafael Zarate reparte lo que sus autores de UPD bautizan como “contrainforme”. Con la chamarra anaranjada y su bigote, viene por todo el pasillo recordando sus tiempos de volanteo estudiantil en las calles. No hay camisetas en la UAP, hay jalones, alianzas vueltas de la tortilla, Zárate impugnará tres veces a Malpica: que por qué no pagó el 100 por ciento de los salarios caídos; que todavía hay pandilleros en la Universidad y que detrás de Rectoría está la mano de Piña Olaya. Pero eso será después. Ahora reparte el texto de la UPD.
4.- Francisco Salas es consejero universitario y estudiante de arquitectura. En el informe quiere emular a los impugnadores cardenistas. Cuatro veces se levantó de su asiento para interrumpir a Malpica: que no ha enfrentado a las autoridades en la bronca de los camiones secuestrados.
A veces acarrea algunos aplausos, al final el abucheo. Pero al principio, cuando el rector se sienta, Salas se levanta por primera vez, gana el estrado, exclama algo que no escuchamos los del fondo y entregó a Malpica la versión del Informe según la Unidad Plural democrática. Terminado todo dirá que fue Samuel el que rompió, el que se deslindó al no cumplir con el proyecto, nosotros mantenemos nuestro espíritu crítico. Y se ira a saludar a Alfonso Vélez Pliego.
5.- El ex-rector Vélez llegó tarde, en la democrática inexis-tencia de protocolo. Hipólito Martínez pasaba lista a los consejeros, leía nombres de los físicos y biólogos, de señores y señoritas, interrumpido de cuando en cuando para palomear algún grito de presente. Nunca se supo si hubo quórum. Pero eso no le importa a Vélez Pliego cuando recorrió el salón para sentarse a la izquierda, a pocos metros de Malpica, a un lado de Isabel Ledezma, en el grupo que formaban Rafael Zárate, Francisco Javier Muñoz (coordinador de Administración) y Guillermina Hernández (coordinadora de la prepa Zapata y que al final pedirá a gritos la palabra al Secretario General). El ex-rector ganó un punto con el aplauso general, Hipólito Martínez tuvo que interrumpir la lectura. Después todo se descompondría en el rostro de Vélez, a pesar de que tuvo en el planteamiento firmado por cerca de treinta consejeros y leído por Isabel Ledezma, lo que puede ser el renacimiento formal del velecismo. Pero tuvo que escuchar la andanada contra su administración y que llegó a vincularlo directamente con el manejo turbio del presupuesto universitario. Por eso uno se pregunta a qué fue al informe de Samuel Malpica.
6.- El rector llegó a su informe como uno más. En el protocolo no hay fanfarrias. Solo una consigna apagada de “se ve se siente Malpica está presente”. Atrás de él Aroche, a pesar de los rumores de sus contradicciones y de supuesta existencia de ruptura entre malpiquistas y arochistas en el grupo de Rectoría. Malpica se sienta derecho, serio, incólume en gris más oscuro. Pero es el momento del rector, él es el de la voz recia, que corre sobre las 53 páginas de su informe, urgido por esa doble línea en la que montó su versión de lo que sucede en la UAP, la del análisis y la del garrote.
Es un público extraño el que lo escucha. Por lo menos nada tiene que ver con el que el día 15 se sentó en las mullidas butacas del auditorio de la Reforma tibio y uniforme. Este público no aplaude ni siquiera cuando Malpica reseña los múltiples avances de la investigación universitaria. ¿Será que ya lo ha oído antes? Pero tampoco lo hace cuando se refiere al Plan General de Desarrollo Académico --habrá que ponerlo con mayúsculas--, ni cuando desgrana capítulo por capítulo los desastres que dice dejó de herencia la administración pasada, pone a Bautista en la picota, pero no pide para nada una sesión del Consejo para su destitución. A ratos el público aplaude, finalmente; cuando responde al UPD Salas, cuando anuncia la creación de una Contraloría. Sin embargo, poco a poco, en el doble discurso, a Malpica le gana la condena. En el ánimo queda perdido la impecable caracterización del problema de las universidades públicas de provincia, el ahogo de su penuria, la realidad del lenguaje conciliatorio entre la universidad de izquierda y el gobierno estatal, la exigencia de mayor subsidio, la búsqueda de alternativas para una mejor organización de los trabajos académicos y administrativos, el rechazo a la existencia de pandilleros y la denuncia concreta contra “Los Buitres” de Arturo Loyola. En el ánimo quedó la vieja cuenta pendiente entre los universitarios de izquierda, aquella que se lleva con el encono con el que se distancian dos hermanos.
