Por; Jesús Hoyos Hernández//Nacional//Análisis//Política//Opinión//
Colonia//Independencia//
El fusilamiento de
Maximiliano de Habsburgo
El
28 de mayo de 1864 ancla en el puerto de Veracruz procedente de Trieste en el
mar Adriatico la
Fragata Novara que trae como tripulantes a los emperadores
Maximiliano y Carlota, su llegada será mal vista por el pueblo Jarocho y
celebrada por los pocos conservadores que se encontraban en la ciudad-puerto,
desembarcaron hasta el día 29 de mayo, según la leyenda que Fernándo del Paso
recoge en su libro Noticias del Imperio fueron recibidos por zopilotes
simbolizando el mal augurio de la pareja. El frío recibimiento molesto a la
emperatriz que se repuso del trago amargo hasta que se fueron adentrando en el
país, ya en ciudades como Orizaba y Puebla de Zaragoza el recibimiento fue apoteosico.
Cuando llegaron a la Ciudad
de México el palacio nacional les pareció un cuartel de tercera, saqueado por
la chusma, sin muebles para dormir, la pareja tuvo que pasar la noche
Maximiliano sobre una mesa de billar y Carlota en un sillón, sin poder
conciliar el sueño a causa de los cohetes con los que en la capital los
recibieron y atacados por las chinches y Garrapatas que había en la habitación
del palacio de gobier. En
1864, Maximiliano de Habsburgo fue proclamado emperador de México, pero su
reinado fue efímero y trágico, conocido como la Guerra de los Cien Días. Maximiliano
de Habsburgo, miembro de la familia real austriaca, fue invitado por
conservadores mexicanos y apoyado por el emperador francés Napoleón III para
establecer una monarquía en México. Llegó al país con su esposa, la emperatriz
Carlota, y asumió el trono en 1864. Sin embargo, su gobierno enfrentó una
fuerte resistencia de los republicanos liderados por Benito Juárez. A
medida que la guerra civil se intensificaba, Napoleón III retiró su apoyo
militar en 1866, dejando a Maximiliano en una posición vulnerable. A pesar de
los intentos de Carlota de obtener ayuda en Europa, Maximiliano decidió
quedarse y luchar. La situación empeoró en 1867, cuando las fuerzas
republicanas rodearon la ciudad de Querétaro, donde Maximiliano se había
refugiado con su ejército. El
sitio de Querétaro duró varias semanas y culminó con la captura de Maximiliano
el 15 de mayo de 1867. Fue juzgado y condenado a muerte por traición. A pesar
de los intentos diplomáticos de varias naciones europeas para salvarlo,
Maximiliano fue fusilado el 19 de junio de 1867 junto con dos de sus generales,
Miguel Miramón y Tomás Mejía. La Guerra de los Cien Días y la muerte de Maximiliano
marcaron el fin del Segundo Imperio Mexicano y consolidaron la República bajo el
liderazgo de Benito Juárez.
El
19 de junio de 1867, fue fusilado, Maximiliano de Habsburgo, Tomás Mejía, y
Miguel Miramón en el Cerro de las Campanas después de haber sido capturados por
la fuerzas republicanas. Pesó, en gran medida, contra el depuesto emperador la
ley draconiana que promulgó el 3 de octubre de 1865, titulada “Ley para
castigar bandas armadas y guerrilleros”, la cual rebajaba a los miembros de la
resistencia republicana a meros guerrilleros, cuatreros y saqueadores, ya que
en caso de ser capturados portando un arma, serían juzgados por una corte
marcial y pasados por las armas antes de 24 horas. También serían juzgados
quienes apoyaran, escondieran, les dieran avisos o recursos, a los miembros de
las fuerzas republicanas.
Detalle
de una obra de Víctor Cauduro.
El
fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo ocurrió el 19 de junio de 1867 en el
Cerro de las Campanas, en Querétaro. Fue ejecutado junto con los generales
conservadores Miguel Miramón y Tomás Mejía, tras ser capturados por las fuerzas
republicanas de Benito Juárez. Este evento marcó el fin del Segundo Imperio
Mexicano y el restablecimiento de la República.
