Por; Jesús Hoyos Hernández//Cultura Maya// Cultura Azteca//Proyectando a México//Leyendas//
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En el corazón de Azcapotzalco, una de las alcaldías con más riqueza histórica y cultural de la Ciudad de México, se erige una catedral que guarda en sus muros una leyenda tan mística como ancestral: “La hormiga del fin del mundo”. Según documentos históricos y la obra “Relatos y Recuerdos. Memorias de Azcapotzalco” de Edna Aponte, la presencia de esta hormiga en la fachada del campanario es un homenaje al dios Quetzalcóatl. La leyenda de Quetzalcóatl y la hormiga es una pieza importante dentro del amplio mosaico mitológico de los pueblos mesoamericanos, especialmente entre los nahuas. Según esta leyenda, después de la creación del mundo, los dioses se dieron cuenta de que los seres humanos necesitaban alimento para sobrevivir. Así, varios dioses intentaron encontrar una solución, pero fue Quetzalcóatl quien se propuso buscar el maíz, un alimento que daría sustento a la humanidad pero que estaba escondido.
Las hormigas pertenecen al Orden de los Himenópteros y a la Familia Formicidae, de las cuales existen más de 12,000 especies. Muchos grupos humanos las han utilizado como alimento, con fines medicinales, como objetos rituales, como dioses, y como personajes que forman parte de las leyendas y la mitología de los pueblos.
Lo industrioso y cooperativo de las hormigas aparece en muchas narraciones orales del folklor de los pueblos indios, y para muchos ha tenido un papel muy importante en su cultura, como por ejemplo en el mito de creación Kahuila en el cual las hormigas agrandaron el espacio vital para que el pueblo hormiga pudiese vivir. O como en la mitología hopi que nos habla de la protección que las Personas-Hormigas brindaron a los hombres guardándolos bajo tierra durante la destrucción del Primer Mundo, en las etapas de la creación universal. Las tribus del norte de California aseguran que las hormigas son capaces de predecir los temblores, y está prohibido molestar a estos insectos en sus nidos. En muchas leyendas de los indios sudamericanos las hormigas aparecen como guerreros. Algunos pueblos tienen clanes referentes a la hormiga como los pimas, quienes dividen cada pueblo en dos clanes: el Clan de las Hormigas Rojas y el Clan de las Hormigas Blancas.
En la tradición oral Mexhika, Ázkatl fue la hormiga roja que rebeló a Ketzalkóatl, la Serpiente Emplumada, deidad suprema, la Montaña de Nuestra Alimentación, la Tonakatépetl, cuando un día se la encontró Ketzalkóatl por los alrededores de Teotihuakan. Al preguntarle a la hormiga dónde había obtenido el grano de maíz que llevaba, el insecto optó por ignorarlo y continuó su camino. Pero como Ketzalkóatl insistiera, Ázkatl lo invitó a que la siguiese. Ketzalkóatl no podía entrar por los lugares tan pequeños por donde nuestra amiga accedía fácilmente, por lo que se convirtió en una hormiga negra. Sólo así pudo meterse en el interior de la montaña y reunirse con ella. La hormiga roja le llevó a un lugar donde había montones de granos de maíz. Emocionado, Ketzalkóatl tomó muchos de los granos y le dio efusivamente las gracias a Ázkatl por tan soberbio regalo. Ketzalkóatl llevó los granos a otros señores quienes, a su vez, se los dieron a los hombres. Los granos tenían muy buen sabor, y los humanos se deleitaron con ellos. Pero pronto se acabaron, y Ketzalkóatl pensó que era muy dificultoso estar yendo a la montaña por más a cada rato. Intentó llevarse la montaña, pero no pudo; entonces, los señores le pidieron ayuda a Oxomo, creador de la cuenta del tiempo, y a Zipaktonal, señora de la astrología y los calendarios, quienes dijeron que si Nanáhuatl, el señor leproso, patrón de las enfermedades de la piel, lanzaba un rayo sobre la Montaña ésta se abriría. Los tlaloques, ayudantes de Tláloc, hicieron llover y Nanáhuatl lanzó un rayo que abrió la Montaña, los granos surgieron y quedaron a disposición de los hombres. Por otra parte, el símbolo de la delegación Azcapotzalco, En el Montículo de las Hormigas, del Distrito Federal, está representado por una hormiga roja rodeada de granos de maíz, en honor al descubrimiento de este cereal por los toltecas cuando observaron que las hormigas escondían bajo la tierra suculentos granos en la región de Tamoanchan, el lugar mítico y paradisíaco, localizado arriba de los nueve niveles del Cielo, y en el lugar donde Ketzalkóatl y Quilaztli, por otro nombre Cihuakóatl, llevaron los huesos sagrados con los que crearon a los primeros seres humanos. Por tanto, las hormigas fueron sagradas para los toltecas, ya que a ellas se debía el conocimiento de una gramínea tan importante para los pueblos mesoamericanos.
El Chilan Balan de Chumayel, “boca del jaguar”, libro redactado después de la conquista española, en que se recopila la tradición oral de los pueblos mayas, cuenta que: El maíz estaba oculto bajo una gran peña y sólo las hormigas lo conocían. Un día la zorra halló y probó unos granos de maíz que las hormigas habían dejado caer cuando lo sacaban. Los comió y le parecieron deliciosos. Cuando las hormigas volvieron esa noche, la zorra las siguió, pero la grieta que había en la roca era demasiado pequeña para que pudiera alcanzar el maíz. Por lo tanto, hubo de contentarse con los granos que dejaban caer las hormigas.
Al regresar junto a los otros animales, la zorra se ventoseó; aquellos quisieron saber qué había comido que hasta sus vientos olían tan bien. La zorra negó haber hallado un nuevo alimento, pero los otros animales la siguieron en secreto y vieron lo que comía. Ellos también comieron maíz y les gustó y pidieron a las hormigas que les sacaran más granos. Las hormigas se avinieron al principio, pero viendo que no podían aprovisionar a todos los animales se negaron a sacar más maíz. Los animales pidieron ayuda a las grandes hormigas rojas y después a la rata, pero no pudieron meterse en la grieta. Finalmente, comunicaron al hombre el secreto de aquel maravilloso alimento y éste pudo romper la roca y extraer el maíz.