6.- Afuera, un consejero se retira intranquilo: firmó el planteamiento del Biólogo Ismael Ledezma. “Se perdió la oportunidad de la concentración”, afirma.
Jueves 7 de septiembre de 1989.
A sus 69 años el ingeniero Rivera Terrazas tuvo “un sueño”: regresó a la universidad que imaginó en aquellos sufridos y anticomunistas años sesenta, “una universidad académica, una universidad donde se enseñara bien, donde las carreras fueran profesionales, donde los maestros fueran capaces y donde se desarrollara la investigación científica”. Pero en su ilusión se cruzó la idea de democracia, aquel concepto que los universitarios de entonces introdujeron para modificar la estructura orgánica de la UAP y acabar con aquellos hombres “autoritarios del avilacamachismo” que dominaban la institución. De lo que pasó en esos 25 años de su sueño queda una imagen borrosa que lo llevará a decir que al fenómeno “no le puede dar una explicación racional”. A él, como a la ciudad, se le vinieron encima las masas. Por eso el Recuento que le hizo a brincos Florencia Correas por sus años universitarios, acaban por dejarlo desarmado en ese páramo terrible de la contradicción que da la vida a todos los políticos. Obstinadamente el ingeniero se aferra y conjuga la democracia al tiempo que deshace paso a paso –al imaginar una universidad ilusoria- la obra de esos poblanos de izquierda que sobre sus mil divisiones llevan ya 17 años en el poder de la Autónoma de Puebla.
Porque de su recuento, luego de una narración de esos años de epopeya –finalmente suya, válida en ese sentido, aunque jale agua siempre para su molino-, se desprende un rosario de lo que quiso ser y no fue, para acabar por delinear una universidad que no está lejos de los bosquejos que se hacen muchos modernizadores. Ayer, mientras hablaban tres universitarios –Altieri Megale, Pedro Hugo Hernández y Ricardo Moreno Botello-, y el alcalde Pacheco Pulido atestiguaba el apremio con el que subrayaron las críticas del ingeniero, uno repasaba esa UAP que brota del Recuento: su duda –y su cruz- sobre la democracia imposible en los niveles académicos; sus invectivas y mandatos “al demonio” a un sindicato que paraliza a la institución, su furia contra la mediocridad en las escuelas y sus centros de investigación; su mea culpa –además de la imposibilidad de un “sindicato de nuevo tipo” –en torno a la elección por voto secreto y directo de todos los universitarios que subordinan los problemas académicos a la decisión de una mayoría estudiantil; la lucha por un subsidio sin calidad académica. En fin, un repaso de acontecimientos acumulados en los últimos quince años en lo que jugó un papel fundamental –hay quien lo recuerda respondiendo a los reporteros de DF en una visita de López Portillo, sobre los riesgos de una masificación de la universidad que simplemente generaría desempleados, con el argumento de “es un problema del Estado si se exacerban las contradicciones, yo ahora estoy resolviendo un problema inmediato”-, pero que en actitud a pesar de toda crítica lo llevan a plantear la necesidad de revisar el concepto mítico de universidad democrática, crítica y popular. A qué le sonaran a él las ideas de dos universitarios, uno de ellos ex-rector, el otro ese vencedor del ICUAP respetuoso –y aturdido por el paquete de una modernidad que no espera-, entrevistados al final del acto en la Casa de la Cultura. Dijo el doctor Lara y Parra: “Se requieren medidas urgentes. Hay que acabar con el academismo. Y el factor estudiantil debe ser seleccionado, genética y sociológicamente no tenemos la misma capacidad. Por eso necesitamos de una selección honrada, digna, pero que asegure un verdadero aprovechamiento estudiantil”.Mucho más amplio, pero igualmente conciso, dijo Juvencio Monroy, coordinador de la creación de Rivera Terrazas más aplaudida por el ingeniero: “La UAP ya no puede sostener como dogma el concepto de democrática, crítica y popular. No digo que deba suprimirse, pero sí revisarse a fondo. En la práctica se han tomado decisiones que la afectaban profundamente. Por ejemplo, es absurdo que para la elección del rector participen estudiantes recién egresados de secundaria. Y