El
fusilamiento fue resultado del juicio al que fue sometido Maximiliano, acusado
de usurpar el trono y de apoyar la intervención extranjera en México. A pesar
de los intentos de indulto, el gobierno de Juárez decidió ejecutar la
sentencia, justificándola como un acto de reafirmación de la soberanía nacional
y un mensaje a las potencias extranjeras.
La
ejecución de Maximiliano tuvo un gran impacto a nivel internacional y simbolizó
la victoria de la República
sobre el imperio y la intervención francesa. Su muerte también generó
controversia, con algunas voces criticando la dureza de la medida y otras
defendiendo la necesidad de dar un ejemplo.
Juárez
nombró un Tribunal Militar para juzgar a Maximiliano y a sus aliados. Fueron
juzgados en el Teatro de la Ciudad
de Querétaro. Tras un juicio sumarísimo y teniendo como abogado defensor a
Rafael Martínez de la Torre,
juzgado por un Coronel y seis Capitanes, sin derecho a apelaciones y con base
en un interrogatorio que en su mayor parte el Emperador se negó a contestar,
alegando que eran cuestiones meramente políticas, los liberales lo condenaron a
muerte.
El
resultado fue que condenaron a los tres con la muerte y serian fusilados el día
19 de junio de 1867 en el Cerro de las Campanas. Ese día Maximiliano se levantó
en la madrugada y su Ayudante Húngaro Tüdos le ayudó por última vez a vestirse.
Usó una camisa blanca, chaleco, pantalón oscuro y una levita larga. Después de
confesarse, pasó a escuchar misa a la capilla del convento con los otros
prisioneros. A las 6:30 de la mañana, el Coronel Miguel Palacios, se presentó
en el pasillo con una fuerte escolta de sus hombres. "Estoy listo",
señaló el archiduque Austríaco con buen temple.
En
la calle, tres carruajes que habían sido alquilados los esperaban. Parten rumbo
al Cerro de la Campanas,
en el trayecto los custodian tropas del Ejército del Norte; al frente va un
Escuadrón de Caballería de los Cazadores de Galeana y detrás marcha personal
del 1er. Batallón de Nuevo León. Más de cuatro mil soldados del Ejército Republicano
han sido desplegados formando un cuadro al pie del cerro de las Campanas. Los
coches llegan al lugar antes de las 7 de la mañana. La mañana ha despuntado y
está radiante, los tres sentenciados se colocan frente a un tosco muro de
adobe, levantado precipitadamente el día anterior por tropas del Batallón de
Coahuila.
A
manera de despedida, Maximiliano da un fuerte abrazo a sus Generales y pide a
Miramón que se coloque en medio: "General, un valiente debe de ser
admirado hasta por los monarcas". Miramón saca un papel de un chaleco y
lee un discurso. Rechaza quedar bajo el estigma de traidor: "Protesto
contra la acusación de traición que se me ha lanzado al rostro... Muero
inocente de este crimen." Tomás Mejía permanece en silencio, pero es el
único de los tres que mira directo a los ojos a los soldados del pelotón de
ejecución. Después de haber sido fusilados, Benito Juárez envió el cuerpo de
Maximiliano a Austria en el mismo barco que lo trajo años atrás a México,
“Novara”.
Antes
de ser fusilado Maximiliano escribió al presidente Juárez
“Querétaro,
junio 19 de 1867
Señor
don Benito Juárez
Próximo
a recibir la muerte, a consecuencia de haber querido hacer la prueba de si
nuevas instituciones políticas lograban poner término a la sangrienta guerra
civil que ha destrozado desde hace tantos años este desgraciado país, perderé
con gusto mi vida, si su sacrificio puede contribuir a la paz y prosperidad de
mi nueva patria.
Íntimamente
persuadido de que nada sólido puede fundarse sobre un terreno empapado de
sangre y agitado por violentas conmociones, yo conjuro a usted, de la manera
más solemne y con la sinceridad propia de los momentos en que me hallo, para
que mi sangre sea la última que se derrame y para que la misma perseverancia,
que me complacía en reconocer y estimar en medio de la prosperidad, con que ha
defendido usted la causa que acaba de triunfar, la consagre a la más noble
tarea de reconciliar los ánimos y de fundar, de una manera estable y duradera,
la paz y tranquilidad de este país infortunado.
Maximiliano. Tamayo, Jorge L., “Benito Juárez.
Documentos, discursos y correspondencia”, México, UAM, 2006.
"Maximiliano de
Habsburgo". Tiburcio Sánchez. 1865. Óleo sobre tela. México. Museo
Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec.
El fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo
El 28 de mayo de 1864 ancla en el puerto de Veracruz procedente de Trieste en el mar Adriatico la Fragata Novara que trae como tripulantes a los emperadores Maximiliano y Carlota, su llegada será mal vista por el pueblo Jarocho y celebrada por los pocos conservadores que se encontraban en la ciudad-puerto, desembarcaron hasta el día 29 de mayo, según la leyenda que Fernándo del Paso recoge en su libro Noticias del Imperio fueron recibidos por zopilotes simbolizando el mal augurio de la pareja. El frío recibimiento molesto a la emperatriz que se repuso del trago amargo hasta que se fueron adentrando en el país, ya en ciudades como Orizaba y Puebla de Zaragoza el recibimiento fue apoteosico. Cuando llegaron a la Ciudad de México el palacio nacional les pareció un cuartel de tercera, saqueado por la chusma, sin muebles para dormir, la pareja tuvo que pasar la noche Maximiliano sobre una mesa de billar y Carlota en un sillón, sin poder conciliar el sueño a causa de los cohetes con los que en la capital los recibieron y atacados por las chinches y Garrapatas que había en la habitación del palacio de gobier. En 1864, Maximiliano de Habsburgo fue proclamado emperador de México, pero su reinado fue efímero y trágico, conocido como la Guerra de los Cien Días. Maximiliano de Habsburgo, miembro de la familia real austriaca, fue invitado por conservadores mexicanos y apoyado por el emperador francés Napoleón III para establecer una monarquía en México. Llegó al país con su esposa, la emperatriz Carlota, y asumió el trono en 1864. Sin embargo, su gobierno enfrentó una fuerte resistencia de los republicanos liderados por Benito Juárez. A medida que la guerra civil se intensificaba, Napoleón III retiró su apoyo militar en 1866, dejando a Maximiliano en una posición vulnerable. A pesar de los intentos de Carlota de obtener ayuda en Europa, Maximiliano decidió quedarse y luchar. La situación empeoró en 1867, cuando las fuerzas republicanas rodearon la ciudad de Querétaro, donde Maximiliano se había refugiado con su ejército. El sitio de Querétaro duró varias semanas y culminó con la captura de Maximiliano el 15 de mayo de 1867. Fue juzgado y condenado a muerte por traición. A pesar de los intentos diplomáticos de varias naciones europeas para salvarlo, Maximiliano fue fusilado el 19 de junio de 1867 junto con dos de sus generales, Miguel Miramón y Tomás Mejía. La Guerra de los Cien Días y la muerte de Maximiliano marcaron el fin del Segundo Imperio Mexicano y consolidaron la República bajo el liderazgo de Benito Juárez.
El 19 de junio de 1867, fue fusilado, Maximiliano de Habsburgo, Tomás Mejía, y Miguel Miramón en el Cerro de las Campanas después de haber sido capturados por la fuerzas republicanas. Pesó, en gran medida, contra el depuesto emperador la ley draconiana que promulgó el 3 de octubre de 1865, titulada “Ley para castigar bandas armadas y guerrilleros”, la cual rebajaba a los miembros de la resistencia republicana a meros guerrilleros, cuatreros y saqueadores, ya que en caso de ser capturados portando un arma, serían juzgados por una corte marcial y pasados por las armas antes de 24 horas. También serían juzgados quienes apoyaran, escondieran, les dieran avisos o recursos, a los miembros de las fuerzas republicanas.
Detalle de una obra de Víctor Cauduro.
El fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo ocurrió el 19 de junio de 1867 en el Cerro de las Campanas, en Querétaro. Fue ejecutado junto con los generales conservadores Miguel Miramón y Tomás Mejía, tras ser capturados por las fuerzas republicanas de Benito Juárez. Este evento marcó el fin del Segundo Imperio Mexicano y el restablecimiento de la República.
El fusilamiento fue resultado del juicio al que fue sometido Maximiliano, acusado de usurpar el trono y de apoyar la intervención extranjera en México. A pesar de los intentos de indulto, el gobierno de Juárez decidió ejecutar la sentencia, justificándola como un acto de reafirmación de la soberanía nacional y un mensaje a las potencias extranjeras.
La ejecución de Maximiliano tuvo un gran impacto a nivel internacional y simbolizó la victoria de la República sobre el imperio y la intervención francesa. Su muerte también generó controversia, con algunas voces criticando la dureza de la medida y otras defendiendo la necesidad de dar un ejemplo.
Juárez nombró un Tribunal Militar para juzgar a Maximiliano y a sus aliados. Fueron juzgados en el Teatro de la Ciudad de Querétaro. Tras un juicio sumarísimo y teniendo como abogado defensor a Rafael Martínez de la Torre, juzgado por un Coronel y seis Capitanes, sin derecho a apelaciones y con base en un interrogatorio que en su mayor parte el Emperador se negó a contestar, alegando que eran cuestiones meramente políticas, los liberales lo condenaron a muerte.
El resultado fue que condenaron a los tres con la muerte y serian fusilados el día 19 de junio de 1867 en el Cerro de las Campanas. Ese día Maximiliano se levantó en la madrugada y su Ayudante Húngaro Tüdos le ayudó por última vez a vestirse. Usó una camisa blanca, chaleco, pantalón oscuro y una levita larga. Después de confesarse, pasó a escuchar misa a la capilla del convento con los otros prisioneros. A las 6:30 de la mañana, el Coronel Miguel Palacios, se presentó en el pasillo con una fuerte escolta de sus hombres. "Estoy listo", señaló el archiduque Austríaco con buen temple.
En la calle, tres carruajes que habían sido alquilados los esperaban. Parten rumbo al Cerro de la Campanas, en el trayecto los custodian tropas del Ejército del Norte; al frente va un Escuadrón de Caballería de los Cazadores de Galeana y detrás marcha personal del 1er. Batallón de Nuevo León. Más de cuatro mil soldados del Ejército Republicano han sido desplegados formando un cuadro al pie del cerro de las Campanas. Los coches llegan al lugar antes de las 7 de la mañana. La mañana ha despuntado y está radiante, los tres sentenciados se colocan frente a un tosco muro de adobe, levantado precipitadamente el día anterior por tropas del Batallón de Coahuila.
A manera de despedida, Maximiliano da un fuerte abrazo a sus Generales y pide a Miramón que se coloque en medio: "General, un valiente debe de ser admirado hasta por los monarcas". Miramón saca un papel de un chaleco y lee un discurso. Rechaza quedar bajo el estigma de traidor: "Protesto contra la acusación de traición que se me ha lanzado al rostro... Muero inocente de este crimen." Tomás Mejía permanece en silencio, pero es el único de los tres que mira directo a los ojos a los soldados del pelotón de ejecución. Después de haber sido fusilados, Benito Juárez envió el cuerpo de Maximiliano a Austria en el mismo barco que lo trajo años atrás a México, “Novara”.
Antes de ser fusilado Maximiliano escribió al presidente Juárez
“Querétaro, junio 19 de 1867
Señor don Benito Juárez
Próximo a recibir la muerte, a consecuencia de haber querido hacer la prueba de si nuevas instituciones políticas lograban poner término a la sangrienta guerra civil que ha destrozado desde hace tantos años este desgraciado país, perderé con gusto mi vida, si su sacrificio puede contribuir a la paz y prosperidad de mi nueva patria.
Íntimamente persuadido de que nada sólido puede fundarse sobre un terreno empapado de sangre y agitado por violentas conmociones, yo conjuro a usted, de la manera más solemne y con la sinceridad propia de los momentos en que me hallo, para que mi sangre sea la última que se derrame y para que la misma perseverancia, que me complacía en reconocer y estimar en medio de la prosperidad, con que ha defendido usted la causa que acaba de triunfar, la consagre a la más noble tarea de reconciliar los ánimos y de fundar, de una manera estable y duradera, la paz y tranquilidad de este país infortunado.
Maximiliano. Tamayo, Jorge L., “Benito Juárez. Documentos, discursos y correspondencia”, México, UAM, 2006.
"Maximiliano de Habsburgo". Tiburcio Sánchez. 1865. Óleo sobre tela. México. Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec.
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