su carácter popular ¿cumple con su función social realmente con el hecho de dar entrada a todo mundo? Creo que para enfrentar esto habría que condicionar la permanencia, exigir cuadros de compatibilidad de materias, si se reprueba no se puede seguir adelante, y que se ponga un número razonable de semestres dentro de la universidad. La permanencia debe ganarse. ¿Pero cómo puede exigirse al estudiante si no hay para libros y los laboratorios no funcionan por falta de materiales? Por eso creo que la universidad debe cobrar una inscripción a los estudiantes. Un ejemplo, si los 7,500 alumnos de Físico-Matemáticas pagaran 10 mil pesos por semestre, podría contar con más de 65 millones de pesos que nunca ha tenido en su vida esa escuela, habría para libros y reactivos y los maestros podrían trabajar más allá del esquema pizarrón papel. Cobrar sin ser gravosos, y con una descentralización y un control administrativo rígido por las propias escuelas, estás mejorarían sustantivamente. Nosotros en Posgrado ya cobramos entre 350 mil y 500 mil pesos, es un hecho. Si este problema no se ha abordado es por la falta de una sincera preocupación de los universitarios”.
Tal vez suena a eso que el ingeniero puso en boca de un profesor hipotético vilipendiado por las masas: “Señores, la única forma de lograr nuestros objetivos es la de reflexionar sobre nuestro funcionamiento, revisar el tipo de profesores que tenemos, el tipo de administradores que tenemos. Y recordar que la única arma de lucha que tenemos para conseguir subsidios es nuestra superación académica.” Y Malpica libra la destitución
Miércoles 18 de octubre de 1989
1.- A las seis de la tarde Samuel Malpica ha convertido la Rectoría en cuartel general de la guerra declarada media hora antes. Huestes estudiantiles rodean el escritorio, se pasan volantes y panfletos, gritan Malpica, Malpica y miran al maestro en ciencias hurgar en su portafolio y en sus cajones en busca de lo que presentará a la prensa como “pruebas de la corrupción de los velecistas”. “No las di a conocer por buscar conciliación, -dice-, pero ahora van a ver.” “Mañana vamos a demostrar quién tiene a los universitarios”, dice antes de ir a la conferencia de prensa, y esboza su plan de batalla que involucra “una manifestación para mañana y consultas en las escuelas”. Está encendido, se ve que viene de abandonar el Consejo Universitario entre gritos de “fuera Malpica, fuera Malpica” en esa irritante, ardorosa y una vez más irreconciliable sesión del órgano de gobierno de los universitarios. A las seis de la tarde Samuel Malpica mira su oficina desbordada por sus seguidores. No se rio en todo el día y se enojó muchas veces y cada que pudo recordó a todo el mundo que a él lo eligieron 24 mil universitarios. “Los vamos a aislar –dice-, los vamos a derrotar”. Luego dirá que si puede los expulsará, “como en 1976 lo hicimos contra los golpistas”. Ahora, tras, sobrevivir su destitución por el Consejo Universitario, está en guerra.
2.- Afuera, en uno de los pasillos del Carolino, en ese tono pardo de catacumba, dos grupos de la Prepa Calderón miden sus fuerzas: con un campo libre de tres metros, se mientan la madre, se gritan “fuera porros de la UAP” y viven una escaramuza de su propia batalla. Morenos, proletarios, chavos y chavas no dan ninguna muestra de acarreo; más allá de los pleitos de los grupos políticos, ellos libran su bronca. Tendrán cinco años en 1976; apenas si habían nacido en 1973. A esta hora en que se velan armas uno piensa en que las fuerzas que se diputan el poder levantan su discurso en estos jóvenes, “la base”, ese amplio espacio aderezado de inefable democracia sobre el que ha justificado su existencia esta universidad de izquierda y por la que Malpica clama contra “el golpismo de un grupito de consejeros del Consejo Universitario”.
3.- A las siete se termina el día en la Plaza de la Democracia. La penumbra se lleva las conversaciones en la explanada. Las fuerzas están en sus cuarteles. Malpica se quedó arriba, imaginando “la movilización de los cien mil estudiantes”. En la Casa Presno se reúnen sus enemigos